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Mexicanos, al grito de guerra

El contexto de violencia y un gobierno que falló en proteger a la población fueron el pretexto perfecto para la expansión de estos grupos armados.

Marcela Alcántara Guerra *
28 de enero de 2014 - 09:49 p. m.
Manifestaciones en México D.F. a favor de las autodefensas armadas de Michoacán. / AFP
Manifestaciones en México D.F. a favor de las autodefensas armadas de Michoacán. / AFP
Foto: AFP - TERRA MEXICO

“Estamos en pie de guerra”: con esta frase, el Consejo de Autodefensas Unidas de Michoacán declaró el 13 de enero que no dejará las armas. A punta de pistola ha tomado los municipios de Nueva Italia, Parácuaro y Antúnez. Por primera vez en muchos años escuché en los medios de comunicación las palabras guerrilla, paramilitares y autodefensas en una misma nota.

Durante el sexenio del presidente Calderón (originario de Michoacán) nos acostumbramos a escuchar diariamente en las noticias acerca de narcotraficantes, enfrentamientos, muertos, decapitados, levantados, pozoleados y encobijados. Agregamos a nuestras charlas cotidianas el vocabulario del narco. Vivimos seis años en los que el Gobierno nos decía que era una guerra que valía la pena. “Para que la droga no llegue a tus hijos” se volvió el eslogan con el que el ejército presentaba a diario a individuos de semblante sospechoso. Eran mostrados ante los medios como “jefe de plaza”, sicario o secuestrador de algún cartel de la droga. Muchos de ellos terminaron en la cárcel, muchos de ellos salieron por falta de pruebas. La violencia continuó internándose en la cotidianidad de muchos mexicanos, hasta que la guerra, junto con el sexenio terminaron.

El año 2013 y el presidente Peña Nieto no trajeron la paz; sin embargo, trajeron un cambio en el discurso. El mensaje que ahora recibimos desde el poder ya no es acerca de la guerra y el narcotráfico; ahora es “Mover a México”. Algunos noticieros que antes llevaban una cuenta de cuántos muertos había por día dejaron de hacerlo. Las presentaciones de presuntos narcos pararon. No estoy en condiciones de afirmar si fue un pacto explícito o no, pero tanto el Gobierno como los medios de comunicación cambiaron el foco de su discurso y lo alejaron de la mirada pública. Decidieron tapar el sol con un dedo. Sin embargo, llegó el momento en que los hechos han superado el discurso y que “mover a México” ya no es suficiente.

Es ingenuo creer que las autodefensas tienen como único objetivo y agenda salvaguardar a los ciudadanos. Sin embargo, es un hecho que el contexto de violencia, unido a un gobierno que falló en proteger a la población, fueron el pretexto perfecto para su supervivencia y expansión. Gabinete de Comunicación Estratégica, una empresa dedicada a hacer estudios de opinión, presentó los resultados de una encuesta en los que arroja varios datos interesantes. Casi el cuarenta por ciento de las personas encuestadas en Michoacán manifestaron que el principal objetivo de las autodefensas es proteger a los ciudadanos del crimen organizado. El treinta por ciento tiene una opinión positiva acerca de ellas, alrededor del cuarenta por ciento tiene una opinión negativa y el veinte por ciento no sabe o no contestó. El mismo estudio hecho en todo el país reveló que existe una tendencia que se inclina hacia una opinión positiva de las autodefensas.

En la guerra contra el narco, la barrera entre quiénes son los “buenos” y quiénes son los “malos” es cada vez más difusa. En un conflicto en el que parecía haber sólo dos bandos, las autodefensas están lejos de dejar las armas. Por una parte, el Gobierno no parece estar en posición de cumplir sus peticiones de detener a los Caballeros Templarios (el grupo delictivo dominante en Michoacán). Por otra parte, de dejar las armas, los miembros de las autodefensas serían blanco fácil para el narcotráfico.

El futuro de las autodefensas depende de la capacidad del Gobierno para negociar y controlar el conflicto que les dio origen. Hacer visible el problema y aceptarlo desde el discurso oficial es el primer paso. Decirle a la población que el Estado mexicano prevalece y que es éste y no las autodefensas quienes deben garantizar la seguridad. De lo contrario se corre el riesgo de que sean los ciudadanos quienes, habiendo legitimado a las autodefensas, decidan también responder al grito de guerra contra el Gobierno que no pudo protegerlos.


* Politóloga, especialista en derecho constitucional y periodista mexicana.

Por Marcela Alcántara Guerra *

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