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Intervención francesa en Malí

El viernes 11 de enero de 2013 Francia inició un nuevo conflicto armado que muchos llaman guerra.

Florent Frasson-Quenoz*
18 de enero de 2013 - 11:53 a. m.

Esta “guerra” se parece a otras que todos conocemos: intervención en Libia, en Cote d’Ivoire, en Afganistán. Pero también se parece a las intervenciones francesas de la Guerra Fría, a las intervenciones en Chad (en 1986), en Congo (en 1978), en Gabón (en 1964). En fin, se parece mucho a las cerca de 40 intervenciones que Francia realizó en África con el apoyo político de la “comunidad internacional” desde las primeras independencias de los Estados africanos a finales de los años 1950.

La semejanza entre esta intervención y las del pasado es la principal dificultad política para su justificación. A nivel interno, el presidente francés debe enfrentarse a una contestación de la izquierda de su propio partido, de los comunistas y de la extrema izquierda y explicar que no se trata de una guerra colonial. A nivel internacional, la dificultad reside en el hecho de que, en caso de dar un paso en falso, el riesgo de que la imagen del país pase de ser la de un liberador a la de un abusador es mayor.

Desde hace 20 años, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos han tratado de cambiar su imagen de potencia imperialista evitando las intervenciones y poniendo a los africanos en primera línea en los combates, tanto políticos como militares, para la estabilidad y la seguridad en el continente africano. En el caso de Malí, las negociaciones entre malienses, entre Estados africanos ribereños y entre los africanos en general, en el seno de la organización regional CEDEAO o de la organización continental UA y de la organización global ONU, habían sido privilegiadas por todas las potencias involucradas en la crisis. Esta preferencia dada a las negociaciones africanas había tenido algunos resultados positivos desde el inicio de la crisis en abril del 2012, los más notables: la terminación del mando de la junta militar golpista liderado por el Capitán Sanogo y el retorno a un orden casi constitucional en Mali.

Sin embargo, las negociaciones no permitieron llevar a los grupos armados ilegales del norte de Malí, en su mayoría compuestos por los Tuareg originarios de esta zona (Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), Ansar Dine) y a los grupos armados ilegales provenientes de los países vecinos (El Movimiento para la Unicidad y el Yihad en África del Oeste (Mujao), Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI)) a una solución política del problema de división del país entre el Norte y el Sur. Es más, los grupos provenientes del extranjero se aprovecharon de los retrasos en la definición de un plan de acción político y militar claro por parte de los africanos para organizarse y atacar la línea de separación tácitamente admitida entre norte y sur a principios de este año.

En estas condiciones que Francia decidió intervenir sola, pero con el respaldo legal de un llamado oficial del presidente maliense interino, sin la ayuda directa de sus socios internacionales usuales Gran Bretaña y Estados Unidos. Sin embargo, la mayoría de la “comunidad internacional” no se ha quedado silenciosa. Además del respaldo político de EE.UU., Alemania, España se suma el respaldo de la gran mayoría de los Estados africanos directamente involucrados: Cote d’Ivoire, Burkina Faso, Senegal, Níger y hasta la ayuda de un Estado históricamente reacio frente a las intervenciones extranjeras, Argelia, quien aprobó el sobrevuelo de su territorio por parte los aviones de guerra franceses.

Si el respaldo a esta intervención es tan amplio, a pesar de su apariencia imperialista, es porque la crisis maliense no es una simple crisis nacional sino una crisis internacional multidimensional que podría tener consecuencias graves para el orden internacional africano y europeo tal como existe en la actualidad.
El respaldo argelino se explica por la presencia de los grupos AQMI y Mujao, dos grupos que tienen sus raíces ideológicas en los movimientos islámicos argelinos de la guerra civil de los años 1990 y que todavía en la actualidad están compuestos por buena parte de combatientes argelinos a los cuales se suman voluntarios internacionales para el Yihad provenientes de África (Mauritania, Níger, Libia, Nigeria) y de más allá (medio oriente notablemente).

El respaldo de los europeos se explica por la presencia de estos grupos islámicos pero también por la multiplicación de los tráficos internacionales que se desarrollan en este país desde hace una década. Estos tráficos son múltiples. Pequeños tráficos transfronterizos de gasolina, de productos alimenticios y hasta de alcohol; que se suman a tráficos internacionales de personas (migrantes con destino a Europa o “trata de blancas”), de armas salidas de los stocks del régimen de Gadafi, y también de cocaína proveniente de Suramérica, de Colombia vía Venezuela y Brasil.

El tráfico de droga es otro tema de preocupación transversal. Desde que EE.UU. ha logrado reforzar su vigilancia en el Caribe, pero también desde que el crecimiento del mercado estadounidense ha mostrado algunos limites, África se ha vuelto una solución logística y mercantil muy interesante. Desde el golfo de guinea por barco, o directamente en el norte de Mali por avión, esta zona desértica de aproximadamente 500.000 km2 se ha transformado en una nueva e importante zona de tránsito de la cocaína con destino a Europa, a Asia o directamente a África. Es por esta razón que muchos respaldan oficialmente -o tácitamente- la intervención solitaria de Francia.

Sin embargo, esto oculta las razones profundas de esta crisis. Enumeradas de manera rápida son: la falta solución concreta para la minoría Tuareg del norte desde la independencia del país en 1960, la falta de proyecto de convivencia nacional entre las diferentes comunidades religiosas del país, la falta de un proyecto económico viable que permita a todos de vivir en condiciones dignas, la incapacidad de los Estados africanos a tomar las decisiones necesarias para evitar que no solamente aparezcan conflictos internos de esta gravedad sino también para evitar que potencias extranjeras se involucren en estos asuntos.
Por ahora, el futuro parece sombrío. No existen buenas guerras. Si la intervención francesa ha sido salvadora para el Estado maliense actual, la configuración del terreno táctico y político no nos permite imaginar una salida próxima. Los algunos 3.000 combatientes irregulares del norte de Mali podrán fácilmente esconderse de los 2.500 soldados francés mandados tras ellos, el respaldo y la presencia de un ejército africano será indispensable para poder lograr una estabilidad a largo plazo y, sin la presencia de un ejército maliense digno y comprometido con su deber de protección de la integridad territorial del Estado y de la integridad física de los malienses, entonces, el país no podrá salirse del ciclo de violencia iniciado en este principio de año.

 

* Phd., Investigador del CIPE (observatorio África) Universidad Externado de Colombia.

Por Florent Frasson-Quenoz*

 

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