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La independencia hipotecada

En los últimos meses varios analistas indagan si la crisis de Ucrania y la anexión de Crimea a Rusia —con un 97% de aprobación en el referendo— marcan el inicio de una nueva Guerra Fría.

Beatriz Miranda Cortés
24 de abril de 2014 - 03:33 a. m.
Slavyansk, una de las ciudades ucranianas prorrusas, está sitiada por los militares. / AFP
Slavyansk, una de las ciudades ucranianas prorrusas, está sitiada por los militares. / AFP
Foto: AFP - KIRILL KUDRYAVTSEV

Mientras otros afirman que la lógica de ésta nunca terminó. En el auge de la crisis ucraniana se especuló sobre la posibilidad de que Rusia instalara bases militares en algunos países latinoamericanos. Si así fuera, se podría afirmar que los cálculos políticos de los protagonistas de la crisis es la misma: meterse en la zona de influencia tradicional del otro. Es importante recordar que “los orígenes de la Guerra Fría se entrelazan con el apoyo occidental a la agitación nacionalista en las áreas del Báltico y en Ucrania occidental”.

Desde el “fin de la Guerra Fría”, Estados Unidos rompió uno de los acuerdos tácitos con Rusia: la no expansión de la OTAN. Esto fue posible mientras se relacionó con líderes rusos débiles. Solamente a partir de 2002, con la llegada de Vladimir Putin al frente del gobierno ruso, se registraron cambios estratégicos. El Estado ruso reapareció como jugador global al demostrar que la Federación Rusa aún disponía de importantes indicadores para intervenir en el sistema internacional como una potencia influyente, sobre todo en términos políticos y militares.

El problema central radica en la resolución de Putin de cambiar la política exterior de la Federación Rusa. De la “no confrontación” con Occidente, sobre todo con Estados Unidos, y de la primacía de la diplomacia económica, pasó a defender los intereses nacionales mediante una política exterior más activa, amenazando intereses estratégicos de Washington.

Raúl Zibechi afirma que “la torpe actitud estadounidense y de Bruselas de apoyo a los neonazis ucranianos forma parte de una estrategia consistente en reconstruir la Cortina de Hierro en 2014 y aislar a Europa de todas las actuales dinámicas de los países emergentes que nos unen a Rusia, como Ucrania nos unía a Rusia” (Geab Nº 83, 15/3/14).

Más allá de los orígenes de la crisis ucraniana y su evolución, la fisura que se abre pone en evidencia la debilidad militar y política de la Unión Europea, la alianza estratégica entre China y Rusia, y un avance indiscutible de la OTAN en los países del Este europeo, incumpliendo el compromiso de Estados Unidos con Rusia.

La situación es crítica y ojalá la salida diplomática sea efectiva, pero la lógica de la disputa es la de correlación de fuerzas. Ucrania podría tener en un futuro cercano una base militar de Estados Unidos, ya instaladas en varios países del Este europeo. De esa forma persigue el objetivo de cercar y aislar a Rusia, así como en Suramérica intenta, con bases militares esparcidas por el continente y con la reactivación de la IV Flota, neutralizar a Brasil. Lamentablemente, la independencia de Ucrania fue hipotecada por Occidente.

Por Beatriz Miranda Cortés

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