El precedente del soldado que filtró información a WikiLeaks

El hecho de Manning haya sido declarado inocente de "ayudar al enemigo" sería un insumo legal para casos como el de Edward Snowden.

Diego Alarcón Rozo
31 de julio de 2013 - 07:52 a. m.
Bradley Manning llegó escoltado al juzgado militar de Fort Meade, donde se conocería el veredicto de su juicio. / AFP
Bradley Manning llegó escoltado al juzgado militar de Fort Meade, donde se conocería el veredicto de su juicio. / AFP
Foto: AFP - MARK WILSON

La condena que tendrá que pagar el soldado estadounidense Bradley Manning, procesado por filtrar información confidencial del Pentágono al portal Wikileaks, tardará un tiempo, tal vez un mes en conocerse. La jueza militar, coronel Denise Lind, lo absolvió de su cargo más grave, el de ayudar al enemigo, pero lo encontró culpable de 11 más que se sumarán a los 10 de los que el acusado ya se había declarado culpable anticipadamente: robo de información, espionaje, fraude, entre otros.

No se conoce el tiempo de castigo porque después del veredicto, el proceso entra en una nueva etapa en la que los testigos –cientos para este caso- serán escuchados nuevamente, a fin de encontrar un castigo justo. No obstante, lo más revelador del veredicto del martes es que aunque podría enfrentar un máximo de 136 años de cárcel –si se sumaran las penas de cada uno de los cargos- ya es un hecho que no se le aplicará la cadena perpetua.

Durante su intervención, Manning, quien filtró a Wikileaks un video de un helicóptero estadounidense disparando a civiles en Irak y posteriormente unos 250.000 cables confidenciales del Departamento de Estado, explicó que su intención al revelar esta información era generar un debate sobre la guerra, expresar su indignación por ciertos comportamientos de las tropas y tener la conciencia tranquila de no sentirse cómplice de violaciones sobre el terreno. Él fue capturado en 2010, en Irak, donde prestaba servicio y fue acusado de “ayudar al enemigo” bajo el siguiente razonamiento: era obvio que la información por él suministrada podría beneficiar a grupos como Al Qaeda y que detalles como este pondrían en riesgo la seguridad nacional.

Que la juez Lind lo haya declarado inocente de esta falta, resulta un precedente positivo para la libertad de prensa, por ejemplo. De haber sido culpable, el temor habría podido invadir a los medios de comunicación que en su momento llegaran a obtener información confidencial. El argumento de que lo publicado podría beneficiar a las organizaciones enemigas –puestas por encima del derecho a la información de cualquier ciudadano- quizá se convirtiera en un fuerte incentivo de la autocensura.

En este punto se han enfocado los análisis del veredicto del martes, pronunciado en la base militar de Fort Meade, en el estado de Maryland. En el diario El País de España, Walter Oppenheimer escribe: “Para el Pentágono, el proceso contra Bradley Manning era mucho más que un ajuste de cuentas personal con el soldado que decidió filtrar a Wikileaks material clasificado y muy comprometedor para Estados Unidos: se trataba de sentar un precedente para disuadir a quienes sueñan con seguir sus pasos y convertirse en héroes de la transparencia. Al exculparle de ayudar al enemigo, la sentencia deja al Pentágono a medio camino de su objetivo”.

En esta materia, resulta inevitable ampliar el panorama del veredicto al caso de Edward Snowden, el extécnico de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que completa cinco semanas en un aeropuerto moscovita esperando a que sea resuelto su status legal, cuando países como Venezuela y Bolivia se han ofrecido para concederle asilo político. Su pecado: haber filtrado información sobre los planes de espionaje masivo ordenados por Washington a través de compañías de telefonía como Verizon e informáticas como Microsoft, Facebook y Google.

El lobby internacional de Estados Unidos para conseguir la extradición de Snowden ha sido colosal, mientas que el gobierno ruso hasta ahora no da muestras de contribuir a tal fin. El discurso, como en el caso de Manning, se repite de parte los activistas a favor de la libertad de información: la historia de un hombre que ante la magnitud de las acciones del gobierno, decide, a su modo, brindar transparencia a los ciudadanos. Quizá el hecho de que en el caso Manning no se lograra establecer esa presunta “ayuda al enemigo”, sirva de base para casos futuros o como el de Edward Snowden. De cualquier manera, cuando los cálculos dicen que la sentencia de Bradley Manning se conocerá a finales de agosto, saber que su pena puede llegar a superar los 100 años de cárcel, la realidad no luce demasiado alentadora.

Por Diego Alarcón Rozo

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