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Kenia: un aliado valioso para Obama

El crecimiento de la influencia china en África (tiene inversiones en el 41% del continente) impulsa a Estados Unidos a acercarse a su clase media en aumento y a intervenir en temas como los derechos humanos y la corrupción. El presidente visita ahora Etiopía.

Redacción Internacional
27 de julio de 2015 - 12:27 a. m.

Para el público multitudinario que escuchó los discursos del presidente estadounidense Barack Obama en su visita de dos días a Kenia, la exigencia sentimental de su viaje era indudable: sus raíces familiares se enclavan allí, su padre era keniata. Por eso los analistas dijeron que en realidad su viaje no era una visita sino una vuelta a casa. Esa primera interpretación es válida, pero insuficiente. Como jefe de Estado, Barack Obama visitó Kenia porque representa un interés para Estados Unidos y para el desarrollo de su economía. África, un continente en pleno avance económico y con un sistema democrático en progreso (con los vicios propios de dicha evolución: corrupción, dictaduras, rivalidades étnicas), es una promesa para Estados Unidos y también para China. El gobierno comunista ha invertido en 41% de los países del territorio y Estados Unidos no quiere quedarse atrás.

A eso viene una de las primeras noticias que dio Obama durante su visita: gracias a su mediación, empresas y donantes en EE.UU. entregaron US$1.000 millones para impulsar empresas en Kenia. El desarrollo de ese nicho permitirá que la clase media keniata, compuesta sobre todo por jóvenes (60% de los habitantes tienen menos de 24 años), tenga una oportunidad de empleo. La donación, por supuesto, está impulsada por un aire político: la economía de Kenia, a pesar de la corrupción, promete crecer 6% durante 2015. El año pasado, en la reunión de líderes de África y Estados Unidos, el tema principal fue la “inversión en la próxima generación”: Estados Unidos es consciente de que para 2034 la gente entre 15 y 24 años en África sumará 330 millones. Por eso, porque 41% de la población juvenil del mundo será africana en dos décadas, en uno de sus discursos Obama saludó en sheng (una lengua que combina el inglés y el swahili, y que la clase media de Nairobi suele usar): “¿Cómo están, chicos?”.

Al respecto, los periodistas Pablo Ximénez y Sebastián Ruiz escribieron este fin de semana en El País de España: “En 2009, el gigante asiático (China) superó a EE.UU. como socio comercial de África. Ante este auge, la potencia americana intenta competir denunciando la política de tierra arrasada de las explotaciones chinas y ofreciendo su cooperación en materia de seguridad y desarrollo democrático, algo que no está en la agenda de Pekín”. Por supuesto, ninguna de esas dos fórmulas está en la agenda de Pekín: con el proyecto de crear la represa más alta del mundo en Shuangjiankou y proyectos de infraestructura corriendo en medio mundo, numerosos activistas y ciudadanos culpan a China de acabar con el medio ambiente y el patrimonio cultural. En el avance democrático tampoco resulta un ejemplo: hace tres semanas más de 300 abogados de derechos humanos fueron encarcelados por el Gobierno y seis se encuentran desaparecidos. Estados Unidos va a África, entonces, a ofrecer cierta fórmula de felicidad: democracia, respeto al gasto público y a la diferencia y atención a la juventud, que es el futuro.

Por eso Obama tuvo la confianza de hablar sobre los derechos de los homosexuales ante el presidente keniata, Uhuru Kenyatta, y comparó la discriminación a que son expuestos en África con el irrespeto a los negros en Estados Unidos. Por esa razón, también, sintió que lo escucharían cuando recordó que “la corrupción no es exclusiva de Kenia, pero la realidad es que la corrupción se tolera demasiado a menudo porque así es como siempre se hicieron las cosas”. Impuso discurso en otros corolarios: los derechos de las mujeres, el futuro económico de África (que depende, en buena parte, de su buen comportamiento democrático, dijo Obama), el tribalismo (“una política condenada a dividir un país”) y la desgracia de la población joven y empobrecida por la que el gobierno keniata debería preocuparse.

La fijación de Obama en África es antigua: más allá de sus raíces (y de lo bien que, dice, se sentiría recorriendo Nairobi sin sus guardaespaldas, como en los viejos tiempos), la región ha significado para Estados Unidos un estadio de progreso. La seguridad del continente frente a los ataques de grupos extremistas (como Al Shabab, que de hecho atacó en Somalia por los días de su visita) es otra de sus ansias. EE.UU. ofrece protección y dinero y democracia. Más que un viejo recuerdo, África es para Obama un futuro que debe moldear.

Por Redacción Internacional

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