Acuciado más que nunca por la presión de una campaña electoral en la que pierde terreno a diario, Obama compareció por sorpresa para explicar a sus compatriotas que los problemas económicos que agobian a los votantes están estrechamente vinculados a la crisis europea y que no podrán resolverse si los líderes europeos no modifican su política actual.
“Si Europa cae en recesión, impactará en nuestro camino hacia la recuperación”, declaró el presidente en la más vigorosa intervención hasta la fecha dentro de una ofensiva para cambiar el rumbo económico europeo, ofensiva que se intensificará en los próximos días en la cumbre del G-20 en México. Obama recordó que “vivimos en un economía global” y advirtió que la insistencia de los gobernantes europeos en medidas de austeridad está desacelerando el crecimiento económico mundial.
El reloj hacia las elecciones presidenciales del 6 de noviembre corre de forma implacable. El candidato republicano, Mitt Romney, está prácticamente igualado en las encuestas y mejora su posición competitiva. El pasado mes de mayo, por primera vez desde que obtuvo la nominación, sobrepasó a la campaña de Obama en cuanto a dinero recaudado, todo un síntoma de que su aceptación entre los sectores influyentes, y también entre los ciudadanos, crece. Obama no está seriamente amenazado desde otros flancos. Su política exterior y de seguridad cuenta con la aprobación mayoritaria. Su vulnerabilidad está centrada en la economía.