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¿Qué le espera a Brasil con el “impeachment”?

No es sólo la presidenta quien encara graves cambios en su posición. Políticos como Lula da Silva, Eduardo Cunha y Aécio Neves también esperan salir bien librados de esta tormenta perfecta.

Beatriz Miranda Cortés
11 de mayo de 2016 - 02:00 a. m.
Manifestantes protestaron contra Rousseff el pasado lunes, cuando Maranhão decidió cesar su proceso. / EFE
Manifestantes protestaron contra Rousseff el pasado lunes, cuando Maranhão decidió cesar su proceso. / EFE
Foto: EFE - SEBASTIÃO MOREIRA

El lunes, Brasil vivió un clima de tensión y de incertidumbre debido a la decisión intempestiva del presidente interino de la Cámara de Diputados, Waldir Maranhão, de anular las sesiones del plenario de la Cámara ocurridas en los días 15, 16 y 17 de abril. Maranhão consideró que existían vicios en el proceso de impeachment contra la presidenta, Dilma Rousseff, lo que supuestamente habría producido la suspensión de la histórica sesión del Senado de hoy. Pero tan pronto amaneció en Brasil, Maranhão decidió reversar su decisión y dejar el proceso imperturbable.

Por eso, hoy el Senado decidirá el alejamiento de Dilma Rousseff del cargo por 180 días. En caso de aprobarlo, el vicepresidente Michel Temer tomaría el poder mientras ella es juzgada.

La actitud de Maranhão abrió un debate nacional y un capítulo de enfrentamiento entre la Cámara y el Senado, y pone una vez más en tela de juicio el proceso de destitución de la mandataria brasileña, cuyo trámite ha tenido (y tendrá) un fuerte impacto en la economía nacional. Para expertos como Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano, “sólo el poder judicial podría equilibrar la situación errática del país, representada por un Congreso incompatible con la séptima economía del mundo”. Mientras tanto, el Departamento de Estado dice confiar en la madurez de las instituciones brasileñas para resolver esta crisis.

El mismo lunes, Guido Mantega, exministro de Hacienda de Dilma Rousseff, fue llevado a declarar por la Policía Federal en el marco de la operación Zelotes, que desde marzo de 2015 investiga un esquema de corrupción en el Consejo de Administración de Recursos Fiscales. También ese día, por primera vez, el senador Delcidio do Amaral, exlíder de la bancada del Partido de los Trabajadores (PT), acusado de obstruir la justicia durante algunas etapas de las investigaciones de la operación Lava Jato (dedicada al escándalo Petrobras), compareció ante la Comisión de Constitución y Justicia del Senado, órgano que en las próximas horas decidirá su destino político. Ya se rumora un gran pacto entre la Social Democracia Brasileña (PSDB) y Amaral con el objetivo de proteger al senador Aécio Neves, excandidato a la Presidencia de la República, mencionado en innumerables ocasiones en la operación Lava Jato. ¿Podrán el PSDB y sus aliados impedir o posponer la pérdida de mandato del senador Amaral?

En este complejo escenario, el presidente del Senado, Renán Calheiros, fuertemente presionado, desconoció la primera decisión del presidente interino de la Cámara y mantuvo inalterables los procedimientos del proceso de juicio en contra de Rousseff.

Todas estas variables ocurrieron después de que la Corte Suprema de Brasil decidiera, por unanimidad, la suspensión de Eduardo Cunha (PMDB-RJ) del ejercicio de su mandato y, consecuentemente, de la presidencia de la Cámara.

Esta decisión fue tomada aproximadamente cinco meses después de que el procurador general de la Unión, Rodrigo Janot, solicitara su retiro a partir de la indicación de 11 situaciones que comprobarían que Eduardo Cunha utilizó su mando para obstruir las investigaciones en la operación Lava Jato. Cunha, en su mejor estilo, afirmó: “No renuncio a nada, ni al mandato, ni tampoco a la presidencia de la Cámara. Obvio que la decisión tiene que ser cumplida, yo tengo todo respeto y aprecio por el Supremo Tribunal, pero no puedo dejar de contestar”.

La pregunta es: ¿por qué el Supremo Tribunal demoró tanto en tomar esta decisión? ¿Será que en la división de trabajo, en este proceso de destitución presidencial vía parlamentaria, Cunha, partidario de Michel Temer, a pesar de ser considerado acusado y carecer de legitimidad, era el personaje que debería liderar la apertura del proceso de impeachment? No obstante, parafraseando al periodista Mino Carta, resta saber si la suspensión de Cunha también hacía parte del libreto o si el tiro les salió por la culata.

Sin sombra de dudas, en medio de tanto caos, los brasileños son sorprendidos a cada minuto. La mayoría de la población no logra acompañar la evolución de todos los escenarios políticos, lo que ha provocado un profundo cansancio y una mezcla de sentimientos encontrados a favor y en contra del impeachment. Además, hay que recordar que, aunque existió una apertura de juicio político en contra del expresidente Collor de Melo, quien en aquel entonces decidió renunciar, este proceso es nuevo para la mayoría de los brasileños.

Después de la sesión de hoy en el Senado, es muy probable que asuma Michel Temer. Con un índice de aprobación muy bajo (alrededor de 8 %) y un gabinete que tendrá un fuerte componente político, Temer pondrá en marcha medidas económicas impopulares que reducirían los logros sociales, y se reiniciaría la era de privatizaciones y de tratados de libre comercio. Mientras tanto, el 62 % de la población brasileña clama por nuevas elecciones para recuperar confianza y gobernabilidad, porque se puede comparar el actual grado de aceptación de Michel Temer con los momentos de menor aprobación del gobierno de Rousseff. Esto podría movilizar partidos y movimientos sociales en favor de elecciones “Directas Ya” después del impeachment.

Todo esto lleva a creer que el House of Cards de Brasil seguirá bastante imprevisible. Lo que no se sabe es si en el guion la investigación contra el expresidente Lula da Silva será devuelta al juez Sergio Moro y si su encarcelamiento será efectivo. Despejado el camino, todo será como antes y el discurso de que todo fue en favor de la democracia será gradualmente incorporado al imaginario nacional con un fuerte soporte de los medios.

La pregunta provocadora del poeta Affonso Romano de Sant’Anna, en los años de dictadura, sigue vigente: “¿Qué país es este?”.

Por Beatriz Miranda Cortés

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