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Las huellas del tifón en Filipinas

Una oficial de Acnur en el país asiático habla de los estragos de la catástrofe natural.

Daniel Salgar Antolínez
17 de enero de 2014 - 05:10 a. m.
Refugios provisionales para los afectados del tifón Hayan en Filipinas. / Acnur
Refugios provisionales para los afectados del tifón Hayan en Filipinas. / Acnur

“Es difícil imaginar la devastación que ha causado el tifón. Antes de llegar a Tacloban y Guiuan había visto las fotos en la prensa, como todo el mundo, pero estando allí te sobrecoge la destrucción total de ciertas áreas. El viaje de Tacloban a Guiuan dura unas 4 horas en auto, cada pueblo en el camino ha sido afectado, con la mayoría de las casas arrasadas por el fuerte viento y por el tsunami que vino después del viento. Es un área de cultivo de nuez de coco y a kilómetros se ven palmeras destrozadas como si fueran cerillas rotas. Tomará años reconstruir y replantar las palmeras antes de que puedan tener una nueva cosecha”.

Esas son las palabras de Karin de Gruijl, oficial del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en Filipinas, quien en los últimos días ha estado recorriendo el país asiático, coordinando la operación de Acnur y analizando los impactos secundarios que dejó el tifón Hayan, también llamado Yolanda, que pasó hace poco más de dos meses por el centro de Filipinas y ocasionó una de las peores catástrofes naturales del año pasado.

Gruijl dice que es impresionante ver cómo la gente se levanta para limpiar los escombros, rehacer sus hogares, sus pueblos, y reiniciar sus vidas después de la tragedia. ACNUR ha distribuido carpas, mantas, bidones y utensilios para cocinar, para ayudar a las personas que perdieron todo. La comunidad internacional, a través del sistema de Naciones Unidas y bilateralmente con el gobierno y las fuerzas armadas, hace lo posible para que llegue la ayuda humanitaria a todas las áreas afectadas. La comunidad humanitaria presentó hace poco su Plan de Respuesta Estratégica para la ayuda humanitaria hasta noviembre de este año, según el cual todas las organizaciones necesitan unos US$791 millones, sobre todo para vivienda y para restablecer los medios de vida, de los cuales un 30 % ha sido financiado ya.

Sin embargo, los impactos secundarios del tifón son demasiado grandes y dejan un trauma difícil de superar. “En algunos pueblos, o “barangays” como los llaman aquí, solo quedan escombros, sobre todo en los lugares cerca del mar. Cerca 14 millones de personas han sido afectadas por el tifón, incluyendo a más de 3.8 millones que han sido desplazadas por el desastre. Este número incluye a unas 102,000 personas que todavía están en los centros de evacuación. Muchos de estos centros se encuentran atestados de gente en condiciones sanitarias muy malas. Además, alrededor de 1.1 millones de casas han sido totalmente destruidas o parcialmente dañadas. El saldo de fallecidos llega a los 6,000 y el de desaparecidos a los 1,776”, dice Gruijl.

El tifón Hayan dejó todo el área sin luz y aún hoy no hay electricidad en muchos pueblos, lo cual aumenta la inseguridad. Acnur distribuye lámparas solares a las familias que aún viven en la oscuridad. Gruijl dice que la genta aprecia mucho esas lámparas, porque no solo dan suficiente luz para sentirse más seguros, para que los niños pueden estudiar de noche… etc, sino que también se pueden utilizar para cargar un teléfono móvil, que es el principal medio de comunicación de la gente allí.

A pesar de los esfuerzos, una oleada de inseguridad ha llegado después de la tragedia, sobre todo contra mujeres y niños. La trata de personas también ha crecido mientras las autoridades están enfocadas en la reconstrucción del país. El Alto Comisionado ha pedido el despliegue de más mujeres policías a estas áreas y comenzó un programa de entrenamiento para las policías y personal del ejército en las áreas afectadas por el tifón. Para combatir el riesgo de trata y aumentar la protección para mujeres y niños, Acnur tiene el apoyo de grupos especializados de protección dispuestos por la policía en los pueblos, aeropuertos locales y algunos puertos marítimos.

Inmediatamente después del tifón, las necesidades más urgentes incluían comida, agua potable, atención médica, refugios de emergencia y limpieza de escombros. Aunque algunas de esas necesidades se cubren ahora parcialmente, la vivienda sigue siendo una necesidad urgente. “Hay que trasladar a las personas que siguen en los centros de evacuación y hay millones de afectados que tienen sus casas destruidas o dañadas. Las agencias humanitarias como el Acnur proveen carpas y lonas de plástico para un abrigo de emergencia, pero es claro que hace falta una solución más duradera para viviendas más permanentes”.

Además de la vivienda, es urgente agilizar la sustitución de la documentación civil que la gente perdió durante el tifón. Un 42% de los pueblos entrevistados indicó la perdida de documentación como uno de sus principales problemas. Sin papeles, la gente a menudo no tiene acceso a los servicios básicos o pensiones, además de correr un mayor riesgo de ser explotados o caer como víctimas de trata.

¿Cuánto tiempo pasará hasta que se borre la huella del tifón Hayan? Es una pregunta difícil para Gruijl. Dice que pasarán varios años antes de que se complete la reconstrucción de las casas, la infraestructura, los medios de vida en la agricultura y la pesca. “Por ejemplo, las palmeras de nuez de coco, pasarán entre 7 y 8 años hasta que crezcan para dar su fruta. También hay un efecto psicológico, el trauma que la genta ha sufrido tanto por la fuerza del viento, de unos 315 km por hora, y la ola de 15 metros que vino después. Creo que no lo van a olvidar nunca”.

En medio de tanta devastación, una de las cosas que más ha impactado a Gruijl es la capacidad de los filipinos para levantarse después de la tragedia. “Cuando llegué a Tacloban, al salir del aeropuerto, que también está destruido, me quede asombrada por toda la devastación. Dos mujeres que pasaron y que vieron mi cara de asombro, me sonrieron y me dijeron: ‘nos levantaremos de nuevo’. Estoy segura que lo harán”.

Por Daniel Salgar Antolínez

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