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'Encontré un sacerdote santo'

Este lunes el papa Francisco anunciará la fecha de la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Monseñor Slawomir Oder, quien estudió los milagros realizados por Karol Wojtyla, asegura que fue un ejemplo de cómo vivir en comunión con Dios y uno de los jerarcas de la Iglesia que más figuración mediática tuvo.

Diana Sofía Giraldo* / Especial para El Espectador
29 de septiembre de 2013 - 10:00 p. m.
Monseñor Slawomir Oder, vicario judicial del Tribunal Ordinario de la Diócesis de Roma. / Cortesía
Monseñor Slawomir Oder, vicario judicial del Tribunal Ordinario de la Diócesis de Roma. / Cortesía

En entrevista exclusiva concedida a El Espectador y Cristovisión, monseñor Slawomir Oder, postulador de la causa de canonización del papa Juan Pablo II y vicario judicial del Tribunal Ordinario de la Diócesis de Roma, habló de la transformación espiritual que ha experimentado su vida en los últimos siete años al seleccionar y documentar los milagros de cientos de fieles que han sido marcados por la gracia y la intercesión de Juan Pablo II, los cuales constituyen la base de su canonización, prevista para abril de 2014 y que se anuncia hoy en el consistorio sobre los santos en el Vaticano.

El pasado mes de agosto el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, señaló que el papa Francisco anunciaría este lunes la fecha oficial de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II.

Del conjunto de milagros que llegaron al despacho de monseñor Slawomir Oder procedentes de todo del mundo y atribuidos a Juan Pablo II, se seleccionó el testimonio de Floribeth Mora Díaz, una mujer católica que vive en la localidad de Tres Ríos, en Costa Rica, y quien superó un aneurisma que la tenía entre la vida y la muerte cuando invocó la ayuda del beato.

La investigación y documentación de este milagro para la Santa Sede, estuvo en manos de monseñor Slawomir Oder, quien lo califica de extraordinario e inspirado por el Espíritu Santo.

Durante siete años usted adelantó, en su condición de postulador de la causa de canonización del papa Juan Pablo II, la lectura de los testimonios, cartas y documentos enviados por los fieles para comprobar los méritos de santidad. ¿Cuál es el balance de esta experiencia espiritual?

Todo proceso de beatificación y canonización no es otra cosa que registrar la realidad que Dios escribe y que el hombre debe sencillamente leer. En este caso la indicación del Señor y su orientación fueron bastante rápidos, por eso he podido concluir este proceso rápidamente, porque el Señor ha dado la gracia de poder leer los signos rápida e inmediatamente.

Se enfrentó a una avalancha de cartas y de gracias recibidas que fueron enviadas al Vaticano por los fieles desde muchos rincones del planeta. ¿Cómo fue el proceso de selección del milagro de la costarricense Floribeth Mora Díaz?

Este caso demuestra el valor del trabajo en equipo. Habiendo estado solo no lo habría logrado. Tuve la ayuda de personas que con una gran generosidad, competencia y participación en el proceso, hicieron posible llegar al caso, evidenciado por la señora Floribeth Mora Díaz en el sitio web de la causa de la canonización y en la sección en español, gracias a la ayuda de mi colaboradora en lengua española, María Victoria Hernández. Este era el primer obstáculo, la cuestión del idioma, porque se trataba de individualizar, entre muchos otros casos, éste que parecía particularmente interesante.

¿Que vino después?

Desde ahí se comenzó una aventura muy especial, porque la señora Floribeth Mora Díaz escribió su testimonio de manera anónima, es decir, sin dejar huellas para poder encontrarla o responderle. Los intentos para encontrarla a través de internet no tuvieron éxito, posiblemente porque nuestros correos electrónicos llegaban como basura al correo de ella. Pero algunas indicaciones de su testimonio nos han permitido hacer una investigación al estilo Sherlock Holmes, llegando a la posibilidad de contactarla.

¿Cómo la contactaron?

Ella ha hablado de la presencia de las reliquias en Colombia que fueron confiadas por el cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia (Polonia). Fue a hacer un homenaje floral después de haber sido curada, y desde allí a través de los contactos con el secretario del cardenal, quien se acordó de que había entregado las reliquias al párroco, que era su amigo. Así logramos llegar a la señora Floribeth y se comprobó que era de una zona cercana a su parroquia. Por fortuna, la gratitud de la señora Floribeth fue mucho más allá del homenaje floral al papa, y también asistió a orar al santuario de la Virgen de Ujarrás, ubicado en la población de Paraíso, provincia de Cartago, en Costa Rica, en donde existe una reliquia del beato Juan Pablo II, y durante estas visitas nuestro párroco logró ponerse en contacto con ella. A partir de allí logramos establecer una relación más estrecha con Floribeth, hasta llegar al proceso diocesano.

¿Cómo ha sido la actitud de la señora Floribeth durante el proceso?

Verdaderamente ha dado un testimonio de fe y humildad, con un sentido eclesial muy edificante. Realmente ha hecho honor a su patria, Costa Rica. La señora Floribeth se presentó con mucha sencillez y sin ninguna tentación de protagonismo o vanagloria. Y este fue el primer elemento que notamos en la verificación del primer milagro escogido para la beatificación. Durante el proceso, Floribeth dio un bello testimonio y, a pesar de las dificultades que encontró, sobre todo en la última fase, cuando aquí en Roma ya empezaba a trascender la noticia de que se había individualizado el país y la persona que estaba involucrada en el proceso de canonización, ella ha mantenido el silencio y la reserva, precisamente como se lo pedí yo y se lo pidió la congregación, y sé que esos momentos no fueron fáciles para ella. De todas maneras estoy muy agradecido con ella, mucho más, incluso, porque en todo su comportamiento se notaba que estaba totalmente orientada a la gloria de Dios.

Juan Pablo II usó los medios de comunicación para propagar la fe. ¿Podríamos hablar del primer santo globalizado de la historia?

Ciertamente la vida de Juan Pablo II coincidió con una época en la cual los medios de comunicación se convirtieron en una realidad de nuestra vida cotidiana. Él mismo fue un pontífice muy mediático, no solamente por el hecho de que ha sido, quizás, la persona más fotografiada de la historia, sino sobre todo porque logró establecer con los periodistas y con el mundo moderno un diálogo y una relación muy actual, basada también en la capacidad de usar los instrumentos que le fueron confiados por la Providencia. Entonces era algo obvio y natural que el proceso de beatificación y canonización recurriera a estos instrumentos y fuera sostenido por ellos.

Ustedes abrieron una página web para documentar el proceso de canonización a nivel global.

Me gusta recordar que desde el primer día de la apertura del proceso abrimos un sitio en internet dedicado al proceso, y desde el primer momento hemos tenido un encuentro con el interés de muchas personas. En ese sentido recuerdo que los primeros correos electrónicos, que llegaron el mismo día en que abrimos la causa, provenían de Rusia y de Nueva Zelanda, y esto nos hizo entender que el hecho iba mucho más allá del continente europeo, y probablemente más allá del mundo católico.

Se sumergió profundamente en la vida y en las facetas espirituales e intelectuales de Juan Pablo II y ello lo ha convertido en una de las personas que más saben sobre este santo en nuestra época. ¿Cuáles son las virtudes que los católicos deberíamos imitar en el mundo moderno y que usted investigó?

Hay una frase del evangelio que siempre me ha llamado la atención y me deja casi siempre sin una respuesta: cuando Jesús, hablando con sus discípulos, dice: “¿Y el hijo de Dios cuando regrese a la tierra encontrará todavía esta fe?”. Pienso precisamente que es la fe, el testimonio de santidad de Juan Pablo II. La fe auténtica, la fe que se convirtió en su vida, la fe que no es simplemente el hecho piadoso de orar, no es simplemente un hecho social de pertenencia a una comunidad religiosa de la Iglesia, no es tampoco un rol social que en la historia se reviste de fe. Para él era la vida misma, su vida, su relación con el Señor como hombre de Dios. La fe que ante todo se convierte en caridad, se convierte en el don del encuentro con la otra persona. Él mismo lo decía muy a menudo: que las personas se deben ver desde dentro, desde lo profundo del corazón. Muchas personas que encontré durante este proceso decían que Juan Pablo II tenía la capacidad de penetrar el corazón y mirar a la persona. Decían: “A mí me parecía que me miraba más allá de aquello que es mi exterioridad, sólo mi aspecto”. De hecho, en cada persona veía la imagen de Dios.

¿Qué significo Juan Pablo II espiritualmente en la transformación de su vida durante estos siete años?

Es verdad que estos años del proceso de beatificación y canonización necesariamente debían convertirse para mí en una experiencia que iba mucho más allá de ser sólo profesional. Fue una aventura extraordinaria del encuentro con un sacerdote que ante todo era un sacerdote. Porque en lo profundo de su corazón, más allá de ser obispo, de ser cardenal y de ser papa, Juan Pablo II vivió su vida precisamente como sacerdote. Este sacerdocio tuvo después varias formas históricas para su ejercicio, pero en el fondo era siempre sacerdote y eso lo identificaba y lo hacía convincente. Lo hacía auténtico en su testimonio de fe. Esta es en cierto modo la síntesis de mi encuentro con Juan Pablo II: encontré a un sacerdote y un sacerdote santo.

* Directora de la Fundación Víctimas Visibles.

Por Diana Sofía Giraldo* / Especial para El Espectador

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