Keiko Ogura, una sobreviviente de la peor tragedia nuclear de la historia, tiene 79 años. Ante la presencia militar y la invasión de cámaras de televisión cerca al Museo Memorial de la Paz, le dice a la agencia EFE: “Estamos muy contentos con esta visita. Por fin, después de tanto tiempo un presidente de EEUU ha aceptado venir. Esta mujer tenía 8 años recién cumplidos cuando la bomba cayó sobre su ciudad.
Ogura, como muchos otros “hibakusha”, el nombre con el que se conoce en Japón a los supervivientes, reconoció que no quiere una disculpa de Obama.
“Lo importante es que se dé cuenta del daño que pueden hacer las armas nucleares. Se trata de acabar con ellas de una vez por todas”, apuntó.
“No podré trabajar mañana porque van a estar todas las calles cortadas, pero es algo bueno, estoy contento”, explicó un taxista.
Una madre y una hija reconocieron a Efe que, gracias a la visita de Obama, en su familia se había empezado a hablar de lo que sucedió hace 71 años, un tema tabú para muchos en la ciudad, donde la radiación se convirtió en un estigma para los supervivientes durante décadas.
“Al principio me emocioné mucho al oír la noticia, pero cuando me enteré de que el parque estará cerrado y de que no podemos venir a ver nada me quedé muy decepcionada”, dijo, por su parte, a Efe Ruriko Sakamoto, hija de sobrevivientes.
Para Sadao Hirano, que tenía 12 años y se encontraba en el patio del colegio cuando estalló la bomba, el hecho de no asistir a la ceremonia no es nada importante. “Acompañaré a mi mujer al hospital. Para mí no es personal”, aseguró a Efe este “hibakusha”.
“Ya no tengo malos sentimientos hacia nadie. Era una guerra. De lo que se trata es de que no se repita y se acaben con los arsenales nucleares”, dijo este hombre de 83 años, en cuyo cuerpo todavía son visibles las quemaduras y quien reconoce que su vida ha estado marcada por las heridas que le causó la explosión.