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Maduro quiere 'rating'

La designación de candidatos “pop” del chavismo a las alcaldías de Venezuela genera dudas y críticas dentro del propio oficialismo.

Leo Felipe Campos
09 de agosto de 2013 - 10:00 p. m.
 El presidente de  Venezuela, Nicolás Maduro, juega con un niño durante un acto público en Caracas.   / AFP
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, juega con un niño durante un acto público en Caracas. / AFP
Foto: AFP - JUAN BARRETO

Una vaina loca. Así se titula una de las canciones con más pegada de Antonio El Potro Álvarez, más famoso por sus batazos en el béisbol profesional venezolano y las Grandes Ligas, o por su salto al estrellato como músico de reguetón, que por su trabajo político.

En una de las estrofas de la canción, Álvarez dice “le encantan los tigres que son juguetones, quiere que la cambie de posiciones, le gusta y disfruta, duro quiere que le dé”. Se refiere a una mujer. Más adelante sigue: “¡Diablos! Qué buena tú estás con tu pum-pum-pum, yo voy a darte por tu pum-pum-pum. Cuando te choco, mami, tun-tun-tun, si lo hacemos en mi carro, hacemos brum-brum-brum”. No hace falta aclarar a qué se refiere. La melodía es pegajosa y, aunque fue popularizada hace años, en cada pista que suena, todavía hoy, al menos una pareja salta a mover el esqueleto y a sacudir las caderas, como mandan el ritmo y la sangre del Caribe. Es una gozadera en clave pop.

Pero a pesar de ser una figura del género musical más sonado en Venezuela, su escogencia a dedo por parte de la cúpula del Gran Polo Patriótico del chavismo como candidato a la Alcaldía del municipio de Sucre, en Caracas, para las elecciones del próximo 8 de diciembre, cayó como una sinfonía de Beethoven en una rumba de colegiales.

Casi una semana después de que Nicolás Maduro hiciera el anuncio, en las redes sociales y los medios tradicionales y alternativos aún se hacen críticas y chistes en torno a la estrategia del gobierno venezolano de apostar por referentes del mundo de la farándula, la música y el deporte para conectarse con audiencias amplias, sobre todo luego de la muerte de Hugo Chávez. Y eso incluye a los mismos chavistas.

Además del Potro Álvarez, resaltaron las designaciones de otro expelotero, Magglio Ordóñez, y del animador de televisión Winston Vallenilla, quien se formó y logró su renombre como conductor en la desaparecida señal abierta de RCTV, la cual no pudo seguir operando luego de que el propio Hugo Chávez decidiera no renovarle la concesión. En aquel entonces (2007) Vallenilla lamentó y se manifestó en contra de esa decisión. A ellos se unen el periodista y hasta hace poco ministro de Comunicaciones, Ernesto Villegas, y el filósofo Miguel Pérez Pirela, paladín de la propaganda oficial y feroz crítico de los partidos opositores en la estatal Venezolana de Televisión (VTV), el órgano clave del aparato comunicacional de la revolución. Un hombre formado en ciencias sociales, reconocido por ser una figura reciente de la pantalla chica.

“Antes de la muerte de Chávez, la propaganda del Gobierno ya había usado figuras de las tribus culturales y del deporte, cuya cualidad fundamental es que representaban a la canción de protesta, al mundo del folclor rural y a los héroes deportivos que surgieron en barrios del interior”, recuerda Pablo Antillano, periodista con maestría en comunicación política para quien el cambio está en la forma, no en el fondo: “Esa política de propaganda era exitosa, pero no en las grandes ciudades, y ahora, sin Chávez, el campo vuelve a ser campo. La estrategia necesita más ciudad: más rap, más rock, más telenovela, más símbolos de consumo”.

Una de las quejas más fuertes dentro de los propios seguidores del Gobierno es el nombramiento de estos candidatos sin haber consultado a las bases de los partidos aliados, sobre todo porque no tienen un trabajo visible en las ciudades donde pretenden ser elegidos. Algunos ni siquiera viven en esos municipios desde hace años. Su mayor fortaleza es ser figuras pop y haberse presentado como aliados de Nicolás Maduro y su antecesor.

Según Antillano, “la designación a dedo de estos personajes, cuya popularidad ya no proviene de las fuentes ideológicas que alientan a la revolución, sino de la cultura de masas, indica que algo pasa en la plataforma de valores del proceso bolivariano. Y en segundo lugar, es Maduro el que designa, no Chávez. El nuevo presidente no cuenta con la incondicionalidad y la entrega que la militancia otorgaba a Chávez. Ahora hay disidencia, murmuración, incomodidad, y hasta resistencia en las bases”.

Esta semana los medios en Venezuela reseñaron la renuncia de mil militantes del PSUV, el mayor partido de gobierno, en Barlovento, como una forma de protesta ante la designación de su actual alcalde como candidato a la reelección. Al día siguiente, centenares de chavistas protestaron en Guarenas con sus camisas rojas y quemaron cauchos porque el PSUV decidió no relanzar al actual mandatario regional. Ambas alcaldías están en el estado de Miranda, donde gobierna el líder de la oposición, Henrique Capriles Radonski.

El politólogo Nicmer Evans, director de la encuestadora Visor 360 y chavista confeso, sonaba entre pasillos como posible candidato a la Alcaldía de Libertador, en Caracas, donde finalmente se tomó la decisión de postular al actual mandatario, Jorge Rodríguez. Desde la campaña presidencial Evans había criticado la táctica farandulera de Maduro, y hace una semana fue más incisivo en su programa radial, llegando a hablar de su “más profunda preocupación, como consecuencia del amplio descontento que hay en las bases del PSUV y el Gran Polo Patriótico”, y refiriéndose a “propuestas que no fueron discutidas”. “Hoy, quienes mantuvieron las banderas de una nueva forma de hacer política junto a Hugo Chávez optan por echar mano de la vieja técnica electoral de escoger personajes originalmente ajenos al mundo político, haciendo de la política un show”, escribió en su blog el pasado 7 de agosto.

El director del semanario Ciudad Valencia, Jorge Chávez, militante del PSUV, afirmó, sin embargo, que estas designaciones a dedo no significan un desafío a las bases: “El PSUV ha sido absolutamente jerárquico y vertical. Primero Chávez, y ahora Maduro, con Diosdado, tomaban y siguen tomando las decisiones. Las bases están acostumbradas, a pesar de que en varios lugares se hayan desarrollado liderazgos locales. Los reclamos que hacen algunas organizaciones que participan en el Gran Polo Patriótico porque algunos de sus dirigentes no fueron seleccionados como candidatos no prosperarán”.

Para Gregory Escobar, un chavista que ya ha desempeñado varios cargos en las instituciones del Estado venezolano, la clave está en que “Nicolás Maduro quiere generar un ambiente menos polarizado y más ligero. No me extrañaría, por ejemplo, que el primer punto en la agenda de la reciente reunión entre él y (el empresario) Gustavo Cisneros haya sido el relanzamiento o la reivindicación de Miss Venezuela. Pasamos de tenerlo en jaque en un pedazo de set de cartón, a anunciar con fuerza su regreso al Poliedro de Caracas. Sé de buena fuente que la política del Poliedro, al menos en los últimos años de Chávez, era no favorecer ese tipo de eventos. Esa misma idea farandulera se percibe en campañas mediáticas como la de Bájale 2, una alianza entre Venevisión y el Ministerio de Comunicación, que combina a algún ‘chavistoso’ simpático con una figura de los medios privados”.

Todas las campañas electorales se diseñan con un único fin: ganar. La pregunta es si estos personajes tienen un verdadero chance de ser elegidos por la mayoría o si volverán el año que viene a dedicarse a vender discos, animar a sus seguidores en la TV o hacer diagnósticos comunicacionales que crean y desmontan matrices de opinión.

Según Antillano, “ninguno de ellos es un militante convencional del PSUV; sin embargo, Pérez Pirela y Villegas tienen una trayectoria política más larga y conocida por sus aportes a la propaganda. Tienen más ventaja”. Para Jorge Chávez, Wilson Álvarez y Ernesto Villegas deben ganar, aunque resistiendo la pelea. “Pérez Pirela despierta odio en la oposición y va a ser difícil que pueda convencer a los indecisos. A los otros dos no les veo mérito alguno y, dentro del chavismo, tan sólo un 10% debe estar de acuerdo con esas designaciones”.

Escobar es más duro: “Ninguno debería haber sido designado a dedo, pero, dándole un voto de confianza a la estrategia del PSUV, siento que al menos Villegas y Pérez Pirela viven y laboran de desmenuzar, analizar y debatir nuestro contexto político a diario. Pero la enorme mayoría de los votantes no conoce ni al Potro Álvarez, ni a Magglio Ordóñez, ni a Winston Vallenilla en esta faceta, mas allá de haberlos visto aplaudiendo y animando tarimas gubernamentales”. ¿Y no podrían ser buenos alcaldes para este llamado socialismo del siglo XXI? “Sin duda podrían llegar a ser mejores que los actuales, pero ideológicamente son un enigma y mediáticamente ya empiezan a mostrar costuras. Winston Vallenilla, por ejemplo, dijo en VTV que ‘el socialismo no tenía nada que ver con clases sociales’, y El Potro soltó hace poco otra perla homofóbica contra Capriles”.

Por Leo Felipe Campos

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