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Un año de desafíos

Poner a temblar a los empresarios más poderosos de un país, luchar, a pesar de los pronósticos, contra un mortal virus que cobró miles de víctimas o destapar históricos males son algunos de los hechos que hoy destacamos.

Diego Alarcón Rozo
31 de diciembre de 2014 - 02:00 a. m.
Vladimir Putin se convirtió en el dolor de cabeza de la comunidad internacional: los rusos respaldan a su líder, a pesar de las sanciones.   / AFP
Vladimir Putin se convirtió en el dolor de cabeza de la comunidad internacional: los rusos respaldan a su líder, a pesar de las sanciones. / AFP
Foto: EFE - MAXIM SHIPENKOV / POOL

Era el rey del mundo, el nuevo zar de todos los tiempos. El 18 de marzo pasado el presidente ruso, Vladimir Putin, entraba a la Asamblea Federal con todos los honores militares y con el Parlamento de pie. Estaba a punto de anunciar la anexión de la Península de Crimea a la Federación Rusa y cruzaba las enormes puertas del recinto caminando en grande, para que no quedaran dudas de su poder.

Apenas semanas atrás de su discurso, su imagen había invadido todas las manifestaciones de éxito derivadas de los impecables Juegos Olímpicos de Invierno, que se desarrollaron en la ciudad de Sochi.

Entonces comenzó a hablar: “La política de contención de Rusia continúa. Constantemente están tratando de arrinconarnos porque tenemos nuestra propia posición y no somos hipócritas. Pero todo tiene sus límites. Nuestros socios occidentales cruzaron la línea roja en el caso de Ucrania (…) Hoy en día es necesario detener la histeria, abandonar la retórica de la Guerra Fría y aceptar lo obvio: Rusia es un participante independiente y activo de la vida internacional. Como otros países, tiene sus propios intereses nacionales que deben ser considerados y respetados”.

Los días previos marcaron el camino que el líder tendría que cruzar durante los meses siguientes. La tensión social se había desbordado en la capital de Ucrania, Kiev, entre los defensores de una política de acercamiento a la Unión Europea y los simpatizantes del proyecto de Unión Euroasiática que el propio Putin había labrado con Rusia como eje central. El juego político llevó a que alguna de las dos uniones fuera la prioridad de Kiev, pero de ninguna manera las dos al mismo tiempo. Así que la cuerda se rompió cuando el presidente ucraniano, Víktor Yanukovich —aliado del Kremlin—, tuvo que salir de su país acosado por las protestas y a la par que se refugiaba en su vecino y amigo territorio, tropas rusas emprendían la misión de controlar militarmente la península de Crimea, un territorio que el nacionalismo ruso reclamaba como propio con su visión histórica.

Por la anexión, Putin fue el héroe de los suyos y el rufián para Occidente, evidentemente alineado del lado europeo de la balanza. Comenzaron de este modo las sanciones económicas contra Moscú y una desestabilización sorprendente en ciudades del este ucraniano como Donetsk y Lugansk, donde milicias prorrusas comenzaron a controlar puntos claves del territorio apuntando que la historia reciente los había obligado a ver una oportunidad para su independencia. Eran soldados vestidos de camuflado, eran armas de fuego real, eran paramilitares experimentados en los secretos de la guerra. Para Estados Unidos y la Unión Europea eran y son el Ejército de Putin sin distintivos rusos. Para Putin, es una mentira de los adversarios.

Rusia empezó a sentir los golpes económicos y Putin respondió a su gente: “Al oso ruso siempre intentarán encadenarlo, arrancarle los dientes y las garras (…) Estamos pagando nuestro deseo natural de preservarnos como nación, como civilización”. Desde marzo, el jefe del Kremlin se ha mantenido en el primer plano de los reflectores internacionales. De su lado ha jugado el hecho de que el 30% del gas que necesita Europa provenga de sus reservas y quizá los días de invierno ahora le resulten en una buena oportunidad para reacomodar sus fichas. Es presumible que su país cierre el año con una inflación superior al 11% y que su moneda, el rublo, no pueda salir en el futuro inmediato de la devaluación. Los alimentos que antes compraba a la Unión Europea, tiene que buscarlos hoy en marcados alternativos, entre Asia y Suramérica.

El segundo año del Putin protagonista de la geopolítica termina con Rusia sumida en una crisis, pero convencida de su líder.

Por Diego Alarcón Rozo

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