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El regreso de Paraguay a Mercosur

Tras la destitución del presidente Fernando Lugo por parte del Congreso, el país fue suspendido de la organización.

Beatriz Miranda Cortes
15 de agosto de 2013 - 06:27 a. m.

Después de algunos meses de ruptura institucional, debido a la destitución del presidente Fernando Lugo por parte del Senado de ese país, los paraguayos se preparan para la toma de posesión del presidente Horacio Cartes, del partido Colorado, victorioso en las elecciones realizadas el 21 de abril con 45,81% de los votos, seguido por Efraín Alegre, partido Liberal con 36,84% de los votos.

En 2008, la población paraguaya fue a las urnas con la esperanza de terminar con la larga hegemonía del partido Colorado, 62 años en el poder. Entonces se eligió el exobispo católico Fernando Lugo, “el cura de los pobres”, mediante la Alianza Patriótica por el Cambio con el partido Liberal. Cuatro años después, el derrocamiento del presidente Lugo, en junio de 2012, recordó el pasado autoritario de América Latina, el golpe de Honduras en 2009 y cómo los instrumentos democráticos han sido utilizados para legitimar una nueva tipología de golpes de Estado en la región.

Pero, a pesar de que Paraguay esté a las puertas de retomar su orden institucional, persisten en el imaginario de la mayoría de su población la inviabilidad de la “primera experiencia pacífica de un gobierno a otro” y el peso histórico de la dictadura de Alfredo Stroessner. Permanecen latentes las sombras de la masacre de Curuguaty, que ocurrió cuando algunos campesinos se resistieron a desocupar las 2.000 hectáreas de tierra. Principal pretexto para la caída de Lugo, Curuguaty se ha vuelto un triste símbolo de la historia del despojo de tierras en Paraguay: 80% está en manos del 3% de los propietarios.

La debilidad de los campesinos ante la amenaza del negocio agrario, la activa participación del narcotráfico y la interrupción del orden democrático a pocos meses del término del mandato de Fernando Lugo, sin ninguna posibilidad de reelección por no ser permitido por la Constitución paraguaya, reflejaron los nuevos pactos entre la élite política y empresarial históricamente dominante. Mientras tanto una población desmovilizada y sin esperanza asistió a un juicio que duró 32 horas y que llevó a Federico Franco a asumir la presidencia.

El 22 de junio de 2012, el presidente Lugo pasó a ser el primer presidente paraguayo en ser destituido por el Congreso. Ante los hechos, el expresidente en un ambiente de desolación afirmó: “Me someto a la decisión del Congreso. Sólo es posible gobernar en Paraguay si se pertenece a las mafias, a la clase política o si se pacta con el negocio del narcotráfico”.

En seguida, Paraguay fue expulsado del Mercosur y de Unasur, sin aplicación de sanciones económicas que pudieran afectar aún más a la población paraguaya. Esta decisión para muchos justificada por la aplicación legítima de la Clausula democrática del Mercosur - Protocolo de Ushuaia1 - y para segmentos conservadores otro golpe dentro del golpe, sobre todo debido al posterior ingreso de Venezuela al bloque, el cual había sido impedido por el Congreso paraguayo durante los últimos años.

Desde de mediados de 2012 la coyuntura paraguaya se volvió cada vez más desafiante: el imperativo de restituir tierra a los campesinos, las protestas nacionales e internacionales por la operación Curuguaty, y la posterior prisión de los campesinos sin pruebas contundentes, el aislamiento regional y el mayor déficit fiscal de su historia – adquirido en el corto gobierno de Federico Franco– 430 millones de dólares según datos oficiales “lo que rompe 8 años de equilibrio y superávit fiscal mantenidos”.

A pesar del anuncio de la suspensión de las sanciones políticas aplicadas por el Mercosur y Unasur el gobierno de Horacio Cartes, presionado por el Congreso y por parte de la opinión pública afirmó no regresar al Mercosur durante la Presidencia Protémpore de Venezuela, vigente hasta diciembre de 2013. La actitud del partido Colorado no sorprende, más bien ilustra una cuestión existencial de ese país: “Ser o no ser Mercosur”, lo que ahora se refuerza debido a especulaciones de una posible aproximación de Paraguay a la Alianza del Pacífico, lo que también consolidaría la estrategia de fracturar a UNASUR.

En vísperas del avance de las negociaciones del TLC Mercosur-Unión Europea sería impensable el autoaislamiento de un socio histórico y estratégico como Paraguay. Vientos que van y que vienen que ponen a prueba la efectividad diplomática y política del Mercosur ante nuevas estrategias de fragmentación de la integración regional. Sin embargo, se cree que el Mercosur “es un destino histórico, no una opción.”

Por Beatriz Miranda Cortes

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