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El país que hereda el nuevo presidente de Egipto

El ganador de las elecciones, que continúan este jueves, tendrá que lidiar con los militares, quienes aún ostentan el poder político y económico.

Ana Carbajosa / Especial de El País, El Cairo
23 de mayo de 2012 - 10:01 p. m.

Al mariscal Mohamed Tantaui, jefe de la Junta Militar que dirige a Egipto, le gusta venir con su mujer a Al Masah, un hotel de cinco estrellas de inspiración versallesca en las afueras de El Cairo. Grifos dorados firmados por un conocido diseñador francés, frescos en los techos y lámparas de araña descomunales decoran el interior del hotel. A los miembros del Ejército se les hace un descuento sustancial. Si pertenecen a la autoridad financiera de las Fuerzas Armadas, el descuento es aún mayor, según detalla el maître del restaurante.

Al Masah es sólo una de la legión de propiedades del Ejército egipcio que se reparten por todo el país. Los expertos calculan que entre el 10% y el 30% de la economía egipcia está en manos del Ejército, y por tanto sujeta a la opacidad propia de los temas relacionados con la seguridad nacional. Con la Constitución egipcia aún sin redactar, el próximo presidente hereda un país en el que el papel del Ejército está aún por definir.

El mandatario más votado en las elecciones, cuya primera vuelta termina hoy pero que tiene programada una segunda vuelta en junio, en caso de que ningún candidato obtenga la mayoría absoluta, lidiará con esta y con muchas otras prerrogativas de un Ejército que dice estar dispuesto a ceder el poder.

“Las relaciones entre la autoridad civil y la militar es la cuestión central de la transición egipcia. El Ejército va a retener parte de su poder, eso está claro. La cuestión es cómo lo va hacer”, sostiene Robert Springborg, profesor de la escuela naval del Departamento de Estado estadounidense y experto en el ejército egipcio.

Entre tres y cinco candidatos se perfilan como posibles ganadores. Los hay islamistas y los hay laicos. De izquierda y de derecha. Pero ninguno de ellos dice estar dispuesto a enfrentarse a un Ejército todopoderoso. El problema es que el nuevo presidente deberá enfrentar un conflicto de índole económica. Es decir, deberá gobernar un país que atraviesa una considerable crisis económica, y hacerlo sin tener acceso a amplios sectores de la economía controlados por el Ejército.

Gasolineras, fábricas de pasta o de agua embotellada, cafeterías, agencias de servicio doméstico o inmobiliarias son sólo algunos de los negocios que tiene el Ejército. La mayor experta en la materia escribía hace poco en Al Masry al Youm que “completar la revolución significa que el Ejército debe volver a su papel original, es decir, la defensa nacional y no la gestión de salones de bodas”.

Por Ana Carbajosa / Especial de El País, El Cairo

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