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La política estadounidense hacia Irán llevará a la guerra

Habrá una fuerte presencia israelí en Washington esta semana.

Hooshang Amirahmadi y Shahir Shahidsaless*
04 de marzo de 2012 - 09:00 p. m.

Habrá una fuerte presencia israelí en Washington esta semana. El presidente de EE.UU., Barack Obama, está programado para asistir a la conferencia anual de AIPAC y reunirse con el primer ministro Benjamín Netanyahu.De acuerdo al diario Haaretz, Netanyahu le pedirá a Obama “plantear inequívocamente” que EEUU se  está  preparando para una operación militar en caso de que Irán cruce ciertas líneas rojas. El objetivo es “incrementar la presión contra Irán” para suspender su programa nuclear. 

Netanyahu cree que “la objeción norteamericana a un acto militar reduce la presión en (Irán)”. En otras palabras, la diferencia entre las dos administraciones es acerca de la escala de presión, más que lo aproximado y sugerido por los medios.El diario israelí Haaretz reportó que Netanyahu tuvo duras palabras para el director del US Joints Chiefs of Staff, el general Martin Dempsey, al decir que sus comentarios sobre posponer cualquier ataque contra Irán “sirvieron a los iraníes”.

El fundamento detrás de está aproximación israelí es similar a la política estadounidense de garrote y zanahoria, la cual en esencia se trata de aplicar presión para convencer a los iraníes de abandonar el enriquecimiento de uranio.  La posición de la administración de EEUU es lograr esta meta a través de negociaciones. Pero el problema es que EEUU e Irán no se pueden comprometer en un diálogo sostenido dirigido a la distensión y a una mínima cooperación. Es una relación bizarra que no se vio ni siquiera durante la Guerra Fría entre EEUU y sus adversarios comunistas. Durante los últimos 30 años, EE.UU. e Irán se han juntado en la mesa de negociaciones sin resultado alguno. Asumiendo que ambos lados han deseado negociar  con buena fe, uno podría preguntar ¿por qué no pueden dialogar sostenida y substancialmente y cómo  se podría resolver este problema?

Mientras monitorea el impacto de su política de presión contra los desarrollos en Irán, el gobierno estadounidense está esperando que el régimen islámico se someta a las presiones y finalmente detenga su programa de enriquecimiento de uranio. Esta política está basada en profundos errores de cálculo y, por lo tanto, fracasará y llevará a la confrontación militar.

El orgullo nacional es la mayor fuerza del programa nuclear iraní y la razón principal por la cual Irán se resiste a las exigencias para su suspensión. No es de extrañar que tanto los leales como los opositores al régimen apoyan el programa nuclear del país. Una encuesta de opinión hecha por la Corporación Rand en 2011 indicó que el 87% de los iraníes favorecen fuertemente el desarrollo de energía nuclear para el uso civil, mientras el 98% creyeron que la posesión de energía nuclear es un derecho nacional. 

Los líderes de la República Islámica han condenado frecuentemente la política de garrote y zanahoria y el “tono” de los oficiales norteamericanos como “irrespetuoso y derogatorio”. Ellos están particular y extremadamente molestos por los términos “garrote y zanahoria”, por como son aplicados a Irán como a un burro. El Baradei, cuando era la cabeza de la IAEA, repetidas veces sostuvo que “garrote y zanahoria”… es una política apta para un burro pero no para una nación orgullosa”. Además, esta noción de orgullo nacional esta reforzada por la cultura islámica iraní de resistir a la presión. 

El mensaje televisivo que el presidente Obama envió en 2009 para un “nuevo comienzo” podría haber superado el punto muerto si no hubiera estado acompañado por acusaciones de “terror” y “armas”. Teherán recibió el mensaje como una muestra de la política de garrote y zanahoria. El líder supremo Khamenei inmediatamente atacó a Obama diciendo que “ellos celebran el nuevo año iraní y al mismo tiempo acusan a Irán de apoyar el terrorismo y hacer esfuerzos parapara acceso a armas nucleares… nuestra nación… odia las amenaza y los incentivos”. 

Este sentimiento es incomprensible para los analistas de Occidente y los constructores de políticas. No es una sorpresa que las políticas de EE.UU. hacia Irán, particularmente con respecto a la disputa nuclear, casi sin reservas descarten la influencia de su identificación cultural. El hecho es que los líderes políticos de Teherán, en particular el supremo líder, incurrirían en un alto costo e incluso podrían ser acusados de vender la dignidad iraní si desistieran del programa nuclear bajo coacción. 

La desconfianza juega un papel incluso más poderoso en el conflicto EEUU-Irán. No es de extrañar que los conservadores sostengan que una vez que Irán se rinda a las presiones y detenga su programa atómico, EE.UU. usaría argumentos como los derechos humanos y el terrorismo para imponer sanciones incluso más draconianas. Si la percepción de los líderes islámicos, de que una victoria sobre el asunto nuclear podría impulsar la confidencia estadounidense y animarlos a usar agresivamente sanciones como un arma para provocar un cambio de régimen.

Esta percepción se refleja en numerosos discursos de Khamenei. Fuertemente asegura que bajo las amenazas y la intimidación, “el camino para triunfar es no retroceder ante el enemigo, ni siquiera un paso”. Él sostiene que “si los oficiales de un país son intimidados por las amenazas de los poderes arrogantes… y hacen concesiones a esos poderes, esas concesiones nunca llegarán a un final… De hecho, el final para la presión estadounidense solo llegará cuando los oficiales iraníes anuncien que están listos para comprometer su gobierno popular de la República Islámica”.

Basado en los argumentos mencionados, y contrario a la perspectiva popular en Occidente, los iraníes no  se inclinarán ante la política de presión incluso si Obama acepta la recomendación de Netanyahu y hace una amenaza militar directa a Irán. La presión solo llevará a la falta de comunicación y a bloquear el camino hacia negociaciones significativas. Bajo esta condición, una guerra accidental o intencional se haría inevitable. Como el ex asesor de la Seguridad Nacional de EE.UU., Zbigniew Brzezinski, ha dicho, “entre más te inclines a la obligación, la opción de la guerra se hace más cercana, en caso de que no funcione”.

Si EE.UU. quiere un acuerdo diplomático en la disputa nuclear con Irán, debe abandonar la ilusión de que la aproximación con garrote y zanahoria va a funcionar, y ajustar su política actual adoptando una aproximación realista que sea más sensible con los sentimientos culturales iraníes y las realidades políticas. En particular, EE.UU. debe apreciar el hecho de que en Irán, sea correcto o no, el orgullo nacional es más importante que el interés nacional. 

EE.UU. debe ajustar su política en las siguientes líneas: abandonar el lenguaje de garrote y zanahoria así como la amenaza y la intimidación, reemplazándolos con un tono respetuoso; abandonar el mantra de “todas las opciones están sobre la  mesa”, reemplazándolo con una política de negociaciones en bases iguales; y construir confianza con Irán apoyando un Oriente Medio libre de amenazas nucleares, una jugada que podría llevar a Israel y a Irán a indirectos, o directos, diálogos atrasados. 

Finalmente, la opción de cero enriquecimiento de uranio ya parece haberse vuelto irreal. En cambio, EEUU debería enfocarse en advertir a Irán de no producir uranio para bombas, y para hacerlo, la Agencia Internacional de Energía Atómica debe mantener las plantas nucleares de Irán bajo estricto e intrusivo monitoreo. Irán va aceptar esta condición, y quizá también acepte una suspensión parcial como medida para que ambos lados se favorezcan, siempre y cuando la política de amenazar sea abandonada. 

*Hooshang Amirahmadi es professor de Rutgers University y  Presidente del American Iranian Council. Shahir ShahidSaless es un analista político y periodista free lance, escribe principalmente sobre los asuntos locales y exteriores de Irán. 
 

Por Hooshang Amirahmadi y Shahir Shahidsaless*

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