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Tropas de Putín en Crimea indicarían separación de Ucrania de la península

Intenciones de Moscú quedaron sobre la mesa luego de que se pidiera autorización de “proteger” a las personas que son consideradas rusas

Redacción Internacional
01 de marzo de 2014 - 06:03 p. m.
Vladimir Putin, presidente ruso./ AFP
Vladimir Putin, presidente ruso./ AFP

 Primero fueron hombres armados en el Parlamento regional de Crimea, una región autónoma de Ucrania. Ese mismo día, jueves de esta semana, los legisladores de la península decidieron que el 25 de mayo realizarían un referendo para preguntarle a los más de dos millones de habitantes de la región si querían obtener aún más autonomía del gobierno ucraniano. Al día siguiente, más hombres armados, sin insignias ni banderas (aunque notablemente amigos de Rusia) se tomaron el aeropuerto de Simferopol, capital de la península.

El viernes en la tarde ya había reportes confirmados de que tropas rusas se estaban moviendo en la región: nueve carros de combate blindados, que después fueron 20 y que más tarde parecían ser 13 vuelos militares llevando 2.000 soldados rusos más a la región, además de sobrevuelos no autorizados de por lo menos 10 helicópteros militares de Rusia sobre espacio aéreo ucraniano.

El sábado en la mañana, las verdaderas intenciones de Moscú quedaron sobre la mesa luego de que el presidente Vladimir Putin le pidió al Senado ruso la autorización de fuerzas rusas en Ucrania para proteger a las personas que son consideradas rusas, bien sea por nacimiento o étnicamente. El legislativo aprobó unánimemente la medida (90 legisladores estuvieron presentes para la votación) que, para efectos prácticos, ya estaba instaurada.

Además de los misteriosos hombres enmascarados que se tomaron el Parlamento de Crimea y el aeropuerto de Simferopol, tropas de la Flota del Mar Negro capturaron un puesto de control fronterizo cerca de Sebastopol, ciudad en la que tiene puerto esta fuerza, de acuerdo con reportes de la agencia Reuters. Después de esto, el viernes en la tarde, se registró la salida de un convoy armado de vehículos blindados de la Flota que hizo presencia en la carretera que conduce de Sebastopol a Simferopol. En ese momento, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia afirmó que estos movimientos obedecían a operaciones antiterroristas para proteger la Flota; antiterrorismo en una región que, en más de 40%, quisiera integrarse a Rusia. Un portavoz del gobierno ucraniano aseguró que Kiev no fue notificado de esta salida de tropas, requisito para que los rusos puedan sacar sus fuerzas de las bases que tienen alquiladas hasta 2042 en Sebastopol.

El sábado en la mañana, un diario local aseguró que 300 soldados rusos intentaron tomarse una base naval de la armada ucraniana en Balaclava, ciudad de Crimea; de acuerdo con esta información, los barcos de guerra ucranianos fueron lanzados al mar y se retiraron al puerto de Odessa, población ucraniana fuera de Crimea.

Crimea fue desde tiempos de los zares uno de los paraísos de Rusia, un territorio que cedió a Ucrania en 1954, cuando el país era parte de la Unión Soviética. Después del colapso del bloque soviético, la región pasó a ser formalmente de los ucranianos, aunque en 1992 la península recibió la designación de República Autónoma de Crimea, con su propio parlamento, pero bajo el control del Kiev.

La conexión de Crimea con Rusia es larga y ancha: el 60% de sus habitantes se define como ruso y el idioma no oficial, aunque el más usado, es el ruso. Además de los antecedentes históricos también está la presencia nada despreciable de la Flota del Mar Negro, una fuerza de combate que tiene 100 buques de guerra, más de 13 mil hombres, 30 aviones de combate y más de un centenar de vehículos blindados. La marina ucraniana tiene 14.500 efectivos y 16 naves de combate; el ejército de Ucrania cuenta con poco menos de 130 mil efectivos, mientras que Rusia enlista casi 900 mil soldados en sus fuerzas regulares.

Las comparaciones, más que odiosas, parecen inútiles en este caso, pues una confrontación entre Ucrania y Rusia no parece del todo posible por varias razones. La primera, y más obvia, es la supremacía militar de los rusos que, en segundo lugar, operarían en un territorio ampliamente alineado con sus intereses. Esta situación abre un tercer punto: la dificultad del gobierno ucraniano de controlar una crisis exterior cuando apenas puede mantener unido el resto del país bajo un liderazgo político luchado en Kiev, pero visto con desconfianza en el Este del país, una zona tradicionalmente pro rusa. Víktor Yanukóvich, depuesto presidente de ucraniano, hoy se refugia en Rusia.

En paralelo a las acciones militares en Crimea, el sábado en la mañana ya existían reportes de desórdenes en ciudades como Járkov, Donetsk y Odessa. Aunque es difícil evaluar la veracidad de la información (o su gravedad), el clima de constante tensión beneficia a Rusia enormemente, pues invoca sentimientos de nacionalismo que bien pueden inclinar la balanza en contra de un gobierno que aún lucha por restablecer el control de un país profundamente dividido entre sentirse ucraniano o ruso. De acuerdo con la agencia de noticias rusa Itar-Tass, 97 personas han resultado heridas entre choques de manifestantes pro ucranianos y pro rusos en Donetsk.

El gobierno ucraniano, hoy en cabeza de Oleksander Turchinov (al menos hasta las elecciones generales de mayo 25), se encuentra consultando a sus fuerzas militares para definir sus próximos movimientos. Pero responder con fuerza pareciera que sólo alimentaría la retórica de Rusia, que asegura que actúa para proteger a una población que considera (y esta misma se autodefine) como rusa. El Kyiv Post, un periódico local, anota en su edición web que: “A pesar del fuerte discurso del Kremlin, no hay evidencia de que la población étnicamente rusa esté en mayor peligro que el resto de la gente en Ucrania”. Una respuesta de los militares ucranianos podría hacer realidad la amenaza para los rusos en Crimea que, hasta hoy, parece no existir.

Lo que acontece hoy en Crimea tiene grandes similitudes con el escenario de Osetia del Sur, una región que, hasta 2008, era un territorio autónomo bajo el control de Georgia, otra república emanada del colapso soviético. En agosto de ese año se desató una guerra entre ambas partes; Georgia, además, atacó a tropas de Rusia que se mantenían en el lugar como garantes de paz y, eventualmente, los rusos terminaron interviniendo con el pretexto de proteger a sus nacionales.

En ese momento, y apenas unas semanas después de empezada la guerra, los rusos repelieron con éxito a las tropas de Georgia y decidieron reconocer diplomáticamente a Osetia del Sur, un movimiento que asentó la independencia de esta región, junto con Abjasia (un territorio en condiciones similares). Este reconocimiento no es aceptado por casi ningún país, con la excepción de Nicaragua, Venezuela y la isla de Nauru, ubicada en el Pacífico.

El viernes en la noche, Barack Obama, presidente de Estados Unidos, hizo una declaración pública advirtiéndole a Rusia acerca de las consecuencias que tendría una invasión de la soberanía de Ucrania.

Con el avance de las fuerzas rusas, las opciones de Estados Unidos, al igual que las de Ucrania, parecen limitadas. Un comentarista del diario inglés The Guardian advirtió que los estadounidenses necesitan a los rusos de aliados en temas como el manejo de Siria y de las negociaciones nucleares con Irán. Este mismo medio reportó el sábado en la tarde que el Senado ruso le pidió a Putin retirar al embajador de Rusia en Washington.

Una de las preguntas que surgen a medida que la crisis en Crimea continúa es si la intervención militar de Rusia busca quedarse con un territorio que se considera ruso o si, además, tiene como fin reintegrar al poder al destituido Víktor Yanukóvich, hoy en día en la ciudad rusa de Rostov del Don, muy cerca de la frontera con Ucrania. El diario Kyiv Post citaba a los miembros del Senado ruso argumentando que las tropas rusas deben permanecer en Ucrania hasta que “se restituya el orden constitucional” al tiempo que se preguntaba si esto no indicaba un regreso de Yanukóvich al poder.

Cabe anotar que el expresidente ha seguido insistiendo que no entregó el poder luego de una revuelta popular en Kiev que comenzó por su negativa de integrar el país con la Unión Europea al tiempo que aceptó un cuantioso paquete de ayuda de Rusia por orden de US$15 mil millones, además de descuentos en la factura del gas que suman US$2 mil millones anuales.

Por Redacción Internacional

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