El trámite en un país de 'mero machos' para cambiar de género

El Gobierno de Ciudad de México impulsa con una ley el cambio de identidad sin juicio previo, lo que facilita el libre ejercicio de la identidad de la comunidad trans.

Marina Gómez-Robledo / Especial de El País, México
01 de abril de 2015 - 06:25 p. m.
EFE / Pareja trangenero que contrajo matrimonio en México en 2008.
EFE / Pareja trangenero que contrajo matrimonio en México en 2008.
Foto: EFE - Alex Cruz

En la Ciudad de México ya se puede pedir una cita para cambiar de género. A partir del mes de abril las personas que quieran modificar su identidad y nombre en el acta de nacimiento solo deberán realizar un trámite administrativo en el Registro Civil. Lo novedoso de la reforma es el procedimiento para conseguirlo. Antes, se podía llevar a cabo mediante un juicio donde se debía presentar un peritaje psicológico y médico. El doctor tenía que corroborar que la persona estaba tomando hormonas para modificar su cuerpo. Para Jacqueline L’Hoist Tapia, presidenta del consejo para eliminar la discriminación (Copred), esto era recurrir a la heterosexualidad como único reconocimiento de la identidad: “¿Por qué no se puede ser una mujer con pene o un varón con senos?”.
 
El antiguo proceso podía llegar a tener un precio de hasta 30.000 pesos (casi US$ 2.000), según asegura L’Hoist. El actual costará una sexta parte, aproximadamente 500 pesos (US$ 30 dólares), aunque será gratis para las primeras 500 personas que soliciten el cambio. “La identidad de género es cómo yo me miro, me siento y cómo estoy segura de quién soy. No tiene nada que ver con el sexo biológico”, explica la directora de la organización, inaugurada hace tres años y medio. Laura Victoria Martes es transexual. Ella nació biológicamente como hombre, pero en 2006 se atrevió seguir ese deseo que la perseguía desde que recuerda y no la dejaba tener una vida plena. A Martes le entregarán su nueva partida de nacimiento en un par de días, y espera que le ayude a conseguir trabajo.
 
“Hoy me encuentro feliz con quien soy, pero hay un precio que se le debe pagar a la sociedad”, cuenta esta mujer, de 56 años, en referencia al ámbito familiar y laboral. “No todos mis hermanos me aceptan y a la hora de buscar un empleo he sufrido un trato injusto. Me llamaban cuando veían mi currículum por Internet, pero cuando iba a la entrevista y mi cara y nombre no coincidía con mi identificación oficial, siempre había un pretexto para negarme el trabajo”, explica esta diseñadora gráfica. En la Ciudad de México el 74,7% de las personas trans (travesti, transexual y transgénero) son discriminadas, según datos de la Copred. Este colectivo, en palabras de L’Hoist, sufre desde humillaciones hasta asesinatos: “Casi siempre tiene que ver con la apariencia. Se les rechaza por cómo se les ve. Y todas y todos son encasillados en el sustantivo gay”.
 
El detonante para que se impulsara el nuevo trámite fueron las elecciones de hace tres años. El colectivo trans recurrió a la Copred con un dilema: sus miembros no iban a poder votar ya que la foto de su credencial oficial no coincidía con su apariencia actual. “Al preguntarles la razón por la que no habían cambiado su identidad de género nos explicaron el pesado trámite que eso suponía a nivel psicológico y económico. Entonces hicimos clic y nos pusimos en marcha”, cuenta L’Hoist. “El Gobierno del D. F. fue bastante sensible y nos apoyó desde el principio. Al final, al Estado ¿qué le importa si tú eres hombre o mujer?”.
 
Para completar el trámite solo es necesario presentar la partida de nacimiento, identificación y comprobante de residencia en el Distrito Federal. El acta primigenia permanece reservada para algún proceso penal, es decir, no queda rastro del cambio de identidad de género y este puede cambiarse las veces que sea necesario. “Hay algo que se llama identidad fluida, son personas que transitan de lo femenino a lo masculino. Nadie que no lo sienta se cambia la identidad. Es un proceso personalísimo y profundísimo”, afirma L’Hoist.
 
Para la diseñadora Martes no ha sido fácil empezar el tratamiento de cambio hormonal. No tanto por el choque interno que supone, sino más bien por el entorno conservador y católico en el que creció. Se casó, tuvo dos hijos y no fue hasta los 46 años cuando decidió dar el paso de hacer con su cuerpo lo que le hacía sentir cómoda y feliz. La iniciativa del Gobierno de la Ciudad es, en palabras de Martes, “un logro de la sociedad civil”. “Ahora vienen otras batallas: el trabajo, la aceptación y que la salud pública pague los tratamientos endocrinológicos”, asegura.

Por Marina Gómez-Robledo / Especial de El País, México

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