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El legado de ‘La Tuta’

Michoacán se recupera con lentitud de una década del reinado de violencia y terror de los narcotraficantes.

Verónica Calderón / Especial de 'El País' México
04 de marzo de 2015 - 01:48 a. m.
Policías federales custodian las cuevas ubicadas en la sierra de Aguilillas, donde se escondía el capo ‘La Tuta’. / EFE
Policías federales custodian las cuevas ubicadas en la sierra de Aguilillas, donde se escondía el capo ‘La Tuta’. / EFE
Foto: EFE - Mario Guzmán

Lo dijo hace menos de un mes. Servando Gómez, La Tuta, el capo detenido este viernes en Morelia, Michoacán, a unos 300 kilómetros de la capital mexicana, afirma en un audio difundido hace un día: “Le dimos en la madre a Michoacán en los últimos diez años”. Se refiere a los Caballeros Templarios, la organización criminal a la que pertenecía y que deja un legado de asesinatos, extorsiones y secuestros que aterrorizó a la región.

Las extorsiones, los robos, las violaciones, las torturas, los asesinatos provocados por la delincuencia organizada —“que de organizada no tiene nada”, como reconocía La Tuta en una de sus grabaciones— han dejado profundas cicatrices en Michoacán. La industria turística del estado, poseedor de espectaculares paisajes y bellísimas ciudades, ha sufrido los golpes causados por la violencia de los Templarios. La economía de la región de Tierra Caliente, la más afectada por la violencia, ha quedado diezmada. El gobierno del estado tiene una deuda estratosférica, que aumentó 140% entre 2010 y 2012 y que ha provocado incluso retrasos en el pago de sus trabajadores. El plan de recuperación anunciado por el presidente Enrique Peña Nieto avanza, pero con lentitud: 37 de las obras están paralizadas por falta de pago desde noviembre.

Las autoridades, aun así, han conseguido avances. Los golpes asestados a la minería ilegal, el bastión principal de La Tuta y uno de los principales pulmones económicos de los Caballeros Templarios, ha sido uno de los mayores logros de la intervención gubernamental en el estado. La agricultura, diezmada por las extorsiones del grupo (el aguacate y el limón, dos de los principales frutos de la región, alcanzaron precios altísimos durante las etapas más violentas), ha vuelto a recuperarse. Las exportaciones crecieron cerca de un 30%. Michoacán elegirá gobernador el próximo 7 de junio, junto con otros ocho estados mexicanos. La región recobra poco a poco la estabilidad perdida en estos años.

El grupo criminal al que pertenecía La Tuta irrumpió en 2005, bajo el nombre de la Familia, con el objetivo inicial de expulsar de la región a los Zetas y obtener el dominio de Michoacán. La madrugada del 7 de septiembre de 2006 arrojaron cinco cabezas en un bar de Uruapan con una leyenda: “La Familia no mata por paga, no mata mujeres, no mata inocentes, sólo muere quien debe de morir, sépanlo toda la gente, esto es justicia divina”.

Pero la guerra de Michoacán, que arreció cuando Felipe Calderón eligió el estado, su tierra natal, como el primer destino para el envío de tropas cuando inició su ofensiva contra el narcotráfico, pronto se cobró la vida de niños, jóvenes, mujeres y ancianos. La Tuta tenía una función específica: encargarse de Lázaro Cárdenas, el principal puerto de cargas de México, situado al lado de los ricos yacimientos de hierro de Michoacán, los más abundantes del país. En 2009 llamó a un programa de televisión local para pedir al presidente Calderón que “lo escuchara”. La primera de numerosas apariciones mediáticas en las que el capo opinaba sobre temas de la agenda local e internacional sin empacho alguno.

El procurador de Michoacán, José Martín Godoy, dijo el viernes que “la gente protegía a La Tuta” y que eso había dificultado su captura. El grupo fundado por El Chayo y El Chango entregaba comida, medicamentos, financiaba estudios y llegó a reemplazar en algunos niveles las funciones del Estado. Los Caballeros Templarios son responsables de la ruina de comerciantes que se negaron a pagar extorsión, de la violación de niñas y jovencitas, de la muerte de familias enteras. Llegaron al extremo de grabar sus espantosos métodos de tortura para enviarlos como advertencia de lo que podría ocurrir a sus rivales. A su fundador, El Chayo, se le acusa de horripilantes crímenes.

La aparición de los grupos de autodefensa, civiles armados en contra de los Caballeros Templarios, el 24 de febrero de 2013, provocó una tensión tal que obligó al Ejecutivo de Enrique Peña Nieto a emprender un plan para devolver la estabilidad al estado, al borde del conflicto civil. La filtración de varios de los videos de las reuniones que La Tuta mantuvo con varias autoridades michoacanas dejó al desnudo el grado de poder que habían acumulado el grupo criminal a lo largo de estos años.

En la última grabación que difundió, el 2 de febrero pasado, La Tuta se despidió: “Primeramente, Dios, es el último audio que saco […] y no por miedo ni porque me vayan a agarrar o porque me vayan a matar, [sino] porque yo tengo que tomar mis medidas, tengo que hacerme a un ladito y cuidarme. Dios los bendiga a todos”.

 

Por Verónica Calderón / Especial de 'El País' México

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