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Tácticas de represión

Un informe realizado en varios países revela el incremento a nivel mundial de la criminalización y la violencia en contra de la protesta social. El documento repasa casos recientes en Estados Unidos, Israel, Canadá, Brasil, Sudáfrica y Reino Unido, entre otros.

Álvaro Corzo V. Nueva York
19 de octubre de 2013 - 09:00 p. m.
Las marchas de Occupy Wall Street, que llegaron a reunir 20.000 manifestantes, fueron reprimidas por las autoridades de Nueva York. / Álvaro Corzo
Las marchas de Occupy Wall Street, que llegaron a reunir 20.000 manifestantes, fueron reprimidas por las autoridades de Nueva York. / Álvaro Corzo

La historia no miente. La sociedad no gozaría de forma colectiva de los derechos de los que hoy goza si no hubiera sido por esa capacidad de tomarse las calles para protestar. No hay duda de que la cruzada en contra del trabajo infantil, a favor del sufragio de la mujer, la lucha por la igualdad de género, la guerra contra la discriminación racial, entre otras batallas, tuvieron eco gracias a las manifestaciones masivas.

Sin embargo, el más reciente estudio de la red internacional de organizaciones protectoras de las libertades civiles, liderada por ACLU (American Civil Liberties Union) en Nueva York, advierte sobre la creciente y generalizada represión y criminalización de la protesta social —no violenta— a nivel mundial. El reporte De vuelta a las calles: represión y criminalización de las protestas en el mundo entero revela las tácticas de represión violenta que están siendo usadas actualmente.

Uso excesivo de la fuerza, arrestos preventivos, monitoreo de los voceros en las redes sociales, criminalización de líderes de las protestas, intimidación a periodistas, infiltración y agitamiento dentro de las manifestaciones, e invocación de amenazas terroristas son algunas de las tendencias que encontró el reporte luego de analizar el manejo reciente que han tenido diferentes protestas sociales en Estados Unidos, Israel, Canadá, Argentina, Egipto, Hungría, Kenia, Sudáfrica e Inglaterra. Abby Deshman, directora de la Asociación Canadiense de Libertades Civiles y coeditora del reporte, le dijo a El Espectador que “sólo basta ver lo que ocurrió en Brasil, Turquía y Grecia”.

¿Se confirma que se le cierra el paso a la protesta no violenta a nivel mundial?

Lamentablemente sí, esa fue la conclusión a la que llegamos después de un trabajo de muchos años. Más de ocho organizaciones en los cinco continentes cruzamos información y datos que nos llevaron a evidenciar el disparado aumento en la detención masiva y preventiva de manifestantes no violentos, la intimidación de veedores de derechos humanos y periodistas, el excesivo uso de la fuerza, la proliferación de armas no letales, como cañones acústicos y gas pimienta, así como la repetida invocación de sospecha terrorista.

Pero estas tácticas de represión no son un fenómeno totalmente nuevo.

Por supuesto que no. La diferencia es que antes se presentaban casos aislados en todo el globo; hoy en día, la gran mayoría de las protestas sociales —no violentas— a nivel mundial se maneja de esta forma, en un marco de total represión policial, repetida criminalización judicial y excesiva impunidad por los abusos cometidos. Esta es una tendencia que preocupa.

¿Cuáles son las nuevas tácticas que se han hecho presentes en los últimos años? ¿La represión preventiva?

Hoy la vemos repetirse por todo el globo y se refiere a cómo los organismos policiales y de inteligencia buscan reprimir la protesta social aun antes de que llegue a las calles. Casos como el de las protestas estudiantiles en Canadá o el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos, en los cinco continentes deja claro cómo se le hace un sistemático seguimiento a los líderes de las distintas protestas en las redes sociales con el fin de infiltrar los movimientos y así torpedear y evitar, en el mejor de los casos, sus distintas manifestaciones.

Es más preocupante cuando se tiene la certeza de que nuestras conversaciones telefónicas y en internet están siendo revisadas hoy día.

Por supuesto. Al tener la capacidad física y logística de monitorear las 24 horas las comunicaciones de una población en particular, el programa de represión o intervención preventiva gana más fuerza para combatir el derecho de disentir que tenemos como sociedad.

El reporte también muestra el aumento de casos en los que las autoridades invocan sospechas terroristas para disolver violentamente distintos tipos de protestas.

El estudio demuestra cómo en muchas ocasiones los gobiernos califican premeditadamente la protestas pacíficas como violentas o como focos de terrorismo. Al invocar la salvaguarda de la seguridad nacional terminan pasando por encima de cualquier tipo de control en la protección de los derechos civiles de quienes protestan. Es como un comodín para impartir represión sin ningún tipo de vigilancia.

¿Qué parte de todo esto es una influencia directa de las políticas posteriores al 9-11 a nivel mundial?

No cabe duda. Durante ese período muchos países en el mundo entero aprobaron legislaciones que permitían usar herramientas como interrogatorios preventivos, interceptación de comunicaciones, arrestos masivos y detención sin orden judicial, entre otras prácticas. El problema con lo que terminó pasando es que esas leyes terminaron siendo usadas como pie de fuerza para controlar la protesta social en el interior de estos países. Uno de los casos relatado en el reporte es el de Inglaterra, donde quedó claro que las leyes antiterroristas que se pasaron luego de los atentados del 11 de noviembre de 2001 se han invocado en la gran mayoría de ocasiones para el manejo de congregaciones populares y marchas no violentas en el país.

¿Qué queda entonces por hacer?

Luchar contra la impunidad por los casos de abusos a los derechos civiles a mano por parte de las autoridades durante protestas no violentas. En primera instancia hay que buscar la justicia en el sistema judicial de cada país, acompañado por procesos ante las cortes internacionales, con el fin de hacer saber a los gobiernos del mundo entero que la impunidad tiene su fin en el marco regulatorio internacional. De igual forma, la sociedad civil tiene que promover la instauración de controles y límites estándares en el uso de la fuerza durante manifestaciones no violentas. Exigir al gobierno de cada país el respeto al derecho ciudadano y democrático de libre asociación y protesta no violenta.

Las organizaciones protectoras de derechos humanos en todo el mundo tienen que promover la instauración institucional de programas de educación a la fuerza pública en el manejo de protestas sociales no violentas. Y por último diría que hay que luchar por la prohibición del uso de armas de guerra en escenarios urbanos. Es el caso que estamos viendo con los Lard Sonic Canons, una peligrosa arma auditiva que consiste en un cañón que emite una señal sonora tan fuerte que puede paralizar y de paso hacer perder la audición a quien esté en su rango de acción. Es un arma que se diseñó para la guerra en Irak, sin embargo, estamos viendo casos de cómo la utilizan los departamentos policiales en distintas partes del mundo.

El ‘Black Bloc’ aparece en Brasil

Desde junio de este año las protestas sociales en Brasil se han mantenido en la agenda nacional. La intensidad ha disminuido desde que se iniciaron, cuando se extendieron por un alza en las tarifas del transporte y lo altos costos que acarrean los preparativos para el Mundial de Fútbol del próximo año.

No obstante, en los últimos días un grupo ha irrumpido en las protestas. Son reconocidos como miembros del movimiento ‘Black Bloc’ y aparecen en las manifestaciones vestidos de negro y con sus caras ocultas, se enfrentan a la Policía y atacan a íconos capitalistas como McDonald’s y los bancos. Hasta ahora han centrado sus apariciones en Río de Janeiro y São Paulo, donde cerca de 250 de sus miembros fueron detenidos tras apoyar protestas de profesores y estudiantes.

La Policía no duda en calificarlos de vándalos, pero a ellos no parece importales. Se ufanan de no dar declaraciones a los periodistas y prefieren evitar el uso de teléfonos para no ser identificados. Sus convocatorias las realizan de forma anónima a través de redes sociales.

 

Aparentemente son herederos del ideario de la extrema izquierda alemana de los años 80 y de grupos que en su momento utilizaron el mismo nombre con preceptos de libertad y anarquía.

Por Álvaro Corzo V. Nueva York

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