"Los bienes arqueológicos y los bienes culturales son inalienables, inembargables, y pertenecen al estado donde fueron creados. Sin embargo la convención que rige este problema tiene unos vacíos que nos impiden recuperar esos bienes", sentenció Lautaro Pozo, embajadora de Ecuador ante la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Esta convención, creada en 1970 y firmada por 122 países, establece obligaciones para los Estados en materia de protección, control y restitución de bienes. La reunión pretende optimizar su implementación, evaluar su efectividad, especialmente a la luz de las nuevas tendencias para el tráfico ilícito de propiedades culturales y desarrollar nuevas estrategias contra la lucha de este comercio.
"En los últimos años hemos visto una aceleración de la circulación de bienes robados, gracias a internet. Y para luchar contra esto se necesitan bases de datos potentes y que los Estados cataloguen los objetos", explica Edouard Planche, de la división de objetos culturales y del patrimonio inmaterial de la Unesco.
Es precisamente la falta de inventario lo que más perjudica a países como Ecuador o Perú, donde el patrimonio precolombino (en el caso de Ecuador sobre todo el de las culturas Manta, Valdivia y Jama-Coaque) sale directamente de la tierra y termina en las grandes casas de subastas. "En Ecuador existe la llamada huaquería que consiste en desenterrar bienes arqueológicos y venderlos. Eso lo hace un campesino pobre en cuya propiedad se encuentran unas pocas piezas y puede venderlas entre 2 y 10 dólares. Después, estos objetos acaban siendo vendidos en una subasta por 10.000, 15.000 o 20.000 euros", afirma Pozo.
Una de las grandes dificultades es que las policías aduaneras de los países latinos no están entrenadas para identificar piezas del patrimonio submarino, paleontológico y cultural, y por el contrario, si lo están para percatar drogas, oro y falsificaciones de artículos de lujo. De hecho, a principios de este mes, 45 piezas fósiles de diez millones de años de antigüedad fueron confiscadas en la ciudad argentina de Mendoza en un avión privado que venía de Colombia.
A pesar de que no hay cifras exactas, se estima que el tráfico global de bienes culturales podría representar entre 2.000 y 6.000 millones de dólares anuales, según datos de la Unesco, y cada año se venderían en Europa, Estados Unidos y Canadá entre 2.000 y 4.000 piezas latinoamericanas, según el embajador ecuatoriano.
Paralelo a la convención, en los predios de la Unesco, mañana se inaugura la exposición: “Tesoros encontrados”, que hace énfasis en la cooperación internacional contra el tráfico ilícito de bienes culturales y en especial el éxito de los Carabinieri italianos que han sido de los más aguerridos en esta lucha.
La muestra exhibe 31 objetos originales robados y posteriormente recuperados que datan del siglo IV antes de Cristo hasta el siglo XVII, entre ellos una carta en latín de Cristóbal Colón desaparecida de una biblioteca de Italia en 1986 y hallada seis años después. La exposición permite darle a conocer al espectador las dificultades y las técnicas para encontrar este tipo de bienes, gracias a los esfuerzos de las autoridades judiciales y las policías internacionales.
Las cifras señalam a Egipto, Siria y Malí como los tres puntos negros del mundo para el patrimonio cultural, ya que son víctimas de un tráfico equiparable al de las drogas o el armamento.
La reunión de los Estados parte de la convención, que se realizará mañana y el jueves en la sede de la Unesco en París, es tan sólo la segunda en 41 años y constituye una ocasión para que los países latinoamericanos demanden mayores controles a las regiones que más compran, como Europa y Estados Unidos.