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Siria, el mal menor

Según denunció Damasco, el ejército israelí bombardeó instalaciones militares dos veces en tres días. El canciller sirio calificó los hechos como una "declaración de guerra".

Víctor de Currea-Lugo*
05 de mayo de 2013 - 09:00 p. m.
Un soldado israelí durante un simulacro de su ejército en los altos del Golán, cerca de la frontera con Siria, en donde crece la tensión por dos ataques lanzados por Israel. / AFP
Un soldado israelí durante un simulacro de su ejército en los altos del Golán, cerca de la frontera con Siria, en donde crece la tensión por dos ataques lanzados por Israel. / AFP

En Siria se alinean los actores armados en una guerra donde la alianzas no nacen sólo de la identidad política sino, como en la Guerra Fría, de la necesidad de sobrevivir. Con el telón de fondo de las armas de destrucción masiva, todos los actores empiezan a mostrar sus cartas.

Detrás del presidente sirio Bashar al Asad no está sólo el ejército oficial sino que además hay tres milicias: la milicia alauita de los tristemente famosos shabiha (“fantasma” en árabe), la milicia libanesa de Hizbolá y la milicia de la Guardia Revolucionaria Iraní. De este último grupo ya se observa el despliegue, incluso en las calles de Damasco. A pesar de estos apoyos, la paranoia de Al Asad se ve reflejada en su progresiva pérdida de fe en las propias tropas.

Los rebeldes sirios se nutren de las ayudas que les llegan desde el golfo Pérsico, Francia y Estados Unidos. Los apoyos financieros a radicales islamistas provienen de redes privadas, algunas con base en Arabia Saudita y Kuwait, no necesariamente relacionadas con los gobiernos, y no precisamente vinculadas con Al Qaeda.

Por su parte, este grupo terrorista ha garantizado su propio crecimiento a través de milicias que desde suelo iraquí apoyan a grupos islamistas como Al Nusra. Algunos de los militantes de estos grupos no son convencidos radicales sino combatientes que se vinculan a ellos porque es la única manera de acceder a armas y recursos.

Israel ha decidido bombardear de nuevo el territorio sirio. Esto implica arrastrar a los Estados Unidos a posicionarse, lo que explica las declaraciones del presiente Barack Obama, quien ya descartó el despliegue de tropas terrestres, pero estudia la posibilidad de “bombardeos selectivos” (a lo Kosovo), lo que le garantizaría actuar sin poner víctimas de sus tropas. EE.UU. mira a Siria pensando en Irán y su carrera nuclear. Todo esto porque la posición de EE.UU. en Oriente Medio se decide en Tel Aviv.

Al Asad utiliza el ataque israelí como “prueba” de que los rebeldes no son más que —según él— “terroristas” al servicio de Washington y Tel Aviv. En el mismo sentido, los bombardeos israelíes y las declaraciones del presidente Obama dan más argumentos a Irán para involucrarse aún más en el conflicto, ya que tiene un acuerdo bilateral de ayuda militar con Siria (como el que tiene Estados Unidos con varios países del mundo). De hecho, ayer mismo Irán les pidió a los países vecinos que se unan para enfrentar todos a Israel.

Los miedos de Irán ante una Siria prooccidental incluyen la pérdida de la inversión multimillonaria por los acuerdos sirio-iraníes, que ya cumplen tres décadas, además de la pérdida del corredor de comunicación con Hizbolá y Hamás.

Hoy no hay posibilidad de una solución interna, así que la solución vendría sólo de fuera: mediación Rusia-Estados Unidos o la reciente propuesta de paz que construyen Egipto e Irán, vital para normalizar sus relaciones. Pero con los últimos hechos es posible que Rusia (que tendría la llave para la paz o para la guerra) abandone al presidente sirio Bashar al Asad a cambio de una buena oferta de Washington en la “nueva Siria”.

Al final, todos han jugado para crear un escenario que confirme sus sospechas, una especie de profecía autocumplida. Para resumir, Israel y EE.UU. están prestos a robarse la lucha de los rebeldes de Siria, mientras Hizbolá e Irán cierran filas apoyando a Al Asad. Y Rusia mira el ajedrez antes de decidir hacia qué lado inclinarse. Aunque no hay un libreto preestablecido para los rebeldes, estos cada vez tienen menos posibilidades de triunfar en solitario y le apuestan al mal menor, que no es ni el terrorismo, ni los EE.UU., ni los países del golfo Pérsico, pero tampoco es Al Asad.

 

* Profesor Universidad Javeriana

@DeCurreaLugo

Por Víctor de Currea-Lugo*

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