Publicidad

La semántica de las tragedias

Las crisis humanitarias producen migraciones masivas en las fronteras y una batalla semántica con un fuerte trasfondo político. La intensa migración hacia Europa da luces sobre el conflicto con Venezuela.

Massimo Di Ricco
02 de septiembre de 2015 - 03:33 a. m.

Desde hace unos años los veranos en Europa coinciden con un pico en la llegada de desesperados que escapan de las tragedias humanas que casi únicamente golpean al Sur global. El trágico boletín de guerra no parece dejar de enriquecerse cada día con nuevas víctimas: asfixiados en camiones, ahogados en el Mediterráneo o desaparecidos en la ruta de los Balcanes.

Los sirios, afganos, paquistaníes, iraquíes y eritreos que están cayendo en la ruta de la desesperación se han tomado las primeras páginas de la prensa internacional. En esta época de pornomiseria del clic, las imágenes y los titulares son lo más apetecido para las masas, listas para compartirlas sin cuestionamiento. Tal como ha sido el caso de aquel festival de fotografía que lanzó una campaña publicitaria a través de una falsa cuenta de Instagram en la que supuestamente un migrante senegalés se tomaba selfis en su camino hacia Europa. Aún hay quien comparte como verdadera esta información.

En medio del show mediático, el canal catarí Al Jazeera en su versión en inglés ha decidido abrir un debate sobre la semántica de esta tragedia. El medio decidió definir a estas personas con el término “refugiados”, en lugar del más común “migrantes”. La decisión se debe a que la mayoría de los que llegan a Europa son sirios que escapan del conflicto interno y a la consideración de que el término migrante se ha vuelto peyorativo e incapaz de abarcar el sentido actual de este movimiento. El término refugiado, al contrario, implica la obligatoriedad, especialmente en Europa, de acoger a quien escapa de una situación de riesgo o persecución. ¿Por qué, se pregunta la cadena árabe, llamar migrantes a los más de 30 sirios que murieron asfixiados en un camión en medio de Austria? De hecho, es sólo a las puertas de Europa que se les llama migrantes. No les cabe la mínima duda a los turcos, los libaneses o los jordanos de que los millones de sirios que desde 2011 viven en campos improvisados dentro de sus países sean refugiados.

La semántica de las migraciones ha asumido con el tiempo una connotación negativa, sobre todo propagada por los medios de comunicación, que induce al rechazo colectivo de las personas que se incluyen en esta categoría. Algo que ya llevó al debate sobre el uso inapropiado en los medios de la definición de “migrantes ilegales”: nadie es ilegal si sale de un conflicto o busca asilo político. Sucede hoy lo mismo con el conflicto fronterizo entre Venezuela y Colombia. La constante y aún continua asociación en los medios de la llegada de migrantes con términos de la semántica de las catástrofes naturales como las oleadas, las avalanchas, las inundaciones o, incluso peor, en términos de invasiones, también sigue contribuyendo a su empeoramiento.

Frente a las acusaciones de hacer de la tragedia humanitaria un tema político para presionar a Europa, el director de noticias de la cadena Salah Negm ha rechazado la acusación. Pero en cuanto negada y oculta, la decisión de generalizar con el término “refugiados” a todas las personas que están intentando llegar a Europa representa, al contrario, una fuerte postura política que implica una reflexión sobre las verdaderas causas del fenómeno. La decisión de Al Jazeera, siempre atenta a los problemas del Sur, quiere destacar cómo el movimiento de personas del sur hacia el norte también es consecuencia de forma directa o indirecta de la postura, los intereses actuales e históricos de los países europeos en los países de origen de las víctimas de estas catástrofes humanitarias.

Un artículo del inglés The Guardian se preguntaba hace unos meses por qué los blancos que viven en el exterior son en general definidos como expatriados y los demás del Sur, al contrario, son migrantes. La palabra migrante claramente asume un sentido negativo y político, porque sólo se aplica a los del Sur e implica la necesaria consideración de factores históricos y de poder. ¿Podemos, entonces, obviar como uno de los factores de las migraciones, claramente no el único, el hecho de que los países del Norte han intervenido directamente o indirectamente en estos países, financiando bandos opuestos o apoyando regímenes autoritarios para alcanzar intereses estratégicos?

De allí se entiende la importancia de una semántica correcta que ayude a entender la situación más allá de la percepción y las emociones. En la tragedia humanitaria que se está desatando en la frontera colombo-venezolana todos los medios se aprovechan de una semántica partidaria, que sólo usa las palabras colombianos, connacionales, deportados o compatriotas. Difícilmente encontramos los términos desplazados, refugiados, o pueden imaginarse si por años los colombianos en la frontera se habrían definido como migrantes ilegales. También en este caso una aplicación razonada de la semántica ayudaría a la comprensión colectiva de las bases históricas de esta tragedia, aunque sin querer justificar las deportaciones arbitrarias, y capaz de propiciar argumentos contra todos los extremismos. A dichos extremismos, como nos enseña nuestra memoria, nunca les han importado las razones de los que cruzan las fronteras, voluntaria o involuntariamente, en cualquier parte del mundo. Pero esta memoria se olvida en un fugaz clic perdido entre el Táchira, el Mediterráneo y los Balcanes.

Por Massimo Di Ricco

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar