El camino de Juan Pablo II hacia el sitial de los santos alcanzó una meta importante y necesaria para su destino final. Benedicto XVI validó con su firma el decreto que atribuye un milagro a su predecesor, una condición inviolable para otorgarle el título de Beato. La ceremonia tendrá lugar el próximo 1° de mayo, según lo anunciado por el Vaticano, el primer domingo después de la Pascua.
Desde los funerales del sumo pontífice, fallecido el 2 de abril de 2005, sus seguidores cantaban la proclama de !Santo súbito! (!Santo ya!). Su huella dentro de los feligreses se había fortalecido a lo largo de los 27 años que permaneció como máximo jerarca de la Iglesia católica. Incluso, Joseph Ratzinger, quien antes de convertirse en Benedicto XVI presidió su velorio, derogó ad personam la norma del Derecho Canónico que establecía un plazo mínimo de cinco años después de la muerte de una persona para que se le pueda incluir en el proceso de beatificación.
Sin embargo, dentro de las normas eclesiásticas, Karol Wojtyla (Juan Pablo II) debía demostrar que en su calidad de Venerable dentro de la Iglesia y más allá del mundo terrenal, podía hacer milagros en la Tierra. Para el caso, su capacidad milagrosa tuvo su prueba en sor Marie Simon Pierre, una monja francesa que sin explicación diferente a la acción celestial de Wojtyla se curó de párkinson, el mal que justamente minó la salud del sumo pontífice durante sus últimos años de vida.
La salud de la hermana Marie Simon se complicaba a diario por la acción degenerativa de la enfermedad y sus compañeras de convento oraban a diario a Juan Pablo II para que la socorriera en su dolor. Un día de 2007, en la intimidad de su habitación y siguiendo la recomendación de su madre superiora, Simon intentó escribir en un papel el nombre del Papa fallecido, cuando en un intento anterior su mano no le había dado para más que trazar un garabato. En el cuarto todo se volvió sublime e inexplicable y con el llegar de la mañana la salud plena volvió a su cuerpo.
Teólogos, psiquiatras y neurólogos analizaron el caso para llegar a la conclusión de que se trató de un milagro, el requisito más importante para la beatificación y que a su vez se sumó al testimonio de más de 130 testigos sobre los buenos oficios de Wojtyla y al análisis de todos los documentos publicados a su nombre.
Con la noticia de su próxima beatificación, Ratzinger acalló los rumores que decían que el rumbo a la santidad que lleva el nombre de Juan Pablo II podría verse truncado por el presunto encubrimiento de los crímenes pederastas cometidos por el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, durante su papado. Ahora, para ser canonizado y alcanzar el título de Santo, se le debe atribuir un nuevo milagro y esperar a que la Iglesia lo avale.