El que pierda se quiebra

Mientras el chavismo intenta mejorar sus bajos índices de aprobación en esta recta final de campaña, los voceros de la oposición insisten en ofrecer su victoria segura como el primer paso para un gran golpe de timón en Venezuela.

LEO FELIPE CAMPOS
29 de noviembre de 2015 - 09:00 p. m.

“No dejemos que una tormenta pasajera desvíe nuestro rumbo bolivariano”, advertía la semana pasada Dante Rivas, candidato a diputado en Venezuela por el Gran Polo Patriótico (GPP), la coalición de 31 partidos políticos que apoyan al chavismo. Rivas es uno de los rostros jóvenes del Gobierno, ha sido ministro y funcionario en diversas instituciones del Estado. El tono de sus palabras, más próximo a la precaución que al triunfalismo, se ha repetido en los meses recientes incluso por voceros más radicales de la Revolución Bolivariana, que el próximo 6 de diciembre enfrentará una batalla electoral comprometida.

Ese día, más de 19 millones de votantes podrán elegir a los 167 diputados de la Asamblea Nacional en Venezuela, el órgano legislativo unicameral, para el período 2016-2021. Será el primer proceso electoral a nivel nacional después de dos años y, por primera vez desde 1998, el chavismo parte con clara desventaja en las encuestas antes de unas elecciones.

La segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Tania Díaz, una figura combativa y partidaria incondicional de las decisiones que toma Nicolás Maduro desde el Poder Ejecutivo, está en campaña para su reelección como parlamentaria y hace una semana reconoció que “el descontento es parte de la realidad que estamos viviendo” y que el venezolano “quiere paz y tranquilidad”. Si bien matizó que ella ve “molestias en la población, pero no odios ni desasosiegos”.

Que existe una crisis económica y política en Venezuela es inapelable. Los mismos líderes del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), comenzando por el propio presidente Maduro, han aceptado el término como parte de sus discursos. La diferencia reside en que ellos machacan que la responsabilidad recae en agentes externos al Gobierno, como los contrabandistas, los empresarios privados o las políticas internacionales de países como Estados Unidos o Colombia. Para tratar el tema utilizan sin cortapisas una palabra que funciona como prefijo de sus análisis coyunturales: guerra. O es guerra mediática. O es guerra asimétrica. O es guerra económica. O son todas ellas juntas.

Mientras el chavismo intenta mejorar sus bajos índices de aprobación en esta recta final de campaña, los voceros de la oposición insisten en ofrecer su victoria segura como el primer paso para un gran golpe de timón en Venezuela. Dan por descontado que obtendrán un triunfo, lo que no saben, dicen, es si obtendrán una mayoría simple (la mitad más un diputado, en este caso: 84), o la mayoría calificada que, entre muchas acciones de importancia nacional, permite la aprobación de leyes habilitantes al Presidente de la República (tres quintas partes de los parlamentarios, en este caso: 100 diputados).

“El Psuv constantemente nos acusa de no aceptar los resultados en pasadas elecciones, pero son ellos quienes jamás lo han hecho: tras ser derrotada su propuesta de reforma constitucional en 2007, se descalificó ese triunfo y a través de leyes se introdujeron reformas allí propuestas. En 2008, tras el triunfo del alcalde metropolitano Antonio Ledezma, se designó una figura gubernamental en la misma área para contrariar la decisión popular. El 6 de diciembre escogeremos una nueva mayoría y ese resultado se deberá respetar”, dijo a El Espectador el diputado y candidato a la reelección Julio Borges, coordinador nacional de Primero Justicia, uno de los partidos de oposición que integra la coalición de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

“Cambio” es la palabra que define el acertijo de esta campaña electoral: pero ¿qué puede pasar si la oposición no logra obtener esa mayoría en la Asamblea Nacional, en un país en crisis y con el chavismo abajo en las encuestas por primera vez en 16 años? “No me paseo por un escenario en el cual gane el chavismo. No lo veo”, expresó Borges. “El 5 de Enero de 2016 Venezuela empezará a recuperar su institucionalidad, esa será nuestra labor, desde la AN iniciaremos las reformas urgentes que contribuyan a recuperar la economía y la democracia, entre ellas la Ley de amnistía y la Ley de producción nacional”.

Para Mercedes Pulido de Briceño, una psicóloga social con amplia trayectoria en la vida política, el supuesto de una victoria del chavismo “en este momento tiene poco asidero. Si bien la complejidad y la incertidumbre son parte del clima actual de este proceso, es el clima de cambio el que empuja a una mayoría muy diversa. La oposición no son solo los seguidores de la oposición en sentido estricto, sino la población desencantada”.

“La oposición está ofreciendo un cambio que no es verdad, eso es volver para atrás”, objetó el lunes la diputada chavista Tania Díaz, que hablaba desde VTV, la televisión del Estado cuya señal es utilizada por el Gobierno de forma sistemática para su propaganda política. El sociólogo e investigador del Centro de Estudios Políticos (CEP) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Daniel Fermín, contestó a El Espectador que “la pregunta sería más por cuánto gana la oposición, en cuáles circunscripciones y cómo el diseño de los circuitos electorales puede afectar”.

Sin embargo, apunta que “en el caso hipotético de una victoria oficialista, lo más seguro sería un resquebrajamiento de la MUD, cuya cohesión ha obedecido más a la necesidad de estar juntos para ganar esta elección que a consensos en la manera en la que deben producirse los cambios”.

El politólogo, docente e investigador universitario José Rafael Mendoza, afín a las ideas de Hugo Chávez, también ve favorita a la oposición, a pesar de que el chavismo haya vencido en 18 de 19 elecciones. Por ello cree que sería sorpresivo que no ganara: “significaría una derrota política sin precedentes y un golpe demasiado fuerte. Sus distintos y variados liderazgos se enfrentarían entre ellos culpando a otros y eso conllevaría a un vacío importante; el reto de su composición duraría mucho. Para su electorado sería una decepción. Produciría una impotencia que debería manejarse con cautela, porque los factores extremistas pueden buscar encausar esa frustración en las calles de forma violenta”, opinó Mendoza.

“El triunfalismo siempre es mal consejero, pero ante un panorama que luce cada día más claro tampoco es bueno mezquinarnos la eventualidad del triunfo de las fuerzas del cambio”, escribió este domingo Roberto Enríquez, presidente nacional del partido socialcristiano Copei, que en meses recientes ha sido protagonista por las pugnas que existen en el seno del liderazgo opositor. Un sector de ese partido se desvinculó de la MUD en agosto, pero luego volvió a sus filas.

El sociólogo Daniel Fermín, que también es editor de la revista Politika Ucab, apunta que un factor determinante es la despolarización creciente que se ha manifestado en la sociedad venezolana, gracias a la irrupción de grupos políticos disidentes de los dos grandes bloques: “52% del chavismo, según nuestras investigaciones en el CEP, se consideran ‘chavistas no-maduristas’. Al igual que en el campo opositor, la cohesión oficialista depende, en gran medida, de una victoria el 6 de diciembre”.

Apuesta Fermín, como los otros especialistas, por una derrota del chavismo y afirma que más podrían perder ellos como núcleo en el poder: “una derrota aplastante podría dar inicio al quiebre de la unidad oficialista y a la emergencia de distintos grupos y partidos disidentes, unos más reformistas, otros más ortodoxos, considerando, además, la cercanía de las elecciones presidenciales de 2019”.

Por LEO FELIPE CAMPOS

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