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¿Los estados pueden desaprobar el matrimonio gay?

Dos precandidatos republicanos han dicho que los estados, como ha sucedido en ocasiones, podrían rechazar la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos. Sin embargo, la constitución nacional está por encima de esas pretensiones.

Redacción Internacional
02 de julio de 2015 - 12:04 a. m.
AFP / AFP
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Para comprender cómo sucede la política en Estados Unidos hay que ver dos aspectos básicos. Primero, es un país dividido en estados, cada uno con sus propios cuerpos de justicia y legisladores que determinan las leyes internas de ese Estado. Segundo, existe una constitución que cobija a todos los ciudadanos del país y que les permite a los estados moverse en los estrados. Entre esas dos características se mueven las acciones judiciales en el país, que cada tanto revelan nuevas posiciones y proveen antecedentes para casos futuros. Y existe, además, un término al que muchos estados han acudido en momentos de emergencia: la anulación. Es un término legal que data de los primeros años de la República con el que algunos estados han rechazado las decisiones tomadas desde Washington. Ted Cruz y Mike Huckabee, dos precandidatos republicanos a la presidencia, dicen que es posible acudir a esa herramienta para que los estados no entreguen licencias de matrimonio a las parejas gays, a pesar de que la Corte Suprema de ese país aprobó este tipo de uniones la semana pasada.

David A. Graham, miembro de la revista The Atlantic, escribe en uno de sus artículo que dicha pretensión resulta casi imposible. Repasa algunos antecedentes, sobre todo, del momento en que el segregacionismo racial era ley en el país. Recuerda, por ejemplo, que cuando fue permitido por ley federal —es decir, una ley que cobija a todos los estados— que los niños blancos y negros estuvieran en las mismas escuelas, los estados más conservadores se rebelaron, sacaron de las escuelas a los niños blancos y crearon escuelas privadas propias. La acción fue declarada inconstitucional. Entonces vino una jugada aún más certera: todos los servicios escolares fueron cerrados: ni negros ni blancos serían educados. En últimas, el gobierno federal —el gobierno nacional, dicho de otro modo— tomó control de las escuelas y no hubo más opción que seguir la norma general.

Con ese antecedente, Graham expone la incongruencia de la tentativa de los precandidatos. Sería posible, como se ve en ese ejemplo, que un matrimonio gay no sea aprobado por un estado. Esa pareja —recalca Graham— demandaría y el proceso la llevaría a la victoria. ¿Por qué? Porque la ley general prevalece. Muckabee ha argüido que no existe una ley específica que apruebe el matrimonio gay. Muckabee no miente —en efecto no existe dicha ley—, pero deforma. La Corte Suprema argumentó que negar el matrimonio a una pareja gay iba en contra del debido proceso y la protección igualitaria que reza la decimocuarta enmienda de la Constitución, de modo que es innecesaria una ley que cobije sólo a los gays —o, en caso contrario, a los heterosexuales—. Es un derecho de todos. Las leyes que aprueban el matrimonio heterosexual no fueron derogadas; fueron derogadas, en cambio, las leyes que prohíben el matrimonio gay y el campo, de ese modo, quedó libre.

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Por Redacción Internacional

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