Pacto con Kalashnikov

Un tiroteo en la ciudad de Slaviansk, al este de Ucrania, puso en duda el acuerdo alcanzado en Ginebra entre Rusia y Occidente para dar fin al creciente conflicto que vive el país.

Daniel Salgar Antolínez
20 de abril de 2014 - 10:22 p. m.
Un activista muestra rastros de municiones después de un tiroteo frente a un bastión prorruso en Slaviansk, Ucrania. / EFE
Un activista muestra rastros de municiones después de un tiroteo frente a un bastión prorruso en Slaviansk, Ucrania. / EFE
Foto: EFE - ROMAN PILIPEY

El pacto alcanzado en Ginebra no sirvió. Estados Unidos, Ucrania, Rusia y la Unión Europea habían acordado, en su primer logro diplomático después de dos meses de crisis, promover el desarme de los grupos ilegales que protagonizan la violencia y los disturbios en Ucrania. A cambio, el gobierno interino de Kiev se comprometía a lanzar una reforma constitucional que impulsara un Estado federal. Se buscaba así una tregua para celebrar la Pascua en paz.

Sin embargo, en la madrugada de ayer un tiroteo en la ciudad de Slaviansk, en el Este de Ucrania, dejó al menos cinco muertos. Después de los hechos, el autoproclamado alcalde de Slaviansk, Viacheslav Ponomariov, pidió al presidente de Rusia, Vladimir Putin, el envío de tropas rusas para proteger a la población local: “Le pedimos que estudie lo más rápido posible la posibilidad de enviar fuerzas de mantenimiento de la paz para defender la población contra los fascistas”.

En Slaviansk, los militantes prorrusos tienen bajo control el ayuntamiento, la policía y la sede local de los servicios de inteligencia desde hace más de una semana. Están respaldados por hombres armados que conforman supuestos grupos de autodefensa, aunque Kiev los acusa de ser tropas de élite de los servicios especiales del ejército ruso.

En respuesta al tiroteo, un comunicado del ministerio ruso de Relaciones Exteriores señaló que “Rusia está indignada por esta provocación que muestra la falta de buena voluntad de las autoridades de Kiev para desarmar a los nacionalistas”. Moscú atribuyó el ataque a Pravy Sektor, un grupo nacionalista paramilitar ucraniano.

Era predecible que el acuerdo no tuviera un inmediato cumplimiento. Horas después de firmado, Denis Pushilin, líder de uno de los movimientos prorrusos, advirtió que “la gente de la República de Donetsk (región del Este de Ucrania) no reconoce los acuerdos alcanzados en Ginebra” y acusó al gobierno de Kiev de no cumplirlos. El resultado del acuerdo, hasta ahora, no ha sido más que la radicalización de las fuerzas de ambos bandos.

Ahora parece que Crimea, la península ucraniana que en marzo declaró su independencia y luego se anexó a Rusia, era apenas el aperitivo de una crisis mayor, con efectos impredecibles tanto a nivel interno como en la crisis que ha generado entre Rusia y Occidente.

Después de firmado el pacto, el jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry, advirtió a su homólogo ruso que “si no hay avances, no tendremos otra opción que imponer más sanciones a Rusia”. Putin también amenaza diciendo que espera no tener que enviar sus tropas a Ucrania, tal como lo aprobó el Senado de su país. Al mismo tiempo sostiene la posibilidad de cortarle el suministro de gas a Europa (algunos llaman a esto “el chantaje del gas”), si sigue en la línea de las sanciones contra Moscú.

Las advertencias que rodearon la firma del pacto reflejan el alto grado de desconfianza entre las partes. Andrew Wilson, analista del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales, dijo a medios rusos que duda mucho de que Rusia esté realmente comprometida con cumplir, dado su objetivo de prevenir que se realicen las elecciones presidenciales de Ucrania el próximo 25 de mayo, las cuales Putin ha definido como ilegítimas mientras el derrocado presidente de ese país, Víktor Yanukóvich, siga vivo.

El modelo federalista es a primera vista un posible alivio a las tensiones en Ucrania. Se trataría de descentralizar el poder y dar mayor autonomía a las regiones. En un artículo publicado en el Moscow Times, Josh Cohen propone tres salidas para comenzar a aliviar la crisis mediante una reforma constitucional: que Kiev permita la elección directa de los gobernadores en lugar de nombrarlos desde el gobierno central, como es la práctica actual; que la toma de decisiones económicas, como impuestos y gastos, se pueda conceder a las regiones, y que se establezca el ruso como el segundo lenguaje del país para disminuir las divisiones.

El modelo federalista ideal para Ucrania, según Cohen, sería uno parecido al de EE.UU.: “Allá, todos los niveles de gobierno —nacional, estatal y local— tienen su propia autoridad fiscal y presupuesto, y cada nivel de gobierno recauda impuestos directamente, mientras el gobierno federal hace algunos de los pagos de transferencia a los estados, que no están obligados a transferir el dinero de vuelta a Washington”.

Sin embargo, para muchos este modelo no es más que un paso más en el plan de Putin para anexarse otra porción de Ucrania. El mismo gobierno ruso promovió que la nueva Constitución establezca un modelo federal y comprometió todo su apoyo para que el resultado sea un éxito. El sistema federal esencialmente haría que cada región se convierta en una especie de república independiente, similar a lo que fue Crimea en el pequeño lapso entre su declaración de independencia y su anexión a Rusia. ¿Se repetirá esto en otras regiones?

 

dsalgar@elespectador.com

@DanielSalgar1

Por Daniel Salgar Antolínez

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