El mundo según Maduro

Cada vez que la crisis se torna inmanejable, el presidente venezolano denuncia una conspiración internacional para desestabilizar a Venezuela.

Daniel Salgar Antolínez
20 de mayo de 2016 - 04:51 a. m.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, durante una alocución en la que denunció un plan de la prensa española para actuar en su contra. / EFE
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, durante una alocución en la que denunció un plan de la prensa española para actuar en su contra. / EFE
Foto: EFE - MIGUEL GUTIERREZ

Que el presidente estadounidense, Barack Obama, habló del respeto a las libertades civiles en Venezuela, eso es prueba de un intento de golpe. Que las autoridades estadounidenses detuvieron por narcotráfico a familiares de la primera dama venezolana, eso es un plan para desestabilizar a Venezuela. Que el presidente argentino, Mauricio Macri, dijo que hay que respetar los derechos políticos de los opositores venezolanos, es que está aliado con el imperialismo, fraguando una conspiración. Que Luis Almagro, el secretario general de la OEA, dijo que no respetar el proceso constitucional de referendo revocatorio convierte al presidente en un dictadorzuelo, y que es fundamental para la democracia respetar el poder legítimo del Parlamento, eso pasa porque es un traidor al servicio de la CIA y quiere atentar contra la magnánima democracia venezolana. Que dos diarios españoles publiquen artículos sobre la grave situación de Venezuela y asuman posiciones editoriales al respecto, es que están metidos en una “campaña para preparar condiciones para una agresión” al país.

Y así, casi cualquier cosa que no sea una oda al gobierno venezolano, se convierte automáticamente en una amenaza, en un intento por acabar con el chavismo. Para abril de este año, Maduro denunciaba por lo menos 19 planes para derrocarlo durante los tres años que lleva su mandato. El martes de esta semana se declaró víctima de una conspiración internacional cuyo objetivo es derrocar a su gobierno y denunció una campaña política y mediática en su contra, que busca llevar al país a “una situación generalizada de violencia que sirva como excusa posterior a una intervención militar internacional”.

Este delirio golpista no es nuevo. También el predecesor de Maduro, Hugo Chávez, solía acudir a la amenaza externa y al supuesto plan de golpe en su contra. Lo hizo particularmente desde el fallido golpe de Estado que le dieron en 2002, cuando estuvo temporalmente fuera de la Presidencia y en su lugar asumió Pedro Carmona. Pero la paranoia golpista tiene otra raíz: diez años antes del golpe contra Chávez, en 1992, el mismo Chávez lideró un golpe contra el presidente Carlos Andrés Pérez. No le funcionó y terminó en la cárcel, pero lo catapultó para llegar al poder en 1998.

Chávez solía hablar del golpe en situaciones de crisis y ahora Maduro lo sigue. En medio de una crisis económica, política y social sin precedentes, vuelve con el delirio. Cuando la oposición convocó a marchas para pedir celeridad en el referendo revocatorio contra el presidente, Maduro hizo todo para desviar la atención: dijo que se había detectado un sobrevuelo de aviones estadounidenses en territorio venezolano, que la intención de la oposición era destruir Caracas, y reiteró que el referendo revocatorio es en sí un golpe a la democracia venezolana, a pesar de que se trata de un mecanismo constitucional de consulta popular.

La teoría de la amenaza externa puede servir para generar unidad en un país en crisis, aun cuando dicha amenaza sea una fantasía, una construcción. Pero cuando la amenaza lleva 14 años y no ha pasado nada, ese discurso pierde credibilidad. Venezuela, en general, ha perdido gran parte de su credibilidad ante la comunidad internacional, sobre todo bajo el gobierno de Maduro. El tal golpe se volvió el pan de cada día. Hoy resulta evidente que es un discurso para desviar la atención de los problemas graves del país.

Lo que ha provocado ese discurso es una consternación internacional cada vez mayor sobre la manera como el Gobierno vulnera o ignora los derechos de la oposición, los mínimos de la democracia, las libertades civiles, y como destroza una economía potencialmente rica. A las declaraciones emitidas en este sentido por expresidentes, líderes políticos, organismos internacionales y movimientos civiles, se les suma el nuevo secretario general de la OEA, Luis Almagro, al que no le ha temblado la voz para decirle a Maduro que, si no permite que se realice el referendo revocatorio, como manda la Constitución, se convertirá en un dictadorzuelo más. Ayer la oposición venezolana le solicitó a Almagro invocar la Carta Democrática Interamericana ante la crisis institucional de Venezuela. Si lo hace, ya sabemos qué va a decir Maduro.

El delirio golpista no es un chiste. Con la construcción de una amenaza, el Gobierno justifica la declaratoria de estados de excepción, la suspensión de garantías constitucionales, la detención arbitraria y el encarcelamiento de opositores políticos, la represión con fuerza desproporcionada a manifestaciones opositoras, la expulsión arbitraria e irregular de colombianos de su territorio con la excusa del paramilitarismo, entre otras cosas.

Por Daniel Salgar Antolínez

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