Le explicamos por qué los extremistas están tan interesados en atacar el arte

En entrevista con la AFP, el historiador François Boespflug analiza las acciones bélicas contra el patrimonio arqueológico de países como Siria e Irak.

AFP
28 de noviembre de 2016 - 10:30 p. m.
Un soldado iraquí camina entre las ruinas de Nimrud tras la recaptura de la ciudad, el 13 de noviembre. Este es uno de los paneles destrozados por el Estado Islámico. / AFP
Un soldado iraquí camina entre las ruinas de Nimrud tras la recaptura de la ciudad, el 13 de noviembre. Este es uno de los paneles destrozados por el Estado Islámico. / AFP

Hace dos semanas, el ejército iraquí recapturó la ciudad antigua de Nimrud, al norte de Irak. Por más de un año, la ciudad había estado en control del grupo yihadista Estado Islámico que, de manera paulatina, saqueó y violentó las instalaciones históricas. Nimrud fue la capital del antiguo imperio asirio y su fundación data del siglo XIII. Según declaró uno de los yihadistas que invadió la zona histórica, siempre que se captura una ciudad lo primero que hacen es destruir a los ídolos preislámicos. Por eso, entre marzo y abril del año pasado, los extremistas deshicieron los caballos alados y destrozaron a golpe de mazo los dibujos tallados en los muros de Nimrud. Al final, rodearon la ciudad antiquísima con barriles de dinamita y la hicieron explotar.

Lea aquí sobre cómo el patrimonio arqueológico de Siria es saqueado por todos los actores del conflicto

Su mecanismo se ha replicado en Mosul (norte de Irak), donde han destruido numerosas piezas antiguas de los museos y también escritos en pergaminos y papiros; se ha replicado en Palmira, donde destruyeron, entre otros, el templo de Bel, una de las antigüedades más queridas y portentosas de esa ciudad histórica en el centro de Siria. También han asaltado y vendido en el mercado negro innumerables piezas, y ese dinero lo utilizan para financiar sus actividades terroristas.

El historiador François Boespflug explica el trasfondo de la destrucción y el expolio al que son sometidas hoy Siria e Irak, y también vislumbra su relación con otros ataques cometidos por grupos extremistas en África y en Oriente Medio.

¿Qué tienen en común la destrucción de los budas gigantes de Bamiyán (Afganistán) por los talibanes, de los mausoleos de Tombuctú (Malí) por el grupo Ansar Dine en 2012 y de los vestigios de Palmira (Siria) por el Estado Islámico?

Cuando consideran que una imagen vehicula desprecio o es objeto de un culto fetichista, los extremistas reaccionan como si hubiesen sido insultados. Destruir relieves en Mosul tendría que ser la última de las preocupaciones de los yihadistas. Sin embargo, lo hacen porque quieren cultivar la reputación de musulmanes ultrapiadosos, fieles al Corán. La condena de los ídolos es casi un leimotiv. Además se mofan de Occidente, de todos los que aman el arte por el arte.

Si la prohibición de la representación está inscrita en las Santas Escrituras, ¿cómo se explica que el cristianismo haya podido generar una creación artística tan rica, desde las iglesias hasta los museos?

Sin embargo, comenzó sin ninguna imagen, durante dos siglos, fiel a la tradición judía. El judaísmo, porque se encontró menos en posición de poder político dominante, fue muy poco iconoclasta. Las religiones que más lo fueron son el islam y el cristianismo, este último contra las efigies de los dioses paganos. Pero más tarde los cristianos se sintieron libres frente a la prohibición grabada en el Decálogo: en la medida en que Dios se hizo hombre, parecía casi contrario a la encarnación no representarlo.

Esta relativa tolerancia de la Iglesia no impidió a integristas católicos rechazar violentamente obras de arte. ¿Cuál es el motor de ese rechazo?

La mayoría de los extremistas cristianos que actúan de esa manera esgrimen la acusación de blasfemia. Pero el concepto de blasfemia ha sido paulatinamente borrado del código penal de la mayoría de las naciones europeas. Existe en la religión cristiana una especie de jerarquía de las imágenes que hay que respetar: Dios y Jesús en la cumbre, la Virgen y el niño luego... Las imágenes de la película de Jean-Luc Godard Je vous salue, Marie (Yo te saludo María) eran púdicas, pero los que incendiaron el cine de Tours donde se proyectaba expresaban algo como "María no se toca".

¿Los grupos fundamentalistas pueden estar tentados de transformar el arte en instrumento de prestigio, de propaganda?

Muchos de esos movimientos lo hacen adoptando una forma de difusión piadosa del mensaje cristiano con la ayuda de representaciones que no tienen ni siquiera la pretensión de ser artísticas, se trata de imágenes sulpicianas un poco kitsch. Se los observa en Estados Unidos, entre los pentecostistas o los mormones, cuya iconografía desborda de buenos sentimientos. La abstracción, como en la capilla Rothko de Texas, más bien les molesta. Hay que entender que el arte religioso tiene una función que no es la de transgredir sino la de instruir, emocionar, rememorar.

Respecto a los islamistas ultras, la idea de un arte subversivo, que podría alegrar a la sociedad como manifestación de creación y libertad, les es ajena. Su mensaje es "vamos a instalar la sharia en la Tierra". Hay que leer en las destrucciones que cometen algo diferente de lo que hacen algunos extremistas en París que se oponen a una obra de teatro, como sucedió recientemente. No es del mismo orden.

Por AFP

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