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Más allá de la revuelta

A pesar de que Hosni Mubarak anunciara que no aspirará a las elecciones de septiembre, no se ve a un líder fuerte que pueda reemplazarlo.

Luis E. Bosemberg /Profesor Universidad de los Andes
02 de febrero de 2011 - 11:17 a. m.

Para comprender la crisis en Egipto hay que tener en cuenta varios factores. En primer lugar, y en términos históricos, se trata de cuestionar la victoriosa revolución de 1952. En aquella fecha llegó al poder un grupo de oficiales del ejército quienes propusieron un programa nacionalista y uno social. Y si bien el régimen cosechó algunos éxitos en ese sentido, como la nacionalización del Canal de Suez y programas en educación y la salud, el proyecto no incluía una democratización del régimen ni mucho menos se hablaba de derechos humanos.

La revuelta de los últimos días en Egipto está claramente en contra del heredero directo de la revolución de 1952: Hosni Mubarak. El pacto social del régimen en sus orígenes consistió en que esta otorgaba mejoras sociales pero a cambio de ello el poder residía en un puñado de personajes. Si bien la iniciativa correspondió entonces a los revolucionarios, en los últimos días le ha correspondido a sectores de abajo. Los revolucionarios de otrora que creían marchar hacia delante y se consideraban progresistas se convirtieron en burócratas anquilosados. Tal vez, nunca pudieron escapar al autoritarismo de vieja data de la región.

En términos coyunturales, ¿que factores propulsaron la revuelta? En un contexto de rampante corrupción, nepotismo, grandes desigualdades sociales, alza de precios de productos básicos y de autoritarismo, la movilización popular y el consiguiente cambio de gobierno en Túnez se convirtieron en el disparador en Egipto. Es decir, las condiciones estaban dadas para que del descontento se pasara a la acción. El régimen perdió su legitimidad.

La comunidad internacional se ha mantenido cauta al respecto. Después de todo le interesa un país estable, sobre todo si se trata de un sólido aliado como Egipto. Por ello ha recomendado una suave transición. A propósito, son muchas las potencias que rara vez critican a Egipto por su autoritarismo – pero sí están dispuestas a criticar cuando se trata, por ejemplo, de Irán: dos pesos, dos medidas -. Un Egipto inestable, el país más poblado del mundo árabe y de gran influencia regional, seguramente impactará a otros. Por ejemplo, a Israel le preocupa la situación, después de todo, el régimen egipcio se convirtió en el primer Estado árabe en reconocerlo en 1979.

¿Para dónde va todo esto? ¿Caerá Mubarak? Mucho se especula sobre su posible caída –al menos ya anunció que no se presentará a las próximas elecciones de septiembre –, pero no bastará con un cambio de presidente. Por un lado el régimen es sólido, por el otro, lo que se está exigiendo es un cambio de régimen. Pero, ¿quién estaría dispuesto a hacerlo? No hay un líder específico que haya sido preparado para convertirse en el nuevo presidente y el hijo de Mubarak que empezaba a ser promocionado por su padre no parece ahora que tenga muchas posibilidades, después de todo su ascenso al poder sería una continuación de nepotismo y el rechazo popular ha sido intenso hacia toda la familia.

Hay quienes temen la toma del poder de los fundamentalistas islámicos radicales, pero estos han sido silenciados y aquellos que han participado en la política del país son más bien moderados, es decir, a grandes rasgos, no desean un Estado islámico como el que se instituyó en Irán en 1979. El hecho es que en una situación como la actual podrían emerger nuevos líderes de corte nacionalista, religioso, civil o militar.

¿Caerá Mubarak? Mucho depende del ejército que a pesar de considerar legítima la inconformidad social, ha sido fiel aliado del régimen, es más, el ejército, como dijimos, estuvo a la vanguardia de la revolución. Pero, ¿estará interesado en un cambio estructural? Esta institución ha sido encargada de la seguridad nacional, ha tenido prestigio pues combatió en contra de Israel y tiene intereses económicos propios, ya que es un gran inversionista: ha invertido en la construcción, en la industria del cemento y del aceita de oliva, y no querrá que se toquen sus intereses.

En Túnez cayó el gobierno cuando el ejército le quitó el apoyo a su presidente. ¿Continuará apoyando a Mubarak? Probablemente sí, después de todo el régimen actual es su gran aliado. Qué es todo esto, ¿una revuelta popular o una revolución? El tiempo lo dirá. Pero se necesita es una revolución.

 

 

Por Luis E. Bosemberg /Profesor Universidad de los Andes

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