Tucumán tiene un estricto lazo con la historia de la Argentina. Sobre el suelo noble de esta provincia erguida en el norte del país se firmó la declaración de la independencia el 9 de julio de 1816. Se celebró en un edificio colonial que todavía conserva su impronta y es motivo del encanto turístico del lugar. Aunque por estas horas el Jardín de la República, como se conoce a esta región, fue el epicentro de la violencia y generó una grieta aún mayor en una sociedad que está dividida a sólo dos meses de las elecciones presidenciales que pondrán punto final al mandato de Cristina Fernández, más allá del candidato que buscará la continuidad del modelo.
La sospecha de fraude en los comicios que ganó Juan Manzur, postulante por el Frente Para la Victoria (FPV), generó la indignación popular. El lunes por la noche, el lento escrutinio daba como vencedor al exministro de Salud de la Nación con 14 puntos de ventaja cuando el conteo se suspendió en el 81,5% del padrón. Bajo esta coyuntura, su contrincante, José Cano, candidato por el Frente del Bicentenario, no sólo no reconoció la derrota; además, pidió abrir las urnas por las irregularidades que denunció durante el domingo –día de la elección– y un recuento de votos.
Entonces, miles de tucumanos se autoconvocaron a una manifestación pacífica que se llevó a cabo en la Plaza de la Independencia, frente a la Casa de Gobierno. Con velas, carteles y espíritu de cambio, se hicieron oír. Hasta que la Policía irrumpió con el objetivo de dispersar a la multitud con una feroz represión. Hubo 30 personas heridas.
A cargo de Dante Bustamante, el mismísimo jefe de las fuerzas locales que hoy está imputado por su accionar, un pelotón de 25 agentes ingresó a la plaza con gases lacrimógenos y balas de goma, provocando heridas en decenas de manifestantes. Después, se sumaron efectivos de Infantería y de la Policía Montada. Los grupos opositores encendieron cartones. Las escenas que se observaron fueron dantescas y, al mismo tiempo, muy tristes. A fin de cuentas, resultó un mazazo a la democracia.
Esta disputa tuvo alcance nacional. A tal punto que se cruzaron Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires y candidato a presidente por el FPV, y Mauricio Macri, jefe de gobierno porteño y cara opositora del PRO. “Repudio y rechazo los hechos de una acción autoritaria de algunos miembros de la policía de Tucumán”, declaró Scioli. Y descartó la posibilidad de un fraude: “Cabe la responsabilidad a todos los que nos compete, de acatar la voluntad popular. No es un resultado aislado, se da después de que el Frente le ganó a Macri por más de 30 puntos en las PASO. Yo mismo me he ocupado de felicitar a los ganadores. Espero que en este caso, Macri, que tiene una responsabilidad, lo reconozca”.
Macri, en concordancia con el radical Cano, había pedido que se vuelva a votar en Tucumán. “No se puede hablar de una elección normal cuando se queman 40 urnas. Fue muy imprudente del candidato del FPV decir y avalar que habían ganado y que había sido un comicio normal. No puede ser nunca normal cuando se verifican hechos como encerrar fiscales, quemar urnas y que haya certificados gemelos”, disparó Macri. También Sergio Massa, del Frente Renovador, otra de las fuerzas políticas del país, le apuntó a Scioli. “En una provincia donde hasta la una de la mañana no se había cargado un solo telegrama, me parece que algo tapaba. Hay que ser responsables e ir a la apertura de urnas”, dijo el exintendente de Tigre.
Hubo muchas irregularidades en las elecciones. Muchos ciudadanos vendieron sus votos a cambio de bolsones de comida y fue usual observar a punteros políticos con planillas para verificar que cumplieran quienes fueron contratados para trasladar a los votantes a las escuelas para sufragar. Y ayer, el presidente de la Junta Electoral confirmó que hubo 42 urnas quemadas en distintas comunas de la Provincia que hace doce años gobierna el kirchnerista José Alperovich y que tendrá a Manzur, otro rédito de Cristina, como su sucesor.