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Palestina: el peor enemigo de sí mismo

No ha habido en la historia moderna una causa que haya contado con más simpatía global que la palestina, la cual ha gozado por décadas del apoyo de países, bloques regionales, medios de comunicación, organizaciones sociales y políticas e instituciones internacionales.

Marcos Peckel
09 de julio de 2015 - 08:03 p. m.

El mismo Israel ha reconocido la justicia y legitimidad de las aspiraciones nacionales de los palestinos y ha aceptado la solución de dos estados.

Sin embargo, y a pesar de lo anterior, el pueblo palestino está más lejos que nunca de sus reivindicaciones nacionales y esto se debe al fracaso del movimiento nacional palestino y su liderazgo. Los palestinos carecen de un proyecto nacional coherente y pragmático y privilegian en su defecto un discurso ambiguo. Su estrategia ha sido culpar a otros, Israel y Estados Unidos especialmente, por sus falencias, exhibir una constante tendencia a victimizarse y desperdiciar cuanta oportunidad se ha presentado para lograr la paz con Israel.

El terrorismo ha sido la perdición de la causa palestina, y cuando la OLP lo abandonó, Hamás tomó el testimonio y con sus terroristas suicidas acabó con los acuerdos de Oslo, antes del muro, antes del bloqueo y con la toma violenta en 2007 de la Franja de Gaza. Hamás estableció un régimen de terror y convirtió el territorio en un trampolín para atacar con cohetes y túneles a la población civil de Israel.

La misma Autoridad Palestina que gobernó Gaza desde 1994 nunca tuvo interés alguno en resolver los problemas de sus habitantes ni acabar con los campos de refugiados, a pesar de los miles de millones de dólares de ayuda recibida, mucha de la cual terminó en paraísos fiscales. La irreconciliable división entre Fatah y Hamás ha sido el principal obstáculo para avanzar en un proceso de paz con Israel y es la demostración patente del fracaso del liderazgo palestino. Esa misma confrontación ha impedido la reconstrucción de Gaza.

La realidad monda y lironda es que los palestinos han sido y siguen siendo el peor enemigo de sí mismos. La estrategia de acudir a la CPI y promover el boicot a Israel es otro paso en falso que en nada contribuye al fin de la ocupación ni a la creación del Estado palestino. La presencia de Palestina en organizaciones internacionales como Unesco ha sido utilizada mayormente para recriminar a Israel, por no mencionar el reciente fiasco en la FIFA, cuando su intento de suspender al Estado judío fracasó estruendosamente.

Ningún bien le hace a la causa palestina el ser defendida con tergiversaciones y medias verdades, trampa en la cual cayó mi colega Heidi Abuchaibe en su reciente artículo en estas mismas páginas. Mencionaba la “creación ficticia” de Israel por medio de una resolución legítima de Naciones Unidas, mientras que alababa a la organización por resoluciones que sí son de su agrado. Agregaba que Palestina no ha sido admitida como miembro pleno de la ONU por el “veto de Estados Unidos”. La realidad es que cuando el tema ha llegado al Consejo de Seguridad nunca hubo los nueve votos favorables que suscitaran un posible veto. Acusar al Estado de Israel por Yair Klein, un ciudadano privado, equivale a acusar a Colombia por Pablo Escobar. Mencionar el “desgaste diplomático” de Israel riñe con el hecho que el Estado judío mantiene estrechos y crecientes lazos con las potencias asiáticas, los países de África, así como con sus aliados de Europa y América, incluido Colombia.

Palestina no cumple con los requisitos de la Convención de Montevideo para constituir un Estado, convenientemente ignorados por Abuchaibe. No controla un territorio, no tiene un gobierno único y reconocido; tiene dos, uno de los cuales, Hamás, ni siquiera tiene como objetivo alcanzar un Estado. Por lo tanto Colombia, al igual que la mayoría de las democracias occidentales, debe abstenerse de reconocer a Palestina hasta tanto no concluya un acuerdo con Israel. Reconocimientos de papel, vengan de donde vengan, no crean un Estado.

Menciona Abuchaibe de manera peyorativa la fábrica de fusiles Galil que le ha dado impulso a la industria militar colombiana (Noruega, Suiza, Suecia y todas las democracias fabrican armas), pero omite mencionar la extensa cooperación entre Israel y Colombia en innovación, medio ambiente, agricultura sostenible, energías renovables, manejo de aguas, comunicaciones, becas, proyectos con desplazados, intercambio cultural y otros.

La vorágine que consume a Oriente Medio, la anarquía reinante, la violencia y el terrorismo desbordados, la intervención iraní fomentando la guerra fratricida entre suníes y chiitas, deben servir de reflexión para que el liderazgo palestino entienda que el único camino para lograr su independencia y su Estado es reconocer al Estado judío y negociar con Israel sobre la base de dos estados para dos pueblos. No hay otro camino.

Por Marcos Peckel

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