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Eurozona, ¿dividida?

La crisis económica que vive el bloque ha puesto sobre la mesa la que se podría considerar una separación entre dos grupos: el de los poderosos, con Alemania y Francia, y, en la otra orilla, el de los países de la zona que no paran de ver números rojos en sus registros y a la cabeza de los cuales está una Italia decaída y endeudada.

Edwin Bohórquez Aya
13 de noviembre de 2011 - 09:00 p. m.

El autoshow de Fráncfort, hace tan sólo dos meses, fue la vitrina perfecta para ilustrar el poder económico con el que cuentan los encumbrados y potentados alemanes en medio de una crisis continental. Los de los costosos Mercedes Benz, los Audi y BMW. Los que consumen un lujo destinado a muy pocos. Los que atesoran en sus casas colecciones de arte y los que no dudan en pedir añadas ilimitadas de vinos y champañas en los restaurantes. Pero su estilo no es ostentoso ni son dados a mostrar en oro lo que representan sus cuentas bancarias. Son más bien discretos, sofisticados, elegantes. Son, sobre todo, buenos inversionistas y ahorrativos. ¡Muy ahorrativos!

Precisamente es esa la cultura que les ha permitido lanzar duras críticas, con argumentos de fondo, a los países que, no muy cercanos a sus fronteras, han gastado más de lo que tienen, como Grecia, Portugal e Irlanda, y ahora, más de cerca, Italia. Y para completar, con algunos asomos, también Francia aparece en el mapa. La cuestión es que, en la austeridad, quien tiene algo de dinero en su bolsillo es rey o quien tiene un buen monto, por decirlo mejor, es quien tiene la sartén por el mango. Y esa es Alemania a estas alturas del partido.

Los análisis de El País de España, Financial Times de Gran Bretaña y Le Figaro de Francia, sólo por citar algunos, cuentan que a los alemanes les preocupa mucho la crisis del euro. Saben que si se ve afectado, como ha pasado, tambalean sus arcas. Y pasa que, entre los vaivenes de los reportes económicos, ya son casi dos años, 24 meses seguidos, de amenazas constantes a la moneda única.

Ángela Merkel, la canciller alemana, defiende la cultura del ahorro y ha sido enfática en que países como Grecia han tenido un gasto muy elevado. Y aunque no ha soltado su bastón de mando para apoyar a la golpeada Atenas, siempre termina repitiendo el mismo comportamiento ante las derivaciones de la crisis: ocultarse tras los procedimientos.

Las proyecciones en economía suelen ser inciertas. Un ministro de Gobierno colombiano acostumbra decir que en este negocio hay dos tipos de tontos: los que se atreven a predecir una tasa de cambio y los que se atreven a creerles. Por eso, a pesar de los nubarrones, a Alemania le sigue brillando el sol. A finales de septiembre, y cuando la turbulencia de los mercados europeos era tamaña tormenta, los reporteros en Roma aseguraron que “la pérdida de confianza entre inversionistas se tradujo en una mayor fortaleza del oro y de los bonos estadounidenses y alemanes”. De nuevo, el reinado de Merkel se fortalece y sale bien librado.

La canciller ha sido catalogada por medios de su región como “la heroína de las cumbres internacionales”. Sus críticos la acusan de “no ser la gran líder y de no haber actuado como debía hacerlo frente a la crisis”. Pero, financieramente hablando, no hay duda de que está al frente de ‘los ricos’ del bloque. Alemania es la primera economía de la Eurozona. La más dinámica. La de los números verdes.

Será por eso que Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, quien dos meses atrás tuvo que soportar todo tipo de críticas cuando se vio forzado a llamar de urgencia a sus ministros porque la crisis había comprado el tiquete rumbo a París, ha pasado “en sólo un mes, de ser visto como el granujilla bling-bling que incumplía todos los objetivos marcados por la Comisión Europea a ejercer como implacable gendarme del rigor y mano derecha de la canciller alemana”, apuntaba el viernes en una de sus publicaciones internacionales el diario español El País. Sucedió que ese mismo día Sarkozy dijo que estaba dispuesto a defender a Europa con “todas (sus) fuerzas”. Y para lograrlo, “hay que encarrilar de nuevo” a Grecia e Italia. Ahí están los dos líderes más poderosos de la Eurozona.

En la otra orilla

Decía la agencia AFP, finalizando la semana que pasó, entre las docenas y docenas de cables que a diario llegan con pronunciamientos políticos y económicos sobre la grave situación que se vive en la Eurozona, que “Grecia, Portugal e Irlanda son tres países que tuvieron que acudir a programas de rescate para evitar el default. Italia tuvo que acelerar por su lado los tiempos para aprobar el paquete de medidas exigidas por la Unión Europea, ante el riesgo de que la crisis derribe también a este país, tercera economía (de la Eurozona), con una deuda de 1,9 billones de euros (120% del PIB)”. En resumidas cuentas, el bloque de países que esperan, con angustia, que sus vecinos ricos no los desamparen.

Y todo esto pasa, lo dicen sus resultados, cuando empoderados líderes no cumplen con la tarea. Silvio Berlusconi, objeto de un extenso artículo escrito por César Ferrari, profesor de la Universidad Javeriana de ascendencia italiana, representa la tragedia de su país. Por eso tuvo que renunciar el sábado pasado. Dice Ferrari, citando a un medio económico internacional, que la deuda italiana es mayor que las de Grecia, Irlanda, Portugal y España juntas.

Y todo parece indicar, como apunta Alberto Carrasquilla, exministro de Hacienda colombiano, que “hubo excesos crediticios amparados por entradas de capital y por marcos regulatorios inadecuados para lidiar con los ágiles y sofisticados mercados financieros del siglo XXI”.

Al final, desde el lado de norteamericano, Tim Geithner, secretario estadounidense del Tesoro, parece tener la más acertada conclusión: “La crisis en Europa sigue siendo el principal desafío para el crecimiento global. Es crucial que Europa se mueva rápido y aplique un plan fuerte para restaurar la estabilidad financiera”. Lo dijo en una reunión de ministros del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC) en Hawái. Y eso, parece, es realmente complicado, pues los críticos más fuertes de la Eurozona aseguran que el gran inconveniente del bloque económico es poner de acuerdo a sus líderes.

Por Edwin Bohórquez Aya

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