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Maduro, la gran equivocación de Chávez

Venezuela se hunde en una de las peores crisis económicas de su historia y una violencia desbordada. La gestión del presidente Nicolás Maduro no ha estado a la altura de las demandas de los ciudadanos.

Ronal F. Rodríguez*
19 de abril de 2016 - 11:00 a. m.
El presidente de Venezuela desde hace tres años, Nicolás Maduro. / EFE
El presidente de Venezuela desde hace tres años, Nicolás Maduro. / EFE

La noche del sábado 8 de diciembre de 2012, en lo que fuera su última alocución, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez anunciaba la necesidad de una nueva intervención quirúrgica para tratar el cáncer que padecía, y ante lo inevitable designó como sucesor a Nicolás Maduro. Cerró haciendo un llamado a las diferentes corrientes y sectores de la vida nacional, civiles y militares, para que apoyaran el gobierno “bolivariano” en cabeza de Nicolás Maduro. Meses después, el 19 de abril de 2013, Maduro se juramenta como presidente después de una apretada victoria electoral con apenas 50.61% de los votos contra 49.12% de Henrique Capriles.

Tres años después de la posesión muchos partidarios de la llamada “Revolución Bolivariana” se preguntan si Chávez se equivocó en la designación del sucesor. Y no es para menos, el país se hunde en una de las peores crisis económicas de su historia: una contracción del PIB de 5,7% y una inflación en cifras oficiales del 180,9% para el último año. Pero lo peor es la violencia, según el Observatorio de Violencia de Venezuela en el 2015 murieron de manera violenta 27.875 ciudadanos, una tasa de 90 muertes por cada 100.000 habitantes prácticamente el doble que en Colombia. Entonces surge el cuestionamiento: ¿Se equivocó Chávez?

Aquella noche del 8 de diciembre, Chávez describió a Maduro como “un revolucionario a carta cabal, y lo calificó como un hombre de una gran experiencia a pesar de su juventud, con una gran dedicación al trabajo y una gran capacidad para la conducción de grupos”. Concluyó diciendo Chávez, que en su opinión “firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total es que [ante su ausencia] ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela”.

La gestión de Maduro es polémica, en tres años se ha caracterizado por la improvisación y por no estar a la altura de las demandas de los ciudadanos. Desde su propia elección en 2013 hasta las pasadas elecciones de diciembre 2015, para la Asamblea Nacional, ha demostrado no tener las habilidades electorales de su “padre político” logrando cosechar la más grande derrota en los 17 años de hegemonía chavista. Incluso su victoria en las municipales del 2013 estuvo marcada por una desesperada estrategia clientelista con la venta de electrodomésticos a precios bajos que terminó por destruir dicha actividad comercial.

La relación con los medios de comunicación cambió. Nicolás Maduro no solo ha perseguido a los disidentes y opositores, como lo hiciera el propio Chávez en vida, el actual mandatario llegó más lejos instrumentalizando la crisis económica. Ha arrinconado a los medios de comunicación detractores de su gobierno usando la escasez de insumos y las multas, obligándolos al cierre o la venta. Maduro ha limitado completamente los espacios comunicacionales de la oposición y sumado a la negativa de entregar datos oficiales, no se sabe cuál es la verdadera dimensión de la crisis que vive el país vecino.

En materia económica las propuestas del gobierno demuestran una desconexión con la realidad, mientras se empeña en acusar al capitalismo internacional de querer derrocarlo. Las medidas implementadas han consistido en el aislacionismo y en regresar a medios primitivos de producción, desde la agricultura urbana hasta la producción propia de los artículos de aseo. Ha nombrado funcionarios por alineamiento político y no por su capacidad técnica, arrojando como resultado improvisación y profundización de la crisis.

En materia de seguridad las fórmulas de Maduro no han resultado mejores. Las denominadas Operaciones para la Liberación del Pueblo -OLP- que involucran a los diferentes cuerpos de seguridad del país, se han convertido en una política estatal de violación de derechos humanos, cada una de estas operaciones termina con un saldo de muertos y centenares de detenciones arbitrarias. En lugar de disminuir la violencia dichas operaciones han convertido las ciudades en campos de batalla. Si bien es necesario controlar las actividades delincuenciales asociadas a las bandas criminales no se puede hacer a sangre y fuego. Dicha actitud del gobierno ha terminado por avalar las acciones de justicia a mano propia -han aumentado los casos en los cuales ciudadanos linchan o prenden fuego a presuntos delincuentes, reina un ambiente donde todo se vale-.

La persecución política también se ha agudizado. Se reportan casos de ciudadanos que no firmaron contra el denominado “Decreto Obama” a los cuales se les ha limitado el acceso a los productos básicos en las cadenas de distribución del Estado, o más recientemente, se supedita dicho acceso a la firma de peticiones contra la Asamblea Nacional, hoy de mayoría opositora. En otras palabras, en medio de la crisis que vive el país se obliga a los ciudadanos a avalar medidas políticas a cambio del acceso a la comida.

Todo lo anterior argumentaría que Chávez se equivocó al elegir a su sucesor, y que ya han quedado atrás los años en los cuales se creía que el modelo chavista podía ser exportado y emulado. Pero la verdad es que todos los males que hoy vive Venezuela no son responsabilidad de Maduro. Por el contrario, son el resultado de más de una década de medidas desacertadas: De haber estatalizado la economía devastando el sector productivo; De haberle quitado el monopolio de la fuerza al Estado alentando grupos armados de colectivos con color político; De haber desecho la diferencia entre líder, proyecto político, gobierno y Estado. El problema no es la muerte de Chávez y la sucesión de Maduro, como alguno románticos del rojo-rojito apuntan, el problema es que en Venezuela se implanto un sistema personalista caracterizado por: El caudillismo electoral; La participación política de las Fuerzas Armadas; Un liderazgo carismático; La captura del Estado; Una economía sustentada en la renta petrolera; La supremacía mediática; Y la debilidad inherente de la oposición. Al final el chavismo, con o sin Chávez con o sin Maduro, es un modelo político-económico que fracasó.

*Profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario y presidente de la Fundación Surcontinente.

 

Por Ronal F. Rodríguez*

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