La junta militar de Tailandia cumplió hoy un año en el poder tras el golpe de Estado incruento con un férreo control de la seguridad y un suspenso en libertades, reconciliación y en materia económica.
"Estoy satisfecho si lo tenemos que evaluar", afirmo el también jefe de la junta militar y primer ministro, Prayuth Chan-ocha, según el diario Bangkok Post.
"No estoy orgulloso de estar en esta posición. ¿Por qué tengo que estar aquí? ¿Por qué no resolvisteis vosotros los problemas antes? ¿No fuisteis elegidos?", dijo Prayuth en una letanía dirigida a administraciones previas.
El Consejo Nacional para la Paz y el Orden (NCPO, en sus siglas en inglés), nombre oficial de la junta militar, presume de su control férreo de la seguridad, aunque haya sido a costa de decenas de detenciones sin cargos y limitar la libertad de expresión y manifestación.
Tan sólo grupos aislados se han atrevido a desafiar la prohibición de manifestaciones de más de cinco personas vigente y salieron hoy a las calles para denunciar el régimen militar.
Uno de ellos, dirigido por el abogado Anon Numpa, presentó una demanda ante el tribunal criminal contra Prayuth y los otros generales implicados en la asonada, a los que acusa de tomar el poder ilegalmente.
"Queremos que esto marque un precedente para que no haya más golpes de Estado en Tailandia", indicó a Efe Anon.
Durante la marcha la Policía detuvo a Punsak Srithep, activista y padre de un manifestante muerto en 2010 durante unas protestas disueltas violentamente por el Ejército.
Hace doce meses, Prayuth, entonces jefe del Ejército, se encontraba sentado en un cuartel militar con miembros del Gobierno y de los líderes de las protestas antigubernamentales que habían ocupado la capital durante meses.
Al no llegar un acuerdo tras dos días reunidos, Prayuth anunció que tomaba el poder y ordenó la detención provisional de todos los presentes, quienes fueron liberados a los pocos días tras firmar un documento por el que se abstenían de participar en actividades políticas.
Prayuth, que unos meses antes descartó una asonada, dijo que la decisión fue improvisada ante la espiral de violencia en las calles y la falta de seguridad, algo que niegan sus adversarios políticos.
El ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto en el anterior golpe militar en 2006, acusó a las fuerzas armadas y al Consejo Real de organizar las protestas en contra del Gobierno de su hermana, Yingluck, y de planificar el golpe de Estado.
"Puede que las fuerzas armadas admiren la democracia de Myammar (Birmania). Pero eso está acabado hasta en Myanmar", señaló en una entrevista en Seúl Thaksin, que vive en el exilio desde 2008.
Según sus críticos, Prayuth no sólo rompió su palabra al asestar el golpe de Estado, sino que ha incumplido la mayoría de sus promesas, como la de conseguir la reconciliación nacional, acabar con la corrupción o solucionar el conflicto separatista en el sur musulmán.
"El problema es que no hay libertad de expresión o asamblea. Dicen que quieren reconciliación, pero la gente no es libre para expresar sus opiniones o celebrar conferencias, tampoco los partidos políticos son libres", resumió a Efe Phil Robertson, subdirector de Human Rights Watch (HRW) en Asia.
Robertson valoró que la junta haya decidido celebrar un referéndum el año que viene para aprobar la Constitución, pero recordó que los uniformados controlan todo el proceso de reformas y la Asamblea Nacional.
HRW también calificó de mero maquillaje que las autoridades revocaran en casi todo el país la ley marcial el pasado 1 de abril, mientras que Prayuth tiene poder absoluto en virtud de la Cláusula 44 de la Constitución interina, que también le otorga inmunidad.
Bajo Prayuth, al menos 751 personas han tenido que comparecer ante la junta y 124 civiles han sido juzgados en tribunales militares, al tiempo que han aumentado los juicios por lesa majestad.
La crisis actual se remonta a la asonada de 2006 contra Thaksin y tiene lugar en un momento en que los militares quieren controlar la sucesión de la Corona ante la delicada salud del monarca, Bumibhol Adulyadej, de 87 años.
Aunque con matizaciones, Thaksin y sus partidarios cuentan con el respaldo mayoritario de las zonas rurales del país y han ganado todas las elecciones desde 2001, mientras que sus oponentes son gran parte de las clases urbanas, el electorado sureño y la élite cercana a la monarquía.