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El legado de una leyenda

Sudáfrica tiene hoy el PIB más alto del continente africano y una economía diversa y dinámica. Desde el inicio de la nueva era bajo Nelson Mandela, todos los gobiernos han jugado un papel protagónico en la promoción de la paz y estabilidad en África.

Elías Eliades *
06 de diciembre de 2013 - 12:03 a. m.
Una estatua de Mandela frente a la prisión de Drakenstei era escenario constante de mensajes  para el líder sudafricano, quien en los últimos meses sufrió graves problemas de salud.
Una estatua de Mandela frente a la prisión de Drakenstei era escenario constante de mensajes para el líder sudafricano, quien en los últimos meses sufrió graves problemas de salud.

 Nelson Mandela, hombre carismático, símbolo de la lucha por la libertad y por la democracia, ya es una leyenda africana e ícono mundial. Fue quizás lo más cercano que tiene el mundo a un santo laico. Tuve la gran suerte de entrevistarme con él en varias ocasiones y siempre me impresionaron dos calidades que hacen de él un ser inolvidable: su humanidad y su generosidad. Tenía, además, un agudo sentido del humor, cualidad que permite a su interlocutor disfrutar tranquilamente de la entrevista con un ser humano absolutamente maravilloso.

Su extraordinaria capacidad de liderazgo le permitía transmitir su mensaje a los más diversos auditorios. Para un mundo tecnológico como el nuestro, era un excelente transmisor de fe y de confianza. Difícilmente en la historia una nación encuentra un gran líder en el preciso momento en que lo necesita.

Sudáfrica es uno de esos casos, ya que pudo contar con Mandela en el momento más crítico de su historia. Su principal contribución fue la reconciliación entre las razas, después de siglos de racismo salvaje, llevado a cabo por los arquitectos del apartheid, a través de los regímenes impuestos por la minoría blanca, que institucionalizaron esta práctica abominable en la segunda mitad del siglo XX.

Sudáfrica reposicionada

En los 19 años que han pasado desde las primeras elecciones libres y plenamente democráticas, en 1994, Sudáfrica ha llegado a ocupar la posición indudable de una potencia regional ampliamente reconocida. Además, está jugando un papel importante en el escenario político y económico global. Con el PIB más alto del continente africano y una economía diversa y dinámica, todos los gobiernos, desde el impactante inicio de la nueva era sudafricana bajo Nelson Mandela, han jugado un papel protagónico en la promoción de la paz y estabilidad en África. Sudáfrica es el único país africano miembro del G-20, sirvió dos períodos como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU (2007-2008 y 2010-2012) y hace unos meses fue anfitrión de la cumbre de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

Mandela participó en las campañas de desobediencia civil en los años 50 y finalmente se vio obligado a recurrir a la lucha armada como alternativa, ya que consideró que con la resistencia pacífica no lograría ningún resultado. Según sus propias palabras, durante el célebre juicio al que fue sometido en 1964 en el que se le condenó a cadena perpetua: “Nosotros, los miembros del Congreso Nacional Africano, apoyamos siempre una democracia no racial y nos abstuvimos de cualquier acción que pudiera distanciar aún más los grupos raciales. Sin embargo, cincuenta años de no violencia trajeron al pueblo africano una legislación represiva y pocos derechos. Nuestra política de lograr un Estado no racial por medios no violentos fracasó. El brazo armado Umkhonto we Sizwe se formó en noviembre de 1961... No queríamos una guerra civil, pero era necesario prepararnos para esa eventualidad”.

Sus últimas palabras en su defensa eran la declaración conmovedora de un ideólogo fiel a su causa hasta la muerte: “Durante toda mi vida me he dedicado a esta lucha del pueblo africano. He peleado contra la dominación blanca y he peleado contra la dominación negra. He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que todas las personas vivan juntas en armonía e igualdad de oportunidades. Es un ideal que espero poder vivir para verlo realizado. Pero, si es necesario, es un ideal por el cual estoy preparado para morir”.

Por suerte, no tuvo que sacrificar su vida por la causa. Durante esos 27 largos años de prisión se convirtió en la persona más influyente de la política sudafricana, inspirando a los oprimidos de todos los continentes. A sus 95 años, Nelson Mandela, seguía siendo un ejemplo para millones en todo el mundo. Logró la democracia, la paz y, sobre todo, supo perdonar a los verdugos de tantas víctimas inocentes y desprotegidas, inclusive a aquellos que le causaron enorme sufrimiento. Por eso es una leyenda, un símbolo, no solamente de la libertad y de la democracia, sino también del perdón y de la convivencia armónica de diversos grupos raciales, religiosos y étnicos.

* Analista político y embajador de Chipre en Sudáfrica durante la presidencia de Nelson Mandela, con quien se reunió cuatro veces en privado durante su estancia en Pretoria.

Por Elías Eliades *

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