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El miedo gana en Túnez

La impaciencia de los tunecinos, el sombrío panorama dejado por la Primavera Árabe en la región, el peligro del Estado Islámico y el temor a la inseguridad son los factores que guían la segunda vuelta electoral en la transición tunecina.

Massimo Di Ricco *
29 de noviembre de 2014 - 02:37 a. m.
Miembros de la comisión electoral de Túnez anuncian los resultados de la primera vuelta presidencial en ese país.  / EFE
Miembros de la comisión electoral de Túnez anuncian los resultados de la primera vuelta presidencial en ese país. / EFE
Foto: EFE - MOHAMED MESSARA

Después de las elecciones legislativas de octubre pasado, que dieron la victoria al partido Nidà Tunis liderado por Beji Caid Essebsi, y la parcial derrota de los islamistas de Ennahda, en la centralísima Avenue Bourguiba de Túnez apareció un grafiti en tinta roja (color nacional tunecino) que decía: “Túnez, primer país democrático en el mundo árabe”.

Ninguna autoridad se ha atrevido a borrarlo hasta ahora. Y de hecho, mirando las consecuencias inesperadas de las revueltas populares que empezaron en 2011 en toda la región, en términos de transición democrática el caso tunecino es de total éxito.

Y en esta nueva fase electoral que llevará al poder en diciembre al primer presidente elegido por los tunecinos, se confirmó con los resultados anunciados por la autoridad electoral: la votación del 25 de noviembre tendrá una segunda ronda presidencial entre el actual presidente interino, Moncef Marzouki, y Beji Caid Essebsi, un político conocido por los tunecinos desde los años de Habib Burguiba —padre de la independencia de Túnez, presidente del país entre 1957 y 1987— y que con sus 88 años parece el candidato más probable a ocupar el cargo.

En teoría ambos son candidatos laicos y seculares, pero la simplificación de pensar en una victoria del laicismo es simplemente inútil para entender la real situación en el país. Marzouki, presidente interino del gobierno de transición con el partido islamista Ennahda, activista de derechos humanos y exdisidente del régimen de Ben Ali de la izquierda militante, según muchos tunecinos ha disfrutado de los tres años en el poder sin aportar mucho a la transición. Los militantes de Ennahda y los salafitas, que no presentaron algún candidato a la presidencia, son la verdadera base del 33% de votos actuales.

Essebsi es lo que se puede definir como un “hombre de Estado”. Estuvo al lado de Burguiba, pero se alejó del poder con la llegada de Ben Ali, volviendo como primer ministro interino en la transición de 2011. Lidera una coalición que se estableció en el verano de 2013, cohesionada en su antiislamismo, con un marcado estilo patriótico-populista y de la que hacen parte tanto poderosos hombres de negocios como antiguos miembros del régimen de Ben Ali.

La cercanía a los islamistas, por un lado, y la presencia de miembros del antiguo régimen son los anillos débiles de los dos candidatos y los puntos sobre lo que se juega con los miedos de la población. La política del miedo juega un papel fundamental, especialmente de volver al autoritarismo como en Egipto o al caos político y la guerra como en Libia o Siria. El mismo avance del Estado Islámico en Siria e Irak ha ayudado a reforzar estos miedos, también considerando que Túnez es uno de los países que más militantes “mandan” a luchar en Siria y Irak, casi 3.000. Según Mohamed Ali Benzina, profesor de la Facultad de Ciencias Humanas de Túnez, “alrededor del 90-95% de los entrevistados conocen a alguien que había viajado a Siria para luchar con el Estado Islámico”.

El involucramiento en el Estado Islámico es consecuencia de los pocos cambios concretos que ha traído consigo la thawra, como siguen llamando los tunecinos la revuelta de 2011. Los últimos casi cuatro años han visto la victoria de los islamistas en las primeras elecciones legislativas y su cesión del poder en nombre de la estabilidad del país; la ratificación de una nueva Constitución; pero también asesinatos políticos y el surgimiento de grupos armados y bandas criminales que se aprovechan de aquellas zonas olvidadas por el Estado en el sur al confín con Libia y al oeste con Argelia.

El partido Nidà Tunis, llamado a formar gobierno y cuyo líder es el principal candidato a la presidencia, conglomera muchos de los políticos del Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD), el disuelto partido de Ben Ali. Según Habib Gouiza, de la recién establecida Confederación General Tunecina del Trabajo (CGTT), “hay un claro peligro si gana Essebsi, primero por las personas que forman su partido que siempre hicieron de la arrogancia política y el autoritarismo su arma principal, y luego porque podría caer en las misma manos un poder demasiado grande, especialmente por una democracia aún frágil como la nuestra, donde es necesario hacer compromisos con todas las fuerzas políticas”.

La campaña presidencial se está jugando en el marco de una democracia que ha alcanzado niveles importantes de madurez entre las fuerzas políticas, pero principalmente sobre el miedo. Por un lado sobre el miedo al Islam político, la inseguridad y el terrorismo, y por el otro, al retorno del antiguo régimen y el autoritarismo. No obstante los miedos, lo que queda en todos los tunecinos es, así como aparece en la pancarta en la céntrica Avenue Bourguiba, el grande orgullo de un pequeño país que quiere seguir marcando la dirección a los otros países de la región.

 

* Doctor en Estudios Culturales Mediterraneos y docente de la Universidad del Norte, Barranquilla.

Por Massimo Di Ricco *

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