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Por qué Rusia no puede permitirse otra guerra fría

Putin parece haber detenido la inminente invasión del este de Ucrania por la caída en el precio de las acciones.

James B. Stewart, NY Times
14 de marzo de 2014 - 06:32 p. m.

No es sorprendente que la crisis de Ucrania de haya suscitado comparaciones con Hungría en 1956 y con Checoeslovaquia en 1968, o que un coro de analistas haya proclamado el resurgimiento de la guerra fría.

Pero hay por lo menos una diferencia importante entre entonces y ahora: Moscú tiene un mercado de acciones.

Con el control autocrático del presidente Vladimir Putin, Rusia quizá sea una democracia solo de nombre, pero los movimientos de la bolsa de Moscú constituyen un referendo minuto a minuto de sus acciones diplomáticas y militares. El lunes pasado, el índice de la bolsa rusa, el RTS, perdió más de 12 por ciento, en lo que un funcionario ruso llamó ventas de pánico. Esta baja pulverizó casi 60,000 millones de dólares en valores: más del exorbitante costo de los Juegos Olímpicos de Sochi. El rublo se hundió en los mercados de divisas, obligando al banco central ruso a elevar las tasas de interés en 1.5 por ciento para defender su moneda.

Putin “parece haber detenido la inminente invasión del este de Ucrania porque el índice RTS cayó en 12 por ciento”, aseguró Anders Aslund, miembro de número del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington.

El martes, en cuanto Putin dijo que no veía ninguna necesidad de que las fuerzas armadas rusas intervinieran más, el mercado ruso repuntó 6 por ciento. Y ya que las tensiones volvieron a subir el viernes, el mercado ruso quizá vuelva a cambiar cuando abra este lunes.

Putin parece “estar siguiendo el viejo manual soviético” en Ucrania, me dijo esta semana Strobe Talbott, experto en la historia de la guerra fría. “Pero en ese tiempo, a nadie le preocupaba lo que fuera a ocurrir en la bolsa soviética. Si efectivamente Putin está enfriando motores y quizá echándose para atrás, probablemente se deba a la creciente preocupación por el precio que tendría que pagar Rusia.” Talbott es el presidente de la Instituto Brookings, y como embajador sin cartera se hizo cargo de las consecuencias del desmembramiento de la Unión Soviética durante el gobierno de Bill Clinton. También es autor, entre otras obras, de “The Russia Hand”.

Rusia está mucho más expuesta a las fluctuaciones del mercado que muchos otros países, ya que el estado tiene acciones mayoritarias en muchas de las compañías más grandes del país. Gazprom, consorcio energético que es la compañía más grande de Rusia por capitalización de mercado, es propiedad mayoritaria de la Federación de Rusia. Al mismo tiempo, las acciones de Gazprom están cotizadas en la bolsa de Londres y se negocian a la vista como recibos de depósito estadounidenses en Estados Unidos así como en las bolsas de Berlín y París. Más de la mitad de sus accionistas son estadounidenses, según J.P. Morgan Securities. Y el banco que tiene la custodia de sus recibos de depósito es el Banco de Nueva York Mellon.

Muchas empresas y bancos rusos están plenamente integrados en el sistema financiero global. Esta semana, Glencore Xstrata, el gigante minero con sede en Suiza, estuvo en medio de un acuerdo de refinanciamiento de deuda a valores por más o menos mil millones de dólares con la compañía petrolera rusa Rosneft. Glencore afirmó que esperaba llevar a cabo este acuerdo a pesar de la crisis. El ingreso de Glencore el año pasado fue sustancialmente más grande que todo el producto interno bruto de Ucrania, que fue de 176,000 millones de dólares según el Banco Mundial.

La Unión Soviética, en agudo contraste, era básicamente inmune a las presiones económicas o comerciales extranjeras, gracias en parte al compromiso ideológico con la autosuficiencia. Todavía en 1985, el comercio exterior representaba apenas 4 por ciento del PIB y casi todo se hacía con los países satélites comunistas de Europa del este. Pero el aislamiento económico de la Unión Soviética, y el consecuente estancamiento económico, fue una de las razones principales del colapso de la URSS. Según Talbott, el presidente soviético de ese tiempo, Mijaíl Gorbachov, fue influido profundamente por los economistas y otros académicos soviéticos, que le advirtieron que al llegar al siglo XXI, la economía soviética sería menor que la de Corea del Sur si no se establecían profundas reformas económicas y se participaba en la economía global.

Para atraer capital de inversión, Gorbachov creó la bolsa de Moscú en 1990 y emitió una orden para permitir que los ciudadanos soviéticos pudieran poseer y negociar acciones, bonos y otros títulos por primera vez desde la revolución bolchevique de 1917. (Antes de ésta, Rusia tenía una próspera bolsa en San Petersburgo, establecida por órdenes de Pedro el Grande. Estaba albergada en un elegante edificio neoclásico directamente enfrente del Palacio de Invierno, al otro lado de la dársena. Como símbolo de la riqueza y del capitalismo, fue una de las primeras bajas de la revolución).

Aún antes de los movimientos de esta semana, el índce del mercado de valores ruso ya había caído casi 8 por ciento el año pasado y, junto con la economía rusa, sufría por los bajos precios de las mercancías y por la preocupación de los inversionistas por la reducción de las compras de bonos de la Reserva Federal. Estos factores eran de poca importancia durante la guerra fría.

En cambio, ahora “Rusia está demasiado débil y económicamente vulnerable para lanzarse a la guerra”, afirmó Aslund. “El error fundamental del Kremlin fue ignorar su debilidad económica y su dependencia de Europa. Casi la mitad de las exportaciones rusas se dirigen a Europa. Y tres cuartas partes de sus exportaciones consisten en petróleo y gas. El auge energético ya terminó y Europa puede voltearle el tablero a Rusia después de sus reducciones anteriores en el abasto de gas de 2006 y 2009. Europa puede reemplazar ese gas con gas natural licuado, gas de Noruega y gas de esquisto. Si la Unión Europea sancionara el abasto de gas de Rusia a Europa, Moscú perdería 100,000 millones de dólares, la quinta parte de sus ingresos por exportaciones, y la economía rusa estaría en crisis declarada.”

Aunque Putin “esté viviendo en otro mundo”, como dijo esta semana la canciller alemana, Angela Merkel, ciertamente reconoce que este mundo ha cambiado drásticamente desde 1956 o 1968. Sin duda ha estado escuchando a sus amigos oligarcas, muchos de los cuales manejan las compañías más grandes de Rusia y tienen guardados sus haberes personales en Londres, Nueva York y otras plazas. Los oligarcas “no se atreverían a desafiarlo”, me dijo un prominente economista ruso. (Pidió el anonimato por miedo a represalias.) “Pero sí dirían algo como que tendrían que despedir a trabajadores y reducir el pago de impuestos.”

Durante la guerra fría, si es que había multimillonarios rusos, eran muy pocos. En la actualidad hay ciento once según la más reciente clasificación de la revista Forbes, lo que pone a Rusia en el tercer lugar por número de multimillonarios, después de Estados Unidos y de China. El economista señaló que la élite de multimillonarios rusos – que prácticamente no se distingue del círculo de amigos y aliados de Putin – es la que sería más afectada por la prohibición de visa impuesta por el presidente Barack Obama el jueves. El congelamiento de bienes podría ser otra de las sanciones. Muchos oligarcas rusos tienen bienes raíces y otros valores en Europa y Estados Unidos, como el penthouse en Central Park West que el multimillonario ruso Dmitry Rybolovlev compró por 88 millones de dólares. “Esto es lo que quizá haya obligado a Putin a dar marcha atrás”, indicó el economista ruso.

Y si bien la guerra fría fue un enfrentamiento global entre el marxismo y el capitalismo, actualmente no existe “ningún componente ideológico en el conflicto, salvo que Putin se ha convertido en la encarnación del rechazo de Occidente como modelo”, precisó Talbott. “Él quiere promover una comisión euroasiática dominada por Moscú, pero eso no es una ideología. Aunque la economía rusa es un ejemplo de capitalismo de compadrazgos, no deja de ser capitalismo. Ahora no hay ni sombra de marxismo-leninismo.”

Lo que echó por tierra a la Unión Soviética y le puso fin a la guerra fría “fue el imperativo económico de convertir a Rusia en un estado moderno, eficiente y normal, un actor de la economía mundial, no debido a su poder militar sino a su fuerza económica”, continuó Talbott. Pero “para tener una economía moderna se necesita del imperio de la ley y de una prensa libre”. Putin, aseguró, “no está promoviendo el progreso de Rusia”.

El economista ruso estuvo de acuerdo. “El pacto social anterior a 2008 era que Putin iba a gobernar a Rusia mientras los rusos tendrían aumentos de ingresos”, indicó. “Ahora el crecimiento se ha estancado y él necesita ideología, aunada a la propaganda y la represión. Al parecer, la restauración soviética es la única ideología que se le ocurre.”

Rusia tiene lazos muy profundos con Ucrania. “De todas las provincias de la vieja Unión Soviética, ésta es la que más duele haber perdido y la que muchos rusos más quisieran recuperar”, indicó Talbott. “Los vínculos entre Kiev y Moscú datan de hace 300 años. Ucrania es el corazón de la cultura rusa.” Ahora que las tropas rusas están consolidadas en la península de Crimea y algunos ucranianos rusos piden abiertamente la anexión, es poco lo que Estados Unidos y sus aliados pueden hacer por restablecer el statu quo. “Una vez más, la contención, de manera silenciosa y modificada, será la estrategia de Occidente y la misión de la OTAN”, predijo Talbott.

Pero no habrá otra guerra fría, lo cual es bueno. “Una guerra de propaganda es perfectamente posible”, dijo el economista ruso. “Los eventos recientes fueron completamente irracionales e irritaron a Occidente sin causa. Eso es lo que más miedo da, especialmente a los negocios. En lugar de reformar la economía estancada, Putin asusta al mundo entero sin motivo y sin ganancia a la vista. Así que es difícil prever sus próximas acciones. Pero es improbable que haya otra guerra fría.”

 

Por James B. Stewart, NY Times

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