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Siria, ¿laberinto sin salida?

El jefe del Estado mayor Conjunto de Estados Unidos considera que no es oportuno pensar en una acción militar en este momento.

Redacción Internacional
25 de julio de 2013 - 07:33 a. m.
El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Martin Dempsey. / EFE
El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Martin Dempsey. / EFE

La ciudad de Alepo es quizá la población que mejor representa la cruda realidad del conflicto sirio. La guerra y los enfrentamientos entre las fuerzas oficiales y los rebeldes, quienes lograron tomar la mayor parte de la ciudad, han dividido el territorio de manera simbólica, con barricadas que dividen el terreno amigo y el enemigo.

En dos años de guerra y con más de 100.000 muertos a cuestas en toda Siria, la calma es difícil de hallar. Los testimonios que llegan de los rebeldes a través de las agencias internacionales, hablan de una zozobra enorme: no saben cuándo el Ejército, fiel al presidente Bashar al Asad, querrá dar inicio a una ofensiva colosal con miras a recuperar el territorio controlado por los rebeldes, como ha sucedido en ciudades como Damasco.

No obstante, más allá de la dinámica militar, otros problemas como la escasez de alimentos, la imposibilidad de estudio de los niños por las escuelas derrumbadas, y las viviendas hechas escombros, comienzan a hacer mella en la población. La Coalición Nacional de Fuerzas de la Oposición y de la Revolución Siria (CNFORS), la organización paralela al gobierno que tiene su sede en Estambul y que hoy en día es reconocida por 114 países como la representación legítima del pueblo sirio, recibe las primera críticas en Alepo. La gente quiere que a la par de la guerra, sus necesidades sean atendidas.

El panorama no da mucho margen para el optimismo. La guerra ya se ha tomado más de dos años y todavía no da indicios de entrar en una recta final. Al Asad sigue al mando y la noticia de que EE. UU. no se plantea la posibilidad de comandar una operación militar en el territorio ha debido ser un duro golpe para el Ejército de Liberación Sirio (ELS).

En junio pasado, cuando el presidente estadounidense Barack Obama anunció que por medio de la CIA Washington haría llegar nuevo armamento a los rebeldes y asistencia para el entrenamiento castrense, quedó abierta la puerta para una eventual incursión armada. La idea del mandatario fue apoyada por el Capitolio, donde el ala republicana encabezada por el senador John McCain insistió en la necesidad de plantar la intervención con prontitud. El propio McCain envió una solicitud de claridad al Jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Martin Dempsey, en la que se evaluaría las variables de una eventual acción.

El general Dempsey respondió esta semana al pedido y envió un informe completo a los parlamentarios con una conclusión que tal vez no fuera la esperada: no es conveniente para Estados Unidos asistir a la guerra en Siria, aunque hace la salvedad de que “la decisión de una intervención militar es política”. En el informe se lee: “Una vez que hayamos decidido actuar, deberemos estar preparados para el siguiente paso y una implicación más profunda será muy difícil de eludir”.

La argumentación del Jefe del Estado Mayor Conjunto evalúa varios escenarios. Dempsey considera que el inicio de ataques estadounidenses implicaría una serie de efectos que no necesariamente conducirían al fin del conflicto. Si el objetivo de la misión fuera derrocar a Al Asad, el documento explica que eso no significaría el fin de los enfrentamientos entre las fuerzas e implicaría seguramente misiones de estabilización. El general habla también de “consecuencias involuntarias”, como serían el fortalecimiento de los grupos extremistas y la posibilidad de que la seguridad estadounidense se vea debilitada por el desvío de tropas a Siria.

La cuestión económica es un asunto importante también. Para la situación de Estados Unidos, que intenta salir a flote de la crisis, no resulta recomendable traer más gastos a sus arcas. Las misiones de asistencia y entrenamiento en tierra costarían unos US$ 500 millones anualmente y la implementación de una zona de exclusión aérea, que reduciría el poder aéreo de Al Asad con bombardeos estratégicos, estaría alrededor de los US$ 1.000 millones.

El fuego continúa en las calles, pero luce un poco limitado lo que por el momento pueda aportar la comunidad internacional. Aparte del descarte transitorio de una intervención a gran escala, los rebeldes tienen la noticia de que el primer cargamento de armas de asistencia de la CIA llegará a comienzos de agosto.

Por Redacción Internacional

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