Turquía y el Estado Islámico

Actos de violencia del Daesh en territorio turco, obligaron al gobierno de Recep Tayyip Erdogan a actuar, mediante un mensaje que busca reposicionarse en la región, reclamar su papel de líder y romper cobijas públicamente con quienes fueran, hasta hace poco, sus protegidos.

Víctor de currea-lugo
27 de julio de 2015 - 10:55 p. m.

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Turquía bombardeó al Estado Islámico y también a los kurdos en Turquía que pelean contra el Estado Islámico. Entonces surge la pregunta más común en mis clases sobre Oriente Medio: ¿Cuáles son los buenos? La otra es: ¿cuáles son de izquierda y cuáles de derecha?

No se trata de izquierda y de derecha, la lógica de la Guerra Fría no es la predominante en Oriente Medio aunque sí entre muchos académicos y periodistas de América Latina. Basta que, por ejemplo, Asad, el presidente de Siria, se oponga a Estados Unidos para ser visto con simpatía por la izquierda; así pasó con Gadafi.

Lo ideal sería la tesis del padre de Turquía, Kemal Atatürk: “paz en casa, paz en el mundo”, pero ni el conflicto interno contra los kurdos, ni la guerra regional del Estado Islámico le permiten soñar dicha expresión. Turquía comparte frontera con Siria y su guerra le ha planteado graves tensiones políticas.

A nivel interno, Turquía tiene un conflicto armado con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) desde 1984. A nivel internacional, en las últimas décadas apostó por la consigna “cero problemas” con lo cual logró una imagen de neutralidad que incluso le permitió tratar de mediar con otros poderes regionales como Irán (sobre su cerrera nuclear) e Israel (sobre la ocupación de Palestina). Esta política se mantuvo hasta el comienzo de las revueltas árabes.

En ese momento, Turquía apostó por los manifestantes egipcios, por la oposición de Túnez y hasta por los rebeldes libios. A pesar de ser turco, el presidente Erdogan fue recibido y definido (con ironía contra las élites locales de estos países) como un “gran líder árabe”. Turquía era, en ese momento, percibido como el ejemplo de conjugación entre islam y democracia.

En el caso de Siria, Turquía tuvo una agenda aún más decidida, en parte alimentada por las viejas tensiones entre estos dos países, pero allí la complejidad hacía más difícil el equilibrio, pues los mismos kurdos (que en casa pelean contra el gobierno turco), comparten su oposición al gobierno sirio.

Turquía empezó dando apoyo soterrado a los rebeldes sirios moderados del Ejército Libre Sirio (como me lo confesaron sus militantes en julio de 2012) al tiempo que estableció campos de refugiados en la zona fronteriza para atender a los miles de refugiados que huían por la guerra: Turquía dejó pasar armas hacia el frente de guerra y heridos hacia sus hospitales.

Su proceso interno, desde 2002, ha buscado la islamización en la casa, girando de su modelo de “islamismo moderado” a uno cada vez más islamista y menos moderado. Esto se proyectó en su política exterior y vio con buenos ojos a los grupos islamistas que empezaron a ganar terreno entre la altamente heterogénea oposición siria.

Haciendo uso de su pragmatismo, el presidente turco dejó que el flujo de ayudas continuara sin reparar en el receptor final. Las incursiones aéreas sirias, el derribo de un avión y el fuego de artillería que golpeó Turquía no lograron presionar la opción militar, y Erdogan seguía apostando por una guerra proxy: a través de otros.

En ese contexto emerge el Estado Islámico, con quien las élites turcas comparten enemigos (el gobierno sirio y los kurdos) y el deseo de ahondar en los procesos de islamización (aunque en diferente gradualidad). En todo caso, como miembro de la OTAN (desde 1952) su agenda pública tiene que ser más “políticamente correcta”.

Esta doble moral de Turquía recuerda el papel de la inteligencia militar de Pakistán y su relación con los talibán, pues varios informes apuntan a una colaboración directa de la inteligencia turca para con Daesh. Resulta significativo que Turquía no haya prestado su suelo para que la Coalición atacara desde allí al Daesh.

En la ofensiva del Daesh contra los kurdo-sirios, cerca de la frontera turco-siria, el gobierno turco prefirió mirar para otro lado, como hizo Stalin en Varsovia cuando el levantamiento de 1944. Y las pocas acciones eran aún más dicientes: bloquear el paso de voluntarios kurdos que querían ir a pelear hombro a hombro con sus hermanos en la defensa de Kobane. En el sur de Turquía, en la ciudad de Diyarbakir (conocida como la capital del Kurdistán) hubo manifestaciones de rechazo a la política turca, que fueron reprimidas y dejaron varios muertos.

Con la esperanza de que Daesh no actuara en su suelo (dicen algunos), Turquía había decidido no atacar frontalmente, pero varios actos de violencia del Daesh en territorio turco, obligaron al gobierno de Erdogan a actuar, mediante un mensaje que busca reposicionarse en la región, reclamar su papel de líder y romper cobijas públicamente con quienes fueran, hasta hace poco, sus protegidos, por lo menos por omisión.

Las elecciones de 2015 se dieron a la par con un tortuoso proceso de paz entre Turquía y el PKK, que empezó en 2012 y que llevó a que las milicias del PKK se replegaran a Irak, donde precisamente fueron recientemente atacadas por Turquía. Esta actitud del gobierno turco pasó factura en las pasadas elecciones donde el partido de gobierno perdió la mayoría absoluta y las minorías entraron y/o fortalecieron su presencia en el parlamento.

El ataque turco incluyó también objetivos kurdos que hicieron que éstos reaccionaran y declararan rota la tregua acordada en medio del proceso de paz. Turquía invocó su condición de miembro de la OTAN para convocarla en su apoyo. En 2013, ya Alemania, Holanda y Estados Unidos habían colaborado para establecer misiles en la frontera turco-siria.

Pesa todavía en la política turca su puesto de aspirante (ya crónico) a la Unión Europea, su gobierno (cada vez más confesional) y su nostalgia por el poder que tuvo el imperio Otomano. En casa, avanzan las medidas de imposición del velo y de la restricción del licor, que evidencian algo más trascendente: el aumento de la lógica islamista.

Daesh también se alimenta de voluntarios turcos: más de 1.000 habrían cruzado la frontera para unírsele y más de 3.000 estarían en células durmientes en territorio turco. En 1924, la naciente Turquía dio fin al último Califato, el que dirigía el imperio Otomano. Ahora tendrá que decidir si participa en una farsa que usa el mismo nombre de Califato o en su destrucción.

Un escenario macabramente ideal para Turquía es Kobane eternizado: Siria tambaleando en guerra, los kurdos cayendo en combate, el Estado Islámico avanzando pero sin triunfar, Irán y Arabia Saudita ocupados y Turquía levantando cabeza, irónico, frente a una Unión Europea en crisis que no ha querido aceptarlo y un mundo árabe que lo ve con respeto.

Turquía no suele guiarse por ideales sino regirse por intereses: en Irak le compra el petróleo a los kurdos iraquíes, hermanos de los que persigue en casa y de los que no quieren apoyar en Siria. Precisamente, el mismo interés le habría llevado a comprarle petróleo a Daesh, ahora convertido en su enemigo. Como ven, tampoco se puede decir cuáles son los buenos.


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Por Víctor de currea-lugo

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