Un país que no sale de la inestabilidad

Francia ha liderado los esfuerzos internacionales para poner fin a la crisis humanitaria que vive esta joven nación y que rebasa los límites.

Mauricio Jaramillo Jassir*
02 de enero de 2014 - 10:00 p. m.
Desde hace un año, cuando empezó la violencia, más de 300.000 personas han huido de la capital, Bangui.  / AFP
Desde hace un año, cuando empezó la violencia, más de 300.000 personas han huido de la capital, Bangui. / AFP
Foto: AFP - MIGUEL MEDINA

De nuevo queda en evidencia la impotencia de Naciones Unidas, y concretamente del Consejo de Seguridad, para materializar uno de sus principales objetivos: el mantenimiento de la paz y de la seguridad del mundo. Esta vez es República Centroafricana, donde la violencia entre grupos ha ido en aumento en los últimos meses. Aquello ha generado preocupación, especialmente en Francia, que ha liderado los esfuerzos internacionales para poner fin a la crisis humanitaria, que rebasa límites y suscita el debate acerca de los alcances de la institucionalidad internacional cuando se trata de poner fin a la muerte sistemática de decenas, de cientos o de miles de personas en estado de indefensión.

En este caso la muerte de unos 500 civiles y un número de desplazados que podría alcanzar los 10 mil o 12 mil, ha hecho que el gobierno de François Hollande haya enviado refuerzos militares a la misión de Naciones Unidas que se encuentra en territorio centroafricano. La situación de esta joven república es uno de los tantos casos de inestabilidad política que marcan la vida de algunas naciones subsaharianas, donde los niveles mínimos de cohesión y de unidad aún están lejos de alcanzarse. Este año François Bozizé fue derrocado, y luego de ese golpe de Estado, el país no ha podido superar la inestabilidad. Quienes en su momento lideraron la rebelión, es decir, los miembros de la Seleka (alianza), han incurrido en todo tipo de excesos y abusos de poder. Estos rebeldes son básicamente musulmanes que representan una minoría en el país con un 20% de la población, en contraste con la mayoría cristiana, que llegaría a un 60%, aproximadamente.

Un dato importante que permite entender la complejidad de la situación. Uno de los vecinos que más se han involucrado en la crisis es Chad, cuyo contingente de 850 soldados está encargado de velar por la protección de la minoría musulmana. No obstante, las acusaciones contra ese ejército por una supuesta cercanía con los rebeldes de la Seleka son cada vez más numerosas, lo que ha generado un debate acerca de la intromisión de N’Djamena en la crisis centroafricana. Este hecho ha revivido una tendencia visible en algunos de los conflictos que han golpeado al África en los últimos años: vecindades en las que las dudas sobre el papel de algunos estados en la crisis abundan. Sucedió en el África de los Grandes Lagos, en Costa de Marfil, en Liberia y ahora en la República Centroafricana.

Con este contexto dramático que inaugura 2014, es probable que se produzca una nueva discusión acerca del proceso de toma de decisiones en Naciones Unidas, que pasa por uno de sus momentos más difíciles, a propósito de la impotencia para prevenir y gestionar crisis humanitarias como la que hoy golpea a la República Centroafricana. Asimismo, es probable que se sumen inquietudes sobre la combinación de esfuerzos globales y regionales para mitigar estas crisis. Se trata de una pregunta de la mayor relevancia ¿Cómo combinar esfuerzos desde las regiones, con todo el activismo global que algunas de estas crisis suscitan?

 

 

* Profesor U. del Rosario.

Por Mauricio Jaramillo Jassir*

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