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Túnez, ¿la primavera que tampoco fue?

Un ataque en la frontera con Libia dejó por lo menos 53 víctimas mortales. Es el cuarto atentado terrorista desde 2013.

Daniel Salgar Antolínez
07 de marzo de 2016 - 08:25 p. m.

Túnez es constantemente citado como un ejemplo exitoso entre los levantamientos sociales que se iniciaron en 2010 y 2011 en contra de regímenes autoritarios en varios países del mundo árabe y musulmán. Levantamientos que fueron llamados como la “primavera árabe”, un término que hoy pierde todo su significado al observar la situación de inseguridad, violencia y autoritarismo que se vive en Libia, en Yemen, en las varias guerras que vive Siria, o si se echa un vistazo al régimen militar que volvió a tomarse el poder en Egipto después de la revolución. Túnez fue la cuna de esos levantamientos: con la inmolación de un vendedor ambulante el 17 de diciembre de 2010 comenzaron las manifestaciones contra el presidente Zine el Abidine Ben Alí, quien estaba en el poder desde 1987 y se vio obligado a renunciar para exiliarse en Arabia Saudita el 14 de enero de 2011.

Desde entonces, la llamada “transición a la democracia” en Túnez se ha considerado un proceso complejo pero por lo menos parcialmente exitoso. Tanto así que en octubre de 2015 el Cuarteto para el Diálogo Nacional, que está compuesto por cuatro organizaciones de la sociedad civil (el sindicato Unión General de los Trabajadores Tunecinos, la patronal del país, la Liga Tunecina de Derechos Humanos y la Orden de Abogados) y es un actor clave en la transición política tunecina, recibió el premio nobel de Paz. Un reconocimiento simbólico para impulsar la consolidación de la democracia en ese país del norte de África.

Ese reconocimiento conlleva un espaldarazo internacional importante. A pesar de esto, es imposible asegurar que Túnez hoy tenga una mayor estabilidad o seguridad que antes de la “primavera árabe”. Es más, la misma relevancia del Cuarteto para el Diálogo Nacional tiene sus raíces en la presencia de grupos terroristas en el país. En 2013, con el resurgimiento de grupos yihadistas y el asesinato del diputado progresista Mohamed Brahmi el 25 de julio, se dispararon las alarmas por la amenaza de esos grupos ilegales al proceso de transición. El hecho provocó nuevas protestas masivas y un alto grado de polarización entre las fuerzas islamistas y sus opositores. Fue a mediados de ese año que surgió el Cuarteto para el Diálogo Nacional, el cual logró una salida dialogada a la aguda crisis política. El mérito del Cuarteto fue impulsar el diálogo entre islamistas y opositores, obligándolos a sacar al país de su parálisis institucional. Con eso, el 24 de enero de 2014 se logró la aprobación de una nueva Constitución, la cual establece un sistema democrático y laico, bajo un régimen semipresidencialista.

Pero no pasaría mucho tiempo antes de que el terrorismo islamista volviera a aparecer como obstáculo para la transición. El 18 marzo de 2015, un atentado en las inmediaciones del Parlamento y en el Museo Nacional del Bardo dejó 17 extranjeros y dos tunecinos muertos, tiroteados por presuntos terroristas. En junio del mismo año, un ataque reivindicado por el Daesh (también llamado Estado Islámico) en dos hoteles de Susa dejó otros 39 muertos, incluido el responsable de la masacre. Este 7 de marzo, el terrorismo vuelve a atacar. Esta vez fue en la ciudad de Ben Guerdan, fronteriza con Libia, en un atentado contra las fuerzas de seguridad. El saldo es de por lo menos 53 muertos, de los cuales 18 serían víctimas y agentes de fuerzas de seguridad, junto a 35 supuestos yihadistas. Aunque el ataque no ha sido reivindicado por Daesh, se asume que éste o sus afines son los responsables.

El surgimiento del Daesh, que tiene presencia en territorio iraquí, sirio, egipcio, libio y tunecino, tiene una doble implicación al hablar de Túnez. Por un lado, se habla de la infiltración de militantes del Daesh en territorio tunecino a través de las fronteras con Libia. En medio del caos libio, el Estado (si es que se aún se puede hablar de Libia como Estado) se ha mostrado incapaz de controlar las fronteras como lo hacía durante la dictadura de Muamar Gadafi. Esto ha facilitado el tránsito de personas, armas y otros bienes utilizados por grupos armados ilegales en Medio Oriente y el Norte de África. Con el atentado de este lunes, se reitera que Túnez no escapa a esa inestabilidad regional y a la presencia cada vez más extendida de grupos armados ilegales en el Magreb. Se muestra, además, que el Estado tunecino tiene al igual que sus vecinos serias debilidades para ejercer un control efectivo en sus fronteras. Esta situación también se refleja en que Túnez es punto de salida de una de las principales rutas de la migración ilegal hacia Europa.

Por otro lado, Túnez es uno de los mayores exportadores de combatientes del Daesh. Se trata del primer país del mundo en número de voluntarios que viajan a luchar en las filas de esa organización, con más de 5.000 milicianos y colaboradores, de los que cerca del 15% han regresado al país. Así como sucede en países de Europa y en Estados Unidos, el regreso de un ciudadano que haya estado participando en el Daesh o cualquier grupo afín, plantea un enorme riesgo para la seguridad nacional.

Para Túnez, entonces, hay muchas felicitaciones pero sobre todo grandes desafíos. Además de los retos que tiene en materia socioeconómica para enfrentar las causas que dieron lugar a las manifestaciones en 2010 y que siguen presentes, ahora el Gobierno tiene inmensos retos en materia de seguridad y lucha contra las redes transnacionales de terrorismo.

Por Daniel Salgar Antolínez

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