La protesta regresa a Brasil

Sectores de derecha brasileños consideran que el gobierno de Dilma Rousseff se está pareciendo al de Caracas.

Vinícius Mendes / SÃO PAULO
18 de noviembre de 2014 - 10:20 p. m.
En la ciudad de São Paulo se concentró la mayor cantidad de manifestantes en contra del gobierno.  / AFP
En la ciudad de São Paulo se concentró la mayor cantidad de manifestantes en contra del gobierno. / AFP
Foto: AFP - Miguel Schincariol

Aproximadamente 10.000 personas se reunieron el fin de semana en la avenida Paulista, la principal arteria de la ciudad de São Paulo, la mayor y más importante de Brasil, para protestar contra el Partido de los Trabajadores (PT) y la presidenta Dilma Rousseff, reelegida hace un mes. Ha sido la mayor manifestación desde que asumió el poder en 2010 y la segunda seguida desde su reelección a finales de octubre. El número estimado de personas en la protesta es un asunto de controversia: la Policía Militar de São Paulo informó que tenían 10.000 personas en las calles, pero el Movimento Brasil Livre, que organizó el evento en su página de Facebook, dijo que eran 38.000 personas en la manifestación.

La mayoría de los manifestantes llevaron carteles y pancartas diciendo que “Brasil no va a convertirse en una Venezuela” y “los brasileños no quieren a los cubanos en el país”. La protesta recorrió las principales calles del centro de la ciudad. Manifestaciones paralelas se llevaron a cabo en otras ciudades de Brasil, como Curitiba, en el sur, y una proporción menor en la región del medio del país.

Derecha e izquierda

El contexto de las reivindicaciones de la protesta en Brasil es compleja: los sectores de derecha se molestan con el gobierno del PT, principalmente, por la línea de izquierda del partido que llegó al poder en 2002, con Luiz Inácio Lula da Silva. Desde entonces, el gobierno de Brasil ha centrado sus acciones en la transferencia de dinero a las regiones Norte y Nordeste del país, que tienen menos estructura y más personas pobres. Lula, un operario que perdió tres elecciones antes de ser elegido, reunió en Brasil otros países gobernados por partidos de izquierda en la región, como Néstor Kirchner de Argentina, Evo Morales de Bolivia y Hugo Chávez de Venezuela.

Durante el gobierno Lula, unos 20 millones de brasileños salieron de la pobreza y la mejoría en la distribución de la riqueza, de la tierra y la erradicación del hambre le valió elogios de las Naciones Unidas. También fue en este período que Brasil llegó a crecer un 7,5%, impulsado principalmente por el comercio con China.

La derecha y la prensa empezaron a oponerse con más fuerza al PT en 2005, cuando un miembro del Congreso reveló que el partido del presidente pagó una cantidad mensual a varios legisladores para que aprobaran proyectos presentados por el Ejecutivo. El escándalo, llamado “Mensalão”, se convirtió en el principal argumento contra la izquierda brasileña.

Rousseff, a su vez, vivió con sucesivas menciones de corrupción en su gobierno, entre ellas el juicio a políticos del PT que participaron en el “Mensalão”, y terminó con grandes nombres del partido detenidos, además de la renuncias de varios ministros. En agosto de este año, sin embargo, la Policía Federal reveló un esquema de corrupción de gran escala en la petrolera estatal Petrobras, la más grande en América Latina, lo que contribuyó a las protestas de este mes.
La semana pasada, en una entrevista en el diario Folha, de São Paulo, el presidente de la Corte Suprema de Brasil, Gilmar Mendes, dijo que el país está tomando contornos “bolivarianos”, debido a la maquinaria del Estado con los miembros del mismo partido.

Según el profesor de relaciones internacionales de la Universidad Federal de ABC de São Paulo, Igor Fusor, en Brasil sí está ocurriendo algo que ya ocurrió en Venezuela: “Tras la elección y los resultados, los sectores más conservadores de la sociedad han desarrollado un discurso de odio, intolerancia similar la oposición de Venezuela”, dijo en una entrevista a El Espectador.

Los brasileños dicen orgullosos haber sido las únicas personas en el mundo que “tumbaron” a un presidente por la presión en las calles, en el movimiento llamado “Impeachment”. Ocurrió en 1992, tres años después de la elección del liberal Fernando Collor de Mello, el primer presidente civil elegido después de veinte años de régimen militar y quien fue depuesto después de que la revista Veja publicara informes que evidenciaban facilidades financieras para él y su familia. En dicha ocasión, el Congreso destituyó al presidente y le dio el poder a su vicepresidente, Itamar Franco, quien en medio de una crisis económica llevó el país a la estabilidad monetaria. Por el escándalo de corrupción en Petrobras, los manifestantes quieren que ocurra lo mismo con Rousseff.

Por Vinícius Mendes / SÃO PAULO

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