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Francisco, el hombre de la pacificación

Con su histórico viaje, el sumo pontífice se consagra como el líder espiritual más importante del momento. Su opinión no sólo influye en asuntos de la Iglesia y su voz se hace escuchar en delicados temas políticos. Sus discursos todavía resuenan hoy en ambos países.

ANGÉLICA LAGOS CAMARGO
27 de septiembre de 2015 - 02:00 a. m.
El papa Francisco habla desde el balcón de la oficina del líder republicano John Boehner, quien no ocultó la emoción. / Reuters
El papa Francisco habla desde el balcón de la oficina del líder republicano John Boehner, quien no ocultó la emoción. / Reuters

Cada día, desde el 13 de marzo de 2013, Francisco se levanta a las 4:30 de la mañana en la habitación 201 de la residencia de Santa Marta en el Vaticano. Allí reza, luego dice misa, desayuna y el resto del día —cuando la agenda lo permite— se dedica a la diplomacia y el poder, temas en los que se mueve con gran habilidad.

Su libro de cabecera, dicen sus biógrafos, es La estrategia de la aproximación indirecta, escrito por el estratega británico Basil Liddell Hart, el cual expone algunas reglas para abordar conflictos. Una de ellas, que el papa sigue al pie de la letra, señala que para llegar al centro es mejor hacerlo desde la periferia, de esa manera se debilita la resistencia ajena antes que quebrarla. Con esta máxima, el papa emprendió su viaje a Cuba y Estados Unidos.

En la isla, Francisco no se reunió con la disidencia cubana, tampoco habló del embargo ni criticó a los Castro, como muchos lo esperaban. Por los laditos, como aconseja Liddell Hart, instó a Cuba a seguir avanzando en la normalización de relaciones, “siendo un ejemplo de reconciliación para el mundo”, señaló.

Aunque habló como pastor, como líder religioso, como padre y profeta, dejó claro que tiene una agenda geopolítica. Desde Cuba, Francisco consagró la diplomacia vaticana que apunta a consolidar procesos de paz, al contribuir a sellar el acuerdo sobre justicia transicional en La Habana, clave para firmar la paz en Colombia. “Las palabras del papa el domingo en Cuba fueron fundamentales, porque al enviar un mensaje claro, en el que advertía a Colombia que no puede permitirse otro fracaso, se aceleró el proceso para sellar un acuerdo de paz”, aseguró en una charla con la prensa Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de San Egidio, el movimiento católico que facilitó los contactos entre la guerrilla de las Farc y la Santa Sede.

José Manuel Vidal, director del portal Religión Digital y experto en asuntos del Vaticano, en diálogo con NTN24 resaltó que con el mensaje al pueblo de Colombia, el pontífice se confirma “como un puente para la resolución de conflictos usando el diálogo como herramienta para llegar a la paz”.

El jefe de la Iglesia católica y sus más cercanos consejeros habían sido informados con tres días de anticipación sobre el alcance del acuerdo. Por eso “el papa está seguramente muy contento por el acuerdo anunciado en Cuba”, señaló el portavoz vaticano, Federico Lombardi. “Todos estábamos esperando el acuerdo”, añadió. Francisco, gran conocedor de la política, sabe muy bien el impacto de cada una de sus palabras. “Desde hace 20 años mantenemos contactos con las Farc. Nos han usado como palomas mensajeras para la paz”, contó el historiador Gianni La Bella, de la Comunidad de San Egidio, quien entregó al papa en mayo y agosto dos misivas de la guerrilla comunista en las que la organización garantiza su voluntad de llegar a la paz y pide su intervención. El papa ya ha ofrecido sus buenos oficios en otros conflictos: Siria, Oriente Medio, y le ha escrito al presidente ruso, Vladimir Putin. En la región, según sus asesores, quisiera ver a América Latina unida. Por eso envía a su secretario de Estado, Pietro Parolin, a mediar en delicados temas como la crisis en Venezuela, los problemas limítrofes entre Bolivia y Chile, los problemas migratorios de Haití, etc. Su éxito más emblemático, sin embargo, es el deshielo entre Cuba y Estados Unidos, tema que devolvió a la Iglesia al centro de la política global. Con ese logro, Francisco ya se ganó el respeto mundial.

Algo evidente en su gira por Estados Unidos, en donde no sólo fue recibido con todos los honores por el presidente, Barack Obama; también fue escuchado por primera vez en la historia por los legisladores de la primera potencia política y militar del mundo. Allí les pidió aceptar a los inmigrantes y combatir el cambio climático, en clara sintonía con el programa político de Obama, que no ha logrado superar la oposición a sus políticas en ese recinto.

Allí su tono de pastor fue un poco más político: pidió diálogo entre enemigos y audacia para romper inercias históricas, habló sobre la violencia provocada por el fundamentalismo religioso e instó a los congresistas a tener mesura a la hora de luchar contra ella.

“Los congresistas deberían pensar sobre lo que el papa dijo, no en lo particular, sino en la proposición general de que deberíamos estar abiertos unos a otros, de no satanizarnos, de no asumir que tenemos el monopolio de la verdad”, señaló Obama tras el histórico discurso.

La voz de Francisco, incómoda para la mayoría de republicanos, conmovió hasta las lágrimas al tercer hombre más poderoso del país, John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes. Devoto católico, Boehner fue visto el jueves llorando copiosamente durante el discurso que el papa pronunció ante el Congreso, y en especial cuando acompañó al pontífice al balcón de su oficina para que saludara a la multitud reunida en los jardines.

Un día después renunció. “Es mi opinión que una prolongada confusión en el liderazgo provocaría irreparables daños a la institución. Por ello renunciaré a la presidencia y a mi banca del Congreso el 30 de octubre”, expresó. Boehner, legislador desde 1991 y presidente de la Cámara Baja del Congreso desde 2011, se encontraba bajo una fuerte presión de los sectores más conservadores del Partido Republicano. Desde el surgimiento del Tea Party (el ala ultraconservadora de ese partido) en 2010, el legislador nunca pudo controlar una rebelión que toma más fuerza con el paso de los días.

“Posiblemente comprendió que era su última gran ceremonia como orador y el toque final de una larga carrera política que comenzó en el Capitolio de Ohio”, explicó The New York Times. “Los estadounidenses merecen un Congreso que lucha por una oportunidad para todos, sin favoritismo alguno”, explicó Michael A. Needham, del Heritage Foundation, al NYT. “Boehner se interponía en el camino”, concluyó. ¿Ecos del discurso de Francisco?

Por ANGÉLICA LAGOS CAMARGO

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