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El problemático derecho a vivir aislado

Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos insta a los Estados a respetar el principio de no contacto con pueblos indígenas en aislamiento voluntario.

Daniel Salgar Antolínez
03 de agosto de 2014 - 02:00 a. m.
El problemático derecho a vivir aislado

Un día después de que se publicara un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), sobre “Pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en las Américas”, circularon por todas partes las imágenes de unos indígenas que días atrás habían aparecido en el Amazonas brasileño, en inmediaciones del río Envira, que por primera vez tenían contacto con la civilización occidental.

La aparición de esos hombres plantea toda una serie de paradojas y preguntas: ¿es mejor que se queden aislados para que conserven su cosmovisión, sus costumbres? ¿Qué debe hacer la sociedad occidental cuando aparecen de la nada estas poblaciones? ¿Qué implica para estas personas el contacto con la sociedad no indígena?

El informe de la CIDH aborda estas y otras cuestiones. Su conclusión: es mejor evitar el contacto con las sociedades que han permanecido en aislamiento voluntario. “Cuando se da el contacto, se derrumba de modo irreversible todo un sistema de creencias, tradiciones y supuestos que daban por sentados, y en los que han basado su modo de vida y su cultura por varios cientos de años”.

Además, dice el informe, el contacto es la condición primera para que luego se den, entre otras, las agresiones físicas directas, la explotación de recursos naturales en los territorios de estos pueblos, las epidemias y la escasez de alimentos. “Si se elimina el contacto no deseado, se eliminan la mayoría de las amenazas y se garantiza el respeto a los derechos de estos pueblos”.

Según la Comisión, el contacto se debe dar solamente si es propiciado por los mismos pueblos en aislamiento. Los indígenas que aparecieron en el Amazonas brasileño, supuestamente estaban huyendo de sus territorios ancestrales en Perú por presiones de taladores de madera clandestinos y narcotraficantes. Al parecer estos indígenas buscaron ayuda por su voluntad, pero eso no quita los riesgos implícitos en el contacto inicial.

En el continente americano habita el mayor número de pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en el mundo. Estos términos son problemáticos y se presentan para largas discusiones. En resumen, los pueblos en aislamiento voluntario son los que no mantienen contactos sostenidos con la población mayoritaria no indígena y que suelen rehuir todo tipo de contacto con personas ajenas a su pueblo. Los pueblos indígenas en contacto inicial son, según el informe, pueblos que mantienen un contacto intermitente o esporádico con la población mayoritaria no indígena.

Debido a que estos pueblos viven en aislamiento, es prácticamente imposible determinar con exactitud cómo se llaman, cuántos son, qué lengua hablan o dónde se ubican. Muchos se mueven en función a los cambios climáticos y en busca de fuentes de agua y otros elementos claves para su subsistencia. Son nómadas, seminómadas, agricultores itinerantes. Sus territorios no tienen fronteras jurídicamente establecidas y, en América, cruzan constantemente los límites entre los países que comparten la Amazonia y la región del Gran Chaco.

También, debido a que se ubican en zonas remotas y de difícil acceso, es imposible realizarles una consulta previa, libre e informada, como lo dicta la ley, sobre los proyectos extractivos a realizar en sus territorios y que afectarían sus condiciones de vida. “Una consecuencia del respeto a la libre autodeterminación y a su elección de mantenerse aislados es que los pueblos indígenas en aislamiento voluntario no intervienen en los canales convencionales de participación”. Eso los hace particularmente vulnerables.

En todo caso, la CIDH considera que una de las maneras más efectivas de asegurar el respeto pleno a los derechos de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial es mediante la protección de sus tierras, territorios y recursos naturales.

A pesar de las dificultades, se pueden hacer cálculos y determinar la ubicación y las principales amenazas para la existencia de los pueblos aislados. Se estima que en América hay alrededor de 200 de estas poblaciones, principalmente en Brasil, seguido por Perú y Bolivia, y en menor cantidad en Colombia, Ecuador, Paraguay y Venezuela. También en Guyana y Surinam, en las zonas fronterizas con Brasil.

Según el informe, la extracción de recursos naturales es la causa de la mayoría de contactos con estos pueblos. La creciente demanda internacional por estos recursos plantea un peligro, aunque no es una novedad. El documento cuenta que la extracción de recursos naturales en estos territorios ha ido desde las piedras y los metales preciosos en la época de la Conquista, el caucho a finales del siglo XIX y principios del XX, hasta maderas, minerales e hidrocarburos en la actualidad.

Hay varios pronunciamientos de organizaciones internacionales y fuentes del derecho internacional que exigen el respeto del principio de no contacto, así como el deber de los Estados de regular el impacto que puedan tener las empresas extractivas y el asentamiento no autorizado en áreas protegidas.

Algunos Estados de América han avanzado hacia la protección de los pueblos aislados. Ecuador y Bolivia abordan en sus constituciones los derechos que los pueblos en aislamiento tienen sobre su territorio y sobre el mantenimiento de sus tradiciones ancestrales y formas de organización social. La Constitución de Brasil también contempla derechos de los pueblos indígenas sobre las tierras que han ocupado históricamente y dispone que tendrán la posesión permanente de las mismas, así como el derecho exclusivo de usufructo de las riquezas del suelo, de los ríos y de los lagos que allí se encuentren.

Paraguay y Venezuela abordan el tema en sus constituciones. La colombiana trata el régimen especial de territorios indígenas, pero no específicamente el tema de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario o contacto inicial.

Todos los países nombrados anteriormente, sin embargo, han delimitado áreas de acceso restringido, con el fin de evitar intrusiones y contactos no deseados con esas poblaciones (ver infografía).

No obstante, en la práctica las prohibiciones de acceso a estas áreas no siempre son respetadas y, por tratarse de lugares tan remotos, los Estados tienen muchas dificultades para hacerlas cumplir. El informe de la CIDH da cuenta de bloques de exploración y explotación petrolera de agencias estatales que se sobreponen o colindan con las áreas protegidas. En Perú, por ejemplo, uno de estos bloques (el Lote 88 ), estaría sobrepuesto a la Reserva Territorial Kugapakori, Nahua, Nanti y otros. Otros bloques están muy cerca de la frontera con Ecuador, son contiguos a la Zona Intangible Tagaeri Taromenane, y se sobreponen a la Reserva Territorial Napo-Tigre, en la región amazónica de Loreto.

El narcotráfico también es una seria amenaza que ha puesto en riesgo a los pueblos de la Amazonia. Por ejemplo al pueblo Toromona, en aislamiento voluntario en la frontera entre Perú y Bolivia, en la Zona de Reserva Absoluta Toromona, creada por el Estado boliviano. Asimismo en la región de Madre de Dios, en Perú, el narcotráfico estaría obligando a integrantes de pueblos en aislamiento a salir de sus territorios ancestrales. Lo mismo sucede en la zona fronteriza entre Perú y Brasil, donde hay presencia de pueblos en aislamiento en la Reserva Territorial Isconahua.

Colombia no es la excepción. La política pública relativa al pueblo Nükak en contacto inicial se centra en la atención a la población desplazada por afectaciones vinculadas al conflicto armado.

Y, además del narcotráfico, las enfermedades. El contacto directo o indirecto con los pueblos aumenta las posibilidades de transmisión para las cuales estos no tienen defensas inmunológicas. En Colombia, por ejemplo, dice el informe, que integrantes del pueblo Nükak, luego de ser contactados en 1988, fueron contagiados de enfermedades respiratorias, lo cual derivó en más de una decena de muertos y varias familias afectadas. Luego de esta epidemia inicial, en los primeros cinco años de contacto se dieron otras epidemias que resultaron en la muerte de casi el 40% de la población Nükak. En menos de una década este pueblo habría pasado de tener 1.200 integrantes a sólo 400, aproximadamente.

 

dsalgar@elespectador.com

@DanielSalgar1

Por Daniel Salgar Antolínez

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