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Un hombre de mundo

El secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, aterrizará en Bogotá para su primera visita oficial en Sudamérica.

Diego Alarcón Rozo
10 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.
En los últimos días, el secretario de Estado, John Kerry, aprovechó para jugar fútbol durante una parada técnica en el aeropuerto de Viena.   / AFP
En los últimos días, el secretario de Estado, John Kerry, aprovechó para jugar fútbol durante una parada técnica en el aeropuerto de Viena. / AFP

John Kerry es de esos diplomáticos que trabaja en silencio. Que nadie a su alrededor hable acerca de lo que no se ha concretado: de qué hubiese servido decirle a la prensa que desde 2010 él avanzaba poco a poco en el restablecimiento de los diálogos de paz entre Israel y Palestina si eran aproximaciones volátiles que podían cambiar de un momento a otro. La orden que suele dar a su equipo es escueta: que nadie hable hasta tanto haya algo que decir. Lo demás es perder tiempo o construir expectativas sobre terrenos fangosos.

Él es el diplomático de la vieja escuela, heredada de las rutinas de su padre, Richard Kerry y sus interminables funciones dentro la política exterior de Washington. Un viejo conocido suyo, Pete Romero, quien fuera subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, enmarca a John Kerry dentro del estilo cara a cara: “A él le gusta mucho la diplomacia en carne propia, de presencia en el exterior. No suele depender de los embajadores y enviados especiales porque él mismo prefiere estar al frente”.

Romero conoció de cerca a Kerry en 2004, cuando fue el candidato a la presidencia por el partido demócrata y Romero uno de los dirigentes de su campaña: “su energía es bastante amplia, nunca parece estar cansado”. Estas, tal vez, sean la razones que han llevado al actual secretario de Estado a deambular por el mundo como si trabajar desde su despacho en Washington no fuera suficiente: “prácticamente no ha pisado el suelo estadounidense desde su juramento”, apunta Romero.

Es verdad. Mañana el secretario de Estado, John Kerry, aterrizará en Bogotá y en la noche continuará su marcha hacia Brasil, en la que será su primera visita a Suramérica desde que ocupara el cargo en febrero pasado. Pero la estela viajera de Kerry hasta hoy ya está compuesta de muchas millas. Apenas dos semanas después de ser juramentado, Kerry tomó rumbo a Europa para presentarse con sus socios de siempre. Pasó por el Reino Unido, por Alemania, Francia, Italia y Turquía e inmediatamente después emprendió camino a Oriente: Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Catar. Después vendrían sus sucesivas visitas a Israel y a Palestina y sus jornadas de aproximación entre las partes adelantadas en Jordania. Antes de que el propio Kerry anunciara que las conversaciones de paz tomarían un nuevo impulso en Washington, en un período establecido de nueve meses, el secretario de Estado ya había viajado seis veces a la zona del conflicto. En poco más de seis meses de labores, Kerry superó por una las visitas que su antecesora, Hillary Clinton, llevó al cabo en la región a lo largo de cuatro años.

A la par y como componentes de una inagotable agenda de deberes, el avión del jefe de la diplomacia estadounidense lo llevó por China, Japón, Corea del Norte y luego a Centroamérica, a Antigua (Guatemala), para participar de la asamblea general de la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que tuvo un encuentro con la canciller, María Ángela Holguín. Enseguida el camino lo conduciría al África Subsahariana. Después de mañana, Kerry podrá decir tranquilamente que Oceanía es el único continente que tiene pendiente en sus itinerarios luego de 193 días como titular de la secretaría de Estado.

Kerry en Colombia

Si las agendas políticas se construyen con base en prioridades, era evidente que América Latina no fue una de ellas durante el primer período presidencial de Barack Obama (2008 - 2012). La esperanza puesta en el mandatario, con los votos resueltos de la comunidad hispana no fue retribuida desde la Casa Blanca, como señalan los críticos. El país estaba demasiado ocupado dibujando las estrategias para no naufragar en medio de la tormenta desatada por la crisis económica y las disputas partidarias, atizadas por la época de la austeridad, ajustaron las puertas del debate hacia los asuntos domésticos principalmente. Además, la salida a conflictos como los de Afganistán e Irak atrajeron la mayoría de los esfuerzos más allá de las fronteras nacionales.

Llegó 2013, y con el primer año de un nuevo lapso presidencial, América Latina cobró un peso fundamental en el tablero, como si de alguna manera se intentaran llenar las ausencias de los meses previos. Por supuesto los voceros de Washington dirían que la asistencia y la cooperación con la región continuaba en un puesto de privilegio y las relacionen con la mayoría de las naciones de la región gozaban de una fluidez envidiable. Muestra de ello, sería la asistencia del presidente Obama a la Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena en abril del año anterior. El presidente se sumó al debate regional durante la reunión, aunque la mayoría de la páginas de entonces se las llevara el escándalo de prostitución en el que se vio envuelto el Servicio Secreto.

Entonces la primera mitad de este año estuvo marcada por una suerte de auge: el presidente Obama viajó a México y a Centroamérica, una región también visitada por el vicepresidente Joseph Biden. El mismo Biden asistiría en mayo a Colombia, Brasil y Trinidad y Tobago, y ahora el secretario de Estado John Kerry se alista para calcar la ruta del vicepresidente en las vecindades de la región.

Colombia y Brasil se convertirán en los primeros países que Kerry visita en Sudamérica en su rol de secretario. Quizá la razón esté en las palabras que usó el embajador de Estados Unidos en Bogotá, Peter Michael McKinley, durante una entrevista previa con este diario: “Este es un momento interesante de cambio. Para dar una cifra importante, en términos de las relaciones comerciales: 40% de las exportaciones norteamericanas ahora van a países de las Américas. Es un nivel de relación comercial de inversión que ya está a la altura del que tenemos con la Unión Europea y con los países asiáticos”.

La directora para latinoamérica del Woodrow Wilson Center (una organización de estudios políticos), Cynthia Arnson, apunta que con la llegada del secretario de Estado “resulta bastante claro que los intereses de Washington en la región tienen en primera fila a Brasil y a Colombia. Son puntos claves que por ahora están por encima del interés del resto de países vecinos”.

Según Arnson, la continuidad de la cooperación y del diálogo directo marcarán los encuentros con el gobierno colombiano. Del mismo modo podría intuirse un espaldarazo al proceso de paz, “con todo y que el respaldo de Washington ha sido evidente”. Es probable que sobre la mesa aparezca el tema de Kevin Scott, el exsoldado estadounidense en poder de las Farc.

Kerry, el político

Pocas dudas aparecen sobre cuál ha sido el enfoque de John Kerry como secretario de Estado. En ningún asunto ha tenido tanta prisa como en el restablecimiento de los diálogos entre palestinos e israelíes. Desde 2009, cuando fue nombrado presidente del comité de Asuntos Exteriores del Senado, el tema ha ocupado un capítulo especial en sus áreas de interés. Incluso, ese mismo año y tras un viaje a la Franja de Gaza, el senador Kerry extendió a Washington un mensaje enviado por el grupo Hamas —manchado de terrorista— que ocasionó un fuerte temblor en las debilitadas conversaciones entre Israel y Palestina y reacciones adversas de parte del gobierno de Tel Aviv. Luego de las controversias, la ruptura del diálogo vino en septiembre de 2010, pero eso no significó que Kerry cesara en su propósito de acercar a los bandos.

Entre las aproximaciones a sus socios europeos y asiáticos, y el demandante y hasta ahora inacabado conflicto en Siria, el jefe diplomático estadounidense fue estableciendo puntos comunes entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás. De a poco los fue acercando a la posibilidad de retomar el sendero de las conversaciones hasta que al final pudo hacer el anuncio oficial de la reanudación.

El historial de intentos fallidos para este caso deja un campo reducido para el optimismo, pero a la vez a la oportunidad de un fin no violento del conflicto, esto es, a primera, vista una esperanza. ¿Qué pasaría si al cabo de los nueve meses establecidos para los acercamientos mejore el panorama de la paz y se abra el camino para el fin de la guerra? Cynthia Arnson no duda de la magnitud de tal escenario, pero considera que no es momento de especular acerca de las pretenciones políticas futuras de Kerry.

Henry Kissinger, secretario de Estado de EE.UU., entre 1973 y 1977, sea tal vez uno de los más recientes ejemplos de implicación para la resolución de un conflicto. Su trabajo para promover las conversaciones que a la postre sirvieron para declarar el fin de la Guerra de Vietnam y la Guerra del Yom Kippur, le valieron el Premio Nobel de la paz, aunque con el tiempo le arreciaran las críticas por su aparente apoyo a los regímenes dictatoriales en América Latina, con la Guerra Fría de fondo.

Sin ir muy lejos y mientras Kerry acaba de cumplir su primer semestre como alto funcionario del Gobierno, su tarea —y en esto coinciden Pete Romero y Cynthia Arnson— ha estado acorde con las exigencias de política internacional de Washigton, en una labor que ha sido evaluada positivamente.

Las críticas que han rodeado su trabajo han nacido por su papel en la crisis política egipcia: cuando visitó El Cairo a comienzos de marzo y se reunió con el entonces presidente Mohamed Morsi —miembro activo del movimiento conservador de los Hermanos Musulmanes—, anunció el compromiso de Washington de asistir al país con US$450 millones.

Al cabo de cinco meses, y con un Mursi derrocado por las Fuerzas Militares egipcias pese a su elección popular, Kerry sentenció públicamente que la caída del mandatario estaba “restaurando la democracia en Egipto”.

El portal Global Viewpoint consultó al filósofo francés Bernard-Henri Lévy al respecto, lo que a Kerry le significó un duro ataque: “John Kerry acaba de ensuciar su hasta ahora impecable historial como nuevo secretario de Estado al cometer su primer error. Desde luego que uno puede tener una mala opinión de los Hermanos Musulmanes. Personalmente, creo que su anterior ideología constituía una versión árabe del fascismo y que nunca ha llegado a disociarse por completo de su terrible pasado. Sin embargo, está claro que no puede decirse que un golpe militar que ha cobrado 250 víctimas en sólo tres semanas está restaurando la democracia”.

Así, en medio de todas las aristas que corresponden a las ambiciones de la política exterior estadounidense, llegará John Kerry a Bogotá.

Seguridad y comercio: temas de la agenda

Las reuniones que sostendrá el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, con el presidente Juan Manuel Santos y la canciller María Ángela Holguín, tendrán como los principales temas de su agenda la seguridad y el comercio. Fuentes de Washington han confirmado que el diplomático tocará asuntos de “interés bilateral”, tales como la cooperación con Centroamérica en temas de seguridad, el comercio y el impulso a la Alianza del Pacífico —organismo al cual EE.UU. quiere ingresar como observador—. Otros temas que no podrán faltar son el proceso de paz entre el gobierno colombiano y las Farc y el caso de Kevin Scott Sutay, el estadounidense secuestrado por las Farc el pasado 20 de junio en las selvas del Guaviare.

 

Después de su visita a Bogotá, Kerry partirá hacia Brasilia. Allí preparará la visita de Estado que la presidenta Dilma Rousseff realizará a su homólogo estadounidense el 23 de octubre, en donde hablará de las denuncias hechas por el exanalista de la CIA, Edward Snowden, según las cuales Brasil estaría entre los objetos del espionaje desde Wahington. Esta es la primera visita de Kerry a Suramérica y la segunda al continente desde que asumió el cargo en febrero pasado.

Por Diego Alarcón Rozo

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