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La nueva vieja Europa

Del 22 al 25 de mayo se elegirá el nuevo Parlamento Europeo. En medio de la apatía de los votantes, los partidos de extrema derecha se anuncian como los grandes ganadores.

Ricardo Abdahllah
21 de mayo de 2014 - 03:12 a. m.
A partir de mañana, los europeos acuden a las urnas para elegir a los parlamentarios de la Unión. / AFP
A partir de mañana, los europeos acuden a las urnas para elegir a los parlamentarios de la Unión. / AFP
Foto: EFE - OLIVIER HOSLET

Quinientos millones de habitantes, 28 países, 751 curules... y una abstención que podría llegar al 60% son algunas de las cifras de las elecciones que tendrán lugar la próxima semana a lo largo de la Unión Europea. Los holandeses y los británicos serán los primeros en votar y lo harán el jueves para seguir con la tradición de realizar sus elecciones en un día laboral. El grueso del continente lo hará el domingo. Para renovar el actual Parlamento, elegido en 2009, cada país elegirá un número de curules proporcional a su población. Con 96 diputados, Alemania es el país de mayor representación, seguido por Francia, Italia y el Reino Unido. Malta, Luxemburgo, Chipre y Estonia tienen seis sillas cada uno, el número mínimo contemplado por la legislación europea.

En esta ocasión se elegirá por primera vez por votación popular al presidente de la Comisión Europea. Entre quienes aspiran a suceder a José Manuel Durão Barroso están el luxemburgués de derecha Jean-Cluc Junker, el socialista alemán Martin Schulz y el militante altermundialista francés Jose Bové.

A pesar de esta novedad, y de que las decisiones del Parlamento se consideran legalmente superiores a las de cada Estado y obligan, si es el caso, a una adaptación de las leyes nacionales, el proceso interesa poco a los electores. En las elecciones pasadas la abstención estuvo alrededor del 50% (con la excepción de países como Bélgica, sede del Parlamento y donde el voto es obligatorio) y todo indica que en esta ocasión podría ser incluso mayor, sobre todo considerando que un gran número de colectivos ciudadanos de todos los horizontes ideológicos han llamado a boicotear los comicios absteniéndose de participar.

Entre los factores que explican el desinterés de los ciudadanos está una percepción negativa de las instituciones europeas, que son vistas como distantes y ajenas a las preocupaciones nacionales, y de la Unión en sí. Según una encuesta de la firma Gallup, sólo en tres de los 27 estados miembros (Alemania, Bélgica y Luxemburgo) la aprobación de las políticas europeas es superior a su desaprobación. Entre los jóvenes de España, el nivel de confianza en la Unión cayó 34 puntos porcentuales en los últimos cinco años.

Esto explica que, paradójicamente, los partidos antieuropeos, o “euroescépticos”, como ellos prefieren definirse, se perfilen como los grandes ganadores de las elecciones. Para el analista de los movimientos de extrema derecha Jean-Yves Camus, conviene sin embargo diferenciar algunos partidos, como el Frente de Izquierda francés, que no se oponen a la Unión Europea en sí, sino a las políticas actuales de la misma, de otras formaciones que exponen su interés de minar la Unión “desde adentro”, llegando a proponer el regreso a las monedas nacionales y el restablecimiento de las fronteras.

Algunos, como el Syriza de Grecia, se sitúan a la izquierda, pero la mayoría están afiliados al Movimiento por la Europa de la Libertad y la Democracia o a la Alianza Europea por la Libertad, dos “superpartidos” transnacionales que muy probablemente se unirán para formar una bancada en el Parlamento. Dicha bancada incluirá a los elegidos por formaciones como la Liga del Norte italiana, el Partido Nacional Eslovaco, el Partido de la Libertad del austríaco Jörg Haider (que promueve la prohibición de la inmigración de musulmanes a Europa), los separatistas belgas del Vlaams Blok y el Frente Nacional francés.

Para Camus, aunque el número de parlamentarios les bastará de sobra para constituirse en bancada, el hecho de que la reglamentación exija que en una bancada haya representantes de al menos siete países podría complicarles las cosas. “Además, los partidos de ‘extrema derecha’ son mucho más heterogéneos de lo que parece”, dice Camus.

Así, interesada en la “desnazificación” del partido que heredó de su padre, Marine Le Pen no quiere verse ligada a los extremistas griegos de Alba Dorada ni a formaciones de Europa del Este que asumen una posición oficialmente racista. Por su lado, los soberanistas británicos y alemanes, tampoco quieren arriesgarse a verse asociados a las posiciones del Frente Nacional.

Le Pen, sin embargo, se muestra confiada en las encuestas que la anuncian superando tanto a los socialistas como a la derecha sarkozysta de la UMP. A diferencia del resto de las elecciones de su país, en las europeas no hay segunda vuelta. Así no tendrá que preocuparse por ver a los demás partidos haciendo alianzas contra el suyo, considerado “antirrepublicano” y de extrema derecha. Para hacer frente a la “ola azul Marine” que se anuncia, el primer ministro francés, Manuel Valls, ha iniciado esta semana una gira de manifestaciones públicas por varias ciudades de Francia e incluso un discurso en su natal Cataluña. Cada concentración comienza con una grabación del difunto François Mitterrand en la que se lo escucha diciendo: “El nacionalismo es la guerra”.

La política exterior de la Unión Europea no está al orden del día en los debates electorales. Según Jean-Jacques Kourliandsky, del Instituto de Investigación Estratégica (IRIS), esto puede explicarse porque, si bien el Parlamento Europeo tiene entre sus competencias las políticas comerciales de la Unión, cada país conserva una gran libertad para manejar su diplomacia, “lo que explica, por ejemplo, que haya tal diversidad de posiciones con respecto a las crisis de Ucrania y Siria”. En cuanto al manejo de las migraciones, señala también, hay que entender que en un contexto de crisis las migraciones masivas hacia países como Italia (por vía marítima) y España (a través de los enclaves de Ceuta y Melilla), que ni siquiera tienen una economía favorable, son aprovechadas por los partidos nacionalistas en su campaña hacia el Parlamento, aunque finalmente es a cada país y no a esa institución a quien corresponde el manejo de ese tipo de situaciones.

“El problema es que esas circunstancias no llevan sólo a una xenofobia o incluso a un racismo ‘electorales’, sino a acciones violentas contra los inmigrantes”, señala Kourliandsky.

La misma lógica explica que el muy probable aumento de la presencia de partidos nacionalistas en el Parlamento no tenga una influencia directa en el proceso de supresión de visa para los ciudadanos colombianos, actualmente en curso. Primero, porque en el estado actual del proceso, dicha eliminación ya fue aprobada y los pasos faltantes son más bien técnicos y protocolarios. Segundo, porque el espacio regido por los acuerdos de Schengen incluye países que no hacen parte del Parlamento (Islandia, Suiza, Liechtenstein y Noruega), que deberán ratificar uno por uno la eliminación de la visa. Otros países que están representados en la cámara europea (Reino Unido, Irlanda, Bulgaria, Chipre y Rumania), pero no están incluidos en el espacio Schengen, continuarán exigiendo indefinidamente una visa a colombianos y peruanos.

El nuevo comisario europeo

El conservador luxemburgués  Jean-Claude Juncker y el socialista alemán Martin Schulz son los candidatos en las elecciones europeas con más posibilidades de sustituir al actual presidente de la CE, José Manuel Durão Barroso. Juncker, de 59 años y candidato del Partido Popular Europeo (PPE), cuenta con una dilatada experiencia en las instituciones comunitarias tras ocho años como presidente del Eurogrupo (2004-2013), en los que tuvo que hacer frente a los duros años de la crisis europea y los rescates a Grecia, Portugal e Irlanda. El socialista Schulz, de 58 años y actual presidente de la Eurocámara, ha sido eurodiputado desde 1994 y presidente de su grupo parlamentario de 2004 a 2012.

 

r_abdahllah@hotmail.com

Por Ricardo Abdahllah

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