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Fin de un dictador

El 30 de mayo en La Haya, Charles Taylor, excaudillo y presidente de Liberia, fue sentenciado a 50 años de prisión.

Ian Smillie*
03 de junio de 2012 - 09:14 p. m.

A excepción de Karl Dönitz, el sucesor por 20 días de Hitler en la Alemania Nazi, Taylor es el primer jefe de Estado en ser acusado, procesado y hallado culpable de crímenes de guerra y contra la humanidad. Significativamente, Taylor fue hallado culpable de planear, proveer y financiar crímenes en Sierra Leona más que en su propio país, extendiendo el concepto de la responsabilidad a través de las fronteras internacionales.

El conflicto en Sierra Leona no fue una guerra civil. No estuvo marcado por el enfrentamiento entre grupos étnicos, no tuvo matices religiosos, no tuvo antecedentes en la Guerra Fría. El Frente Unido Revolucionario (RUF, sus siglas en inglés), que tomó los diamantes sierraleoneses para Charles Taylor a cambio de armas, instrucción y refugio seguro, era una banda de drogadictos mafiosos, muchos de ellos niños soldados, liderados por un psicópata llamado Foday Sankoh. Sankoh lideró a hombres que mutilaron las manos y pies y pechos de civiles para limpiar el camino hacia los campos de diamantes y el poder. El RUF alegaba estar luchando por la democracia, pero cuando la democracia volvió a Sierra Leona, el RUF siguió en su guerra cobarde no contra el Gobierno sino contra los civiles que lo habían elegido. La guerra en Sierra Leona fue dos veces más larga que la Segunda Guerra Mundial. Decenas de miles de personas murieron, la mitad de la población fue desplazada y toda una generación de niños quedó traumatizada.

En el trasfondo de todo esto estuvo Taylor, quien había coaccionado su camino hacia el poder en Liberia en 1997, en una guerra que cobró muchas más vidas que la de Sierra Leona. Taylor presidió una iniciativa que extendió sus tentáculos hasta Guinea y Costa de Marfil, en una serie de conflictos marcados por el terror, la traición internacional y una crueldad incalculable.

Los soldados justifican fácilmente los crímenes de guerra basándose en que recibieron “órdenes”. Muy frecuentemente, en todo caso, son sólo los soldados rasos quienes enfrentan las consecuencias. En este caso sucedió algo diferente. La Corte Especial para Sierra Leona no tuvo los recursos para encontrar y procesar a los soldados, pero buscó a aquellos que cargaban “la mayor responsabilidad”. De estos, Taylor era el más prominente. Y para todas las víctimas de la brutalidad que él fomentó en África Occidental durante más de una década, este juicio y sus resultados son poderosos recordatorios de que a veces, en un mundo de criminalidad y sufrimiento, puede hacerse justicia.

Ian Smillie* Primer testigo en el juicio contra Charles Taylor. Es autor de Piedras con sangre. Avaricia, corrupción y guerra en el comercio internacional de diamantes.

Por Ian Smillie*

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