La tragedia del A320 de Germanwings tomó “una dimensión totalmente inimaginable, que va más allá del entendimiento”, como lo dijo la canciller alemana, Ángela Merkel. Luego de que los investigadores franceses revelaran que los registros del Cockpit Voice Recorder (CVR), primera caja negra que graba las conversaciones en cabina, mostraban que el copiloto habría provocado de forma voluntaria la pérdida de altura del avión, precipitándolo contra la montaña, los agentes buscan pruebas que permitan esclarecer los motivos que llevaron a Andreas Lubitz, alemán de 27 años, a estrellar el aparato.
¿Tenía Lubitz problemas personales o psicológicos para estrellar un avión con 149 personas a bordo? En apariencia no. Según Carsten Spohr, presidente de Lufthansa, la empresa que operaba Germanwings y en la que trabajó el copiloto desde 2013, “era cien por cien apto para el vuelo, sin ningún tipo de peculiaridad”. El copiloto tenía un certificado de piloto privado expedido por la Administración Federal de Aviación (FAA) estadounidense, lo que le permitía volar aviones de un solo motor y planeadores. Sin embargo, según registros posteriores, Lubitz comenzó en 2008 su formación en la escuela de Lufthansa en la ciudad de Bremen, primero como auxiliar de vuelo y luego completando su técnica como copiloto.
Los investigadores siguen una pista: en 2009 interrumpió su capacitación, “pero luego la retomó y pasó todas las pruebas psicológicas y físicas sin ningún problema”, dijo Spohr. Matthias Gebauer, periodista de Der Spiegel, reveló que la interrupción de varios meses se debió a “una crisis nerviosa o síntomas de depresión”, algo que le dijeron al medio alemán excompañeros de la escuela de pilotos.
El copiloto vivía con sus padres en el pequeño pueblo de Montabaur, en la región de Renania-Palatinado, aunque también tenía vivienda en la ciudad de Düsseldorf, donde debía aterrizar el avión siniestrado. La policía inició el registro de los dos domicilios y comenzó a investigar a su familia, incluido su hermano menor. Los vecinos lo recuerdan como un hombre decente, con muchos amigos, “totalmente normal”. Lo mismo que demostraron los últimos exámenes a los que se sometió Lubitz, que arrojaron un pronóstico normal. Los pilotos de aviones de pasajeros están obligados a someterse una vez al año a un examen médico “simple”, que incluye una evaluación psicológica. El copiloto cumplió los requisitos.
Lo que hasta el momento dan por cierto los investigadores franceses es que el joven copiloto bloqueó la puerta de acceso de la cabina, desatendió las reiteradas llamadas del comandante para entrar, ignoró las llamadas de los controladores y respiró tranquilamente hasta que el avión se estrelló contra la montaña.