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¿Tercera Intifada?

Otra vez Jerusalén es epicentro de la violencia entre israelíes y palestinos. El aumento de tensiones hace que algunos teman el inicio de un enfrentamiento masivo.

Daniel Salgar Antolínez
19 de noviembre de 2014 - 03:20 a. m.
Jerusalén Este: autoridades israelíes frente a habitantes palestinos en el barrio Abu Jamal. / AFP
Jerusalén Este: autoridades israelíes frente a habitantes palestinos en el barrio Abu Jamal. / AFP
Foto: AFP - AHMAD GHARABLI

Una vez más, Jerusalén es escenario de violencia entre Israel y Palestina. Ayer, dos palestinos armados con una pistola y cuchillos irrumpieron en una sinagoga del barrio de Har Nof y acuchillaron y mataron a cuatro personas, antes de morir bajo las balas de las autoridades de israelíes. Es el más reciente en una serie de ataques que durante las últimas semanas han sacudido a la ciudad tres veces santa.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aseguró que “este es el resultado directo de la incitación que está siendo llevada a cabo por Hamás y por Abu Mazen (Mahmud Abás), incitación que la comunidad internacional ignora de manera irresponsable. Responderemos con mano dura al brutal asesinato de judíos que fueron a rezar y resultaron abordados por reprensibles asesinos”. En una declaración posterior dijo: "Hay quien nos quiere echar de nuestro país y de nuestra capital, no lo van a conseguir. Estamos en un combate por Jerusalén, nuestra capital eterna".

Está por verse la respuesta de Tel Aviv a este ataque, sin embargo el precedente de la operación Margen Protector en la Franja de Gaza, realizada del 8 de julio al 26 de agosto en respuesta al supuesto asesinato por parte de Hamás de tres adolescentes judíos, no plantea un escenario alentador. Ya la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos alertó a Israel que cualquier respuesta debe respetar la ley internacional.

Los recientes episodios de violencia no son hechos aislados. Aunque no exista justificación alguna para estos ataques, no se pueden contemplar como una foto instantánea sin examinar la historia que los precede, cargada de provocaciones, conflictos armados, disputas políticas, territoriales y procesos colonizadores.

Barah Mikail, investigador para Oriente Medio de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (Fride), explica que Jerusalén tiene una enorme importancia simbólica, además de albergar importantes y diversas comunidades religiosas. Está cargada de referencias de la Biblia y del Corán. Acoge santuarios importantes de musulmanes, judíos y cristianos. Y se suponía que, tras el mandato británico, sería una “ciudad internacional” que perteneciera a todo el mundo sin ninguna “propiedad nacional” en particular. Pero las tensiones y la guerra entre israelíes y árabes la convirtieron progresivamente en la columna vertebral de la discordia. “Todavía veo a Jerusalén, a pesar de su enorme importancia simbólica, como la expresión de una lucha política que tiende a reapropiarse de motivos religiosos para ganar más legitimidad”.

Lo estipulado en el plan de partición diseñado por la ONU en 1947, según el cual Jerusalén debería ser una capital internacional protegida por fuerzas internacionales, nunca fue aplicado. Desde la guerra de los Seis Días de 1967, Israel invadió la parte oriental de Jerusalén y desde entonces se ha venido anexando áreas de ese territorio. Desde 1980 Israel declaró a Jerusalén su capital. Sin embargo, la comunidad internacional no la reconoce como tal, porque no acepta la ocupación de Jerusalén Este, y la mayoría de estados tienen sus embajadas a Tel Aviv.

Durante más de cuatro décadas, Israel ha levantado de manera unilateral un muro (que se ha convertido en una frontera de facto) y construido colonias judías dentro de Jerusalén Este, con lo cual ha generado desplazamiento, ha revocado la residencia a palestinos de ese sector, ha demolido viviendas de palestinos, ha obstaculizado el derecho a la libre movilidad y el comercio, y ha alterado la situación demográfica y natural de Jerusalén Este.

La comunidad internacional en general ha rechazado estas acciones israelíes, que son violatorias de al menos cuatro artículos de la Cuarta Convención de Ginebra y de numerosas resoluciones de la ONU (242, 252, 298, 476, entre otras). La resolución 478 del Consejo de Seguridad rechazó la “Ley de Jerusalén”, ratificada por Israel en 1980 y con la cual pretendía ratificar la anexión de Jerusalén Este. Dicha resolución del organismo internacional dice que “las medidas legales y administrativas y las acciones tomadas por Israel, el poder ocupante, que hayan alterado o pretendido alterar el carácter y estatus de la ciudad santa de Jerusalén, y particularmente, su ley básica de Jerusalén, son nulas y vacías”.

La Corte Internacional de Justicia, en una opinión consultiva emitida en 2004, indicó que todos los estados “están bajo la obligación de no reconocer la situación ilegal que resulta de la construcción del muro en los territorios palestinos ocupados, incluido adentro y alrededor de Jerusalén Este. También están en la obligación de no prestar ayuda o asistencia para mantener la situación creada por esta construcción”.

Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo y cuna de enfrentamientos violentos. En la historia más reciente, los brotes de violencia están asociados con tensiones políticas y territoriales del conflicto palestino-israelí. Por ejemplo, la Segunda Intifada, que estalló en el 2000, mientras las partes debatían sobre el estatus de Jerusalén en la cumbre de paz de Camp David.

El entonces canciller y líder de la oposición israelí, Ariel Sharon, obtuvo los permisos para hacer una visita a la Explanada de las Mezquitas, en la que se encuentra el Domo de la Roca, donde el profeta Mahoma ascendió al paraíso, el segundo sitio más sagrado del islam después de La Meca. La visita fue interpretada por los palestinos y un sector de la sociedad israelí como una provocación para encender la violencia y obstruir las negociaciones de paz. Así estalló la Segunda Intifada, que fue más violenta que la primera (1987) y dejó más de cinco mil muertos palestinos y mil israelíes, y un aumento de las colonias de Israel en Cisjordania y Gaza.

Aunque el encuentro de religiones es una arista importante de la disputa por Jerusalén, el problema es esencialmente político y territorial. Son las políticas de separación y colonización las que generan tensión entre las religiones. Como decía un reporte de 2010 del Departamento de Estado de EE.UU. sobre la libertad religiosa, la construcción del muro impide significativamente a los residentes de Belén llegar a la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén y ha hecho difíciles las visitas de palestinos que viven al otro lado de la barrera a los lugares cristianos en Betania y Belén.

También surgen tensiones cuando las autoridades israelíes restringen el acceso de palestinos a la Explanada de las Mezquitas. Esto sucedió hace pocas semanas y desde entonces viene en aumento la violencia. Hamás no se ha atribuido directamente los recientes atentados, pero ha dicho que se trata de “una respuesta a la serie de crímenes del ocupante” en la mezquita de Al Aqsa, que se encuentra en la Explanada de las Mezquitas, y ha llamado a continuar con ese tipo de operaciones.

Debido a los recientes episodios violentos, algunos temen el inicio de una tercera Intifada. Para Barah Mikail, “esto es difícil de decir, pero las tensiones están de hecho en su pico. Dicho esto, cualquier chispa podría provocar el incendio y motivar a los palestinos a ir a las manifestaciones. Al mismo tiempo, creo que la división de la escena política palestina entre Fatah y Hamás se destaca, por ahora, como un obstáculo para una tercera Intifada, aunque nada impide la posibilidad de que los ciudadanos vayan a manifestaciones importantes que se clasifiquen rápidamente como una tercera Intifada. Podemos considerar que la eventualidad de ser testigo de una Intifada está ahí, pero todavía carecemos de elementos concretos que demuestren estar en lo cierto”.

Posición europea  *

La Unión Europea recordó a Israel que su política de construcción de asentamientos es ilegal y hace inviable la solución de dos estados. Tras el reconocimiento de Palestina como Estado por parte de Suecia, surgen iniciativas para que otros gobiernos hagan lo mismo: el Parlamento británico y el Senado irlandés aprobaron resoluciones, el Congreso español preveía hacerlo ayer y el francés próximamente. La Unión Europea se ofrece como mediador para buscar una solución definitiva de dos estados.

 

dsalgar@elespectador.com

@DanielSalgar1

Por Daniel Salgar Antolínez

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