¿Petróleo detrás del fallo?

La demanda nicaragüense se interpuso cuando empresas internacionales instalaron plataformas y efectuaban exploraciones.

Fabio Avella Martínez *
26 de noviembre de 2012 - 11:43 p. m.
´A pesar de los pedidos de desacato, Colombia no puede desconocerlo.   / EFE
´A pesar de los pedidos de desacato, Colombia no puede desconocerlo. / EFE

En menos de 200 años, después de la independencia de la Grancolombia, hemos perdido más o menos la mitad del territorio con el que arrancamos, sea con Venezuela, con Ecuador, con Perú, con Brasil, con Panamá y hasta la órbita geoestacionaria. Ni defendemos ni ejercemos soberanía, ¿será por eso que nos arrebatan el territorio? Y es por la arrogancia de nuestros insignes gobernantes y sus eruditos cancilleres y negociadores “pseudodiplomáticos a la carrera” que se dio por descontado que el litigio con Nicaragua era piece of cake, mejor dicho, “pan comido”, y que no había por qué preocuparse, lo que llaman “Política de Estado”.

Colombia siempre contó con un buen juego, tenía en su mano el Tratado Bárcenas-Esguerra de 1928, un tratado internacional de límites que, de acuerdo con el principio de DI Pacta sunt servanda es obligatorio, irreversible y se deshace solamente por mutuo acuerdo entre las partes. Sin embargo, apoyada en el fervor nacionalista nicaragüense que despertó la Revolución Sandinista, la Junta de Gobierno Sandinista decidió en 1980 anunciar que lo desconocía unilateralmente.

Colombia, segura de sus derechos sobre las Islas y cayos del Archipiélago de San Andrés, aceptó ir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya para defender estos derechos, como en efecto sucedió, pero lo que nadie calculó es que en su fallo de 2007 la Corte agregó en un último parágrafo de la sentencia que el meridiano 82 no era un límite marítimo, sino que era una “referencia”. Esta expresión generaba una situación peligrosísima que prácticamente nadie por fuera de los negociadores evaluó; nadie en la opinión pública estaba enterado, al menos no había una conciencia de que “nuestros” límites marítimos con Nicaragua y los demás países en el mar Caribe habían quedado en el aire y pendientes de la decisión de la Corte.

Entendíamos que se iban a fijar los limites marítimos al oeste del archipiélago y que a lo mejor se hablaría de una línea media y que se podría mover un poquito al este la línea del meridiano 82, según fueran trazadas las líneas de base que resultaran del dibujo de los cayos y las islas exteriores que conforman el archipiélago colombiano, así que no había porqué preocuparse.

Los negociadores se sentaron en sus laureles y no se hizo otra cosa que esperar el fallo, cuando debió parar a la Corte y en su momento hacer todo lo que quieren hacer ahora para demandar su incompetencia, incluido solicitar el clamor por la solidaridad nacional. No se interpusieron los recursos y los funcionarios y los delegados siguieron tan campantes viajando y viaticando; los abogados y expertos internacionales devengando por sus asesorías millones de dólares y nunca se pellizcaron ni calcularon que la Corte podía emitir un fallo sesgado y seguramente influenciado con “argumentos económicos de peso”.

Recordemos que la demanda nicaragüense se interpuso ante la CIJ cuando empresas internacionales instalaron plataformas y empezaron a efectuar perforaciones y la evaluación de proyectos para la explotación petrolera en zonas ubicadas al este del meridiano 82, con permisos y licencias expedidas por el gobierno de Nicaragua. Colombia claramente se opuso a las explotaciones petroleras en la zona por parte de empresas internacionales y, por su parte, el gobierno de Nicaragua se ha mostrado muy interesado y diligente en el negocio petrolero, llegándose a abrir procesos de licitación internacional para otorgar permisos de explotación en zonas al este del meridiano 82.

El problema de Nicaragua y el de las petroleras enfrentadas con Colombia encontró una alternativa de solución. Para ello se recurrió a la Corte, a donde se elevó la demanda de nulidad del Tratado y fue solo cuestión de pagar buenos abogados internacionalistas que tuvieran buenas relaciones con la CIJ y que fueran capaces de meterse a la Corte en el bolsillo, una inversión riesgosa, pero finalmente todo un business exitoso financiado por las petroleras internacionales.

Ahora que ya todo está consumado, se quiere vender el sofá, dizque desconocer el fallo de la Corte, dizque renunciar al Tratado de la CIJ, denunciar el fallo porque Nicaragua no va a poder controlar la explotación de los recursos naturales, o porque los isleños, que ahora llaman raizales, no van a poder subsistir, o porque el narcotráfico se va a apoderar del área (¿?), cientos de recomendaciones se dicen en los medios, todo esto es puro blablablá. Sencillamente Colombia no es Nicaragua y no puede salir a decirle a la comunidad internacional que como no se falló a su favor, Colombia no acepta el fallo.

Colombia no puede, de ninguna manera, iniciar un “desorden internacional” desconociendo un fallo de la CIJ. Qué tal que todos los países que comparten fronteras y que no están contentos con lo que les tocó —nadie lo está— vengan ahora a desconocer sus tratados internacionales. Sería el caos y volveríamos a las épocas de las bárbaras naciones.

* Exembajador de Carrera Diplomática.

Por Fabio Avella Martínez *

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar